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Columna
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El consejero y la caja de Pandora

Esteban González Pons, el consejero de Territorio, carece de vergüenza escénica. Lo demuestra a menudo. En los archivos audiovisuales se guardan, por ejemplo, las enardecidas respuestas que brindó a Carlos Dávila a finales del año 2004 en una entrevista de horario privilegiado en Canal 9, destinada a echar gasolina a una hoguera de anticatalanismo que se vería obligado a sofocar en meses sucesivos. No se le notó entonces vacilación alguna en la ejecución de unos aspavientos que a la postre habrían de llevarle, sobre los pedazos del pacto lingüístico, a acabar aceptando lo que aquella noche escarnecía. Él pertenece, sin duda, a una generación de políticos tácticos, de esos que responden con entusiasmo a los estímulos del combate sin pararse a calibrar los efectos a medio plazo. Y en eso resulta muy representativo de la derecha actual, tan enfática como manifiestamente irresponsable.

Junto a la falta de memoria, la brillantez fugaz es, pues, una cualidad distintiva del consejero, cuya audacia merecería, sin embargo, causas mejores. Abrir la caja de Pandora de las construcciones ilegales diseminadas por el territorio valenciano, con el mediocre objetivo de que sus emanaciones afearan la moción de censura de Joan Ignasi Pla al presidente Camps, le ha convertido en rehén de una tarea ímproba, que desborda con amplitud el súbito ardor demostrado en defensa del parque natural de "El Hoyo", como denominaba el secretario de organización del PP, Enrique Crespo, al paraje de El Hondo en un comunicado contra los socialistas por el desmadre municipal de Catral, pueblo representativo donde los haya del paisaje moral que define la Vega Baja.

El humo de las construcciones ilegales que ha empezado a emerger de la caja de Pandora, más bien un auténtico pozo sin fondo, consiguió ensombrecer el envite parlamentario de los socialistas, pero no conjuró ni conjurará la denuncia recurrente de Bruselas sobre la inconveniencia de la ley urbanística valenciana. Hace años que se repiten los rapapolvos europeos al Consell por la forma de adjudicar proyectos al denominado agente urbanizador (esa figura que ha permitido que algunas empresas se hinchen "gestionando el suelo" hasta el extremo de crear fundaciones, patrocinar cultura y fichar como ejecutivos a familiares de altos cargos públicos) y, aunque González Pons no ha estado ágil en el episodio, ya que ha recurrido de nuevo a la inverosímil maldad de Zapatero, cunde la expectación sobre su próximo arrebato.

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