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LA CRÓNICA
Columna
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Realidades diferentes

La pasada semana, a las pocas horas de fallarse los premios Rey Jaime I, un grupo de jóvenes investigadores valencianos se manifestaba, frente al Palau de la Generalitat, en contra de la política científica del Consell. En la actualidad casi simultánea de los dos sucesos, existe una contradicción que nos obliga a preguntarnos sobre la situación de la ciencia en la Comunidad Valenciana. ¿Cuál es el verdadero estado de la ciencia en la Comunidad Valenciana, el que trasmiten los premios Rey Jaime I, o el que denuncian estos jóvenes científicos? La respuesta, probablemente, dependerá de la información que poseamos.

Un observador que haya seguido en exclusiva la prensa nacional o la televisión tendrá un excelente concepto del trato que recibe la ciencia en la Comunidad Valenciana. No es frecuente reunir un jurado formado por 18 premios Nóbel, para premiar con generosidad el trabajo científico. Que los premiados no pertenezcan ni desarrollen su tarea dentro de la propia Comunidad, le da al premio, si cabe, un carácter más universal y generoso. ¿No deberíamos sentirnos orgullosos los valencianos de un Gobierno que expresa de ese modo su entusiasmo por la ciencia?

Ignoro si los elogios de los valencianos han llegado hasta el Gobierno. Lo que es seguro es que ha recibido los de la prensa. Aunque sólo fuera por la atención que los medios de comunicación han dispensado al acontecimiento, ya podría el Gobierno sentirse satisfecho. El esfuerzo y el gasto que han supuesto los galardones se compensa con creces en la imagen que se ha transmitido a la sociedad. Esa Comunidad Valenciana dinámica, emprendedora, envidiada, que repite en cada ocasión Francisco Camps resulta ser, además, una Comunidad que estima la ciencia.

Pero, ¿qué sucede cuando apartamos la mirada de los premios Jaime I -ocasión extraordinaria- y la dirigimos al día a día de la Comunidad? Pues que la situación que aparece ante nuestros ojos ya no es, ni mucho menos, la misma, se ha modificado. La generosidad que se manifestaba mientras el jurado de los premios estuvo reunido, ha desaparecido ahora casi por completo. Un solo dato nos basta para entender el estado real de la ciencia valenciana: el gasto anual que el Consell realiza en investigación es inferior a la media española. ¿Cómo es posible que un Gobierno que muestra tanta consideración por la ciencia, hasta el punto de convocar unos premios para honrar a quienes trabajan en ella, se muestre tan mezquino con sus propios investigadores?

El consejero de Industria estaría, sin duda, capacitado para responder a la pregunta, pues ha ocupado durante varios años un puesto de relieve en la Universidad. Nadie mejor que Justo Nieto para conocer cuál es el horizonte de la investigación en la Comunidad Valenciana. Pero, pedirle al señor consejero que responda -que responda sinceramente, claro está- podría considerarse una descortesía por nuestra parte al ponerle en un compromiso.

Se habla ahora de la nueva ley de Ciencia y Tecnología que se conocerá próximamente. ¿Servirá esta ley para mejorar el estado de la investigación en la Comunidad Valenciana? Quizá aún es pronto para contestar a la pregunta. De momento, los rectores de las universidades de Elche y de Alicante le han dicho al secretario de Universidades que para obtener resultados reales, los planes estratégicos no deben coincidir con ciclos electorales. Es una manera diplomática de mostrar desconfianza ante las pretensiones del Gobierno.

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