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Reportaje:MÚSICA

'Dulcinea'se convierte en ópera para niños

Una ópera para niños no es una ópera con niños. Oigo voces de amor, oigo un silbidito, oigo la voz de José Ángel Valente recitando versos equivocados a mi hija... Me preguntan si esta ópera es tonal o no tonal. No tengo fuerza para explicar la relación entre tónica y subdominante. Lloro, lloro de verdad, soy niño o soy música o mi llanto sabe a sal o suena a música... Método es camino, que decía Emilio Lledó. Hay que caminar soñando, como afirmaba Nono. Tal vez la lección sea solamente escuchar, escuchar como escucha Momito (se refiere a su hijo)". Es un torrente de ideas Mauricio Sotelo. Hoy se repone en Valencia su Sonetos del amor oscuro. Cripta sonora para Luigi Nono que tanto impacto produjo en la inauguración del último Festival de Granada, con las pinturas de Sean Scully o las voces flamencas de Poveda y Arcángel, integradas en el lenguaje más personal del compositor. Sueña Sotelo en su próxima ópera Bruno o el teatro de la memoria con textos de Valente, pero se remite a la anterior De amore, en la Bienal de Múnich (justamente donde también el jueves 18 se estrena una ópera de otro español: Sánchez Verdú) de 1999, pues allí se gestó Momito, al que la obra está dedicada, al igual que a sus hijas anteriores.

Andrés Ibáñez fue pianista de jazz antes del gran escritor que es hoy. "Dulcinea aspira a ser algo más que una visión operística para niños del universo de Cervantes. Sus temas son la imaginación y la lectura, la forma en que la lectura nos ayuda a construirnos a nosotros mismos. La imaginación, sin embargo, es el ingrediente principal de eso que John Keats llamaba la construcción del alma. Para Don Quijote, Dulcinea es una representación de su alma, y por eso, que Dulcinea sea una mujer imaginaria no quiere decir que sea mentira". El autor de La música del mundo afirma que "uno de los retos consistía en crear un lenguaje que fuera el de Cervantes (muchas de las frases, de hecho, están tomadas directamente de la novela) pero que fuera al mismo tiempo comprensible para un niño del siglo XXI. En Dulcinea está el mundo sonoro enormemente complejo y sutil de Sotelo, pero también esas famosas melodías que el oyente ingenuo echa en falta tantas veces en la música contemporánea. Melodías que son ecos de músicas oídas en la infancia y que nos llevan en otras ocasiones al mundo de lo que siempre hemos identificado con la ópera: las grandes pasiones, las grandes oleadas de voz y de violines. Creo que la música de Dulcinea podría convertirse en una obra de referencia para aquellos que tienen dificultades para adentrarse en la música contemporánea".

El director musical Joan Cerveró sostiene que "escribir música para niños siempre es una gran responsabilidad, sea esta música de factura tradicional o contemporánea. Más aún, aunque alguien suponga que los niños no están preparados para entender la abstracción ni la generación de estímulos que no sean simples y fáciles: se equivoca. Ellos son los únicos que no necesitan de las palabras para entender el cariño, los que mejor entienden las cualidades y calidades del sonido ya que no están contaminados por géneros ni criterios estéticos y, por otra parte, los niños son aquellas personitas que aún se maravillan ante el sonar de un violín, el canto mágico de una soprano o el sonido grave y rítmico de un bombo. Es apasionante que con la utilización de pocos instrumentistas, mínimos diría yo, el compositor haya podido conseguir una extensa paleta de sonidos debido a la magistral utilización de los recursos técnicos. Como director sólo he de velar para que la interpretación sea fiel a la partitura y transmitir ese mundo mágico con ternura a todos los niños de este mundo, a estos pequeños sanchos, quijotes o dulcineas que todos ellos llevan dentro de su corazón".

Lleva ya quince años traba-

jando el mundo infantil el director de escena Gustavo Tambascio. Estuvo asimismo implicado en la recuperación de Don Quijote, de Manuel García, en 2005. "El imaginario infantil, tan cercano a zonas maravillosas como el circo, lo feérico, la magia que se denuncia a sí misma y a los seres excepcionales, está cerca del arte per se, del espectáculo por el espectáculo mismo: entra de lleno en el territorio de lo fabuloso (el de los caballos alados del Ariosto soñados por Alonso Quijano). No obstante son espectadores que se reservan la enjundia del análisis: los artículos y dibujos de los niños del Colegio Montserrat para el programa de Schauspieldirektor, de Mozart, son en ese sentido aleccionadores. En Dulcinea nos encontramos con una ópera expresamente escrita para niños, con libreto de un maravilloso fabulador y un compositor que es un niño en sí mismo, un niño grande, imprevisible, enrabietado, creador, como es la gente menuda. La puesta en escena se sirve de todos los elementos iconográficos susceptibles de traducir al lenguaje visual de un niño de hoy (pero también de algún cómic como Little Nemo, historieta fetiche de Ibáñez), que inducido por los seres de un mundo intermedio, en este caso una troupe de circo, relee la cuatricentenaria aventura del Quijote".

Dulcinea se presenta en el Real a partir del 18. Sandra Ferrández y Beatriz Lanza se alternan en el personaje de Dulcinea, y los contratenores David Azurza y José Hernández en el de Don Quijote.

Diseños de vestuario para la ópera 'Dulcinea', del figurinista Jesús Ruiz Moreno.
Diseños de vestuario para la ópera 'Dulcinea', del figurinista Jesús Ruiz Moreno.

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