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Reportaje:ARQUITECTURA

Paraíso encallado

La biblioteca, proyectada por Alberto Kalach para albergar dos millones de volúmenes y servir a un flujo aproximado de cuatro millones de visitantes al año, y el segundo piso, que duplica parte de la arteria que conecta el sur de la ciudad con el norte, se presentan como credenciales veraces ante los votantes desconfiados. Infraestructura cultural e infraestructura de transporte, ambas, sin embargo, replican algo del viejo régimen. A medio camino entre lo heroico y lo absurdo, la arquitectura del poder en México sigue el modelo autoritario y centralista del pasado del que planea escapar. Lo escenográfico como prioridad hace cuestionar, de nuevo, el despliegue desigual de recursos. Capricho personal o necesidad colectiva, la obra pública queda estrangulada por la visión a corto plazo de los calendarios sexenales.

En una inquietante combinación entre ruina y monumento futurista, estas construcciones imponen su lugar dentro del problemático contexto

En este territorio donde ficción y realidad significan lo mismo, ambas obras colosales, construidas bajo el asombro de miradas incrédulas y completadas en tiempos sorprendentes, parecen próximas a las imágenes toscas al estilo de Mad Max o Total Recall. En una inquietante combinación entre ruina y monumento futurista, estas construcciones de carácter atemporal y manufactura riesgosa, imponen su lugar dentro del problemático contexto. La robustez del hormigón ayuda a disimular su condición urgente, en un intento por salvar los símbolos y la credibilidad política. Pero desde sus impugnados comienzos hasta su apertura días antes del límite impuesto por la normativa electoral el debate sigue vigente: mucho para pocos versus poco para muchos. Tanto la biblioteca, completada tras dos años de construcción y un costo cercano a los 100 millones de dólares (poco menos que el Guggenheim de Bilbao), como el segundo piso, inaugurado por trozos desde mediados de 2004 -concluyendo 25 kilómetros de los 46 programados- y salpicado en historias de corrupción y endeudamiento del gobierno de la ciudad, precisan imaginar miles de decisiones distintas. Sin embargo, en escenarios turbios, la arquitectura se presenta como promesa materializada, como sólida contundencia capaz de eclipsar las vacilaciones y hacer aparecer las obras como si hubieran estado ahí desde siempre.

El contraste casi surreal con

el entorno, intencionado en el caso de la biblioteca, revela la tensión de una ciudad de irrefrenable vitalidad entorpecida por arquitecturas autistas. Kalach, reconocido como el arquitecto mejor adiestrado para trabajar con la ciudad, mientras en el proyecto de Texcoco para rescatar la capital como Ciudad Lacustre -premiado en la Bienal de Venecia en 2002-, planteaba hacer de un descampado un paraíso azul, en la zona densa de Buenavista imaginó el paraíso como jardín. Desde la etapa del concurso internacional para la biblioteca, realizado en 2003 y denunciado como "fraude patriótico", la metáfora utilizada por el equipo liderado por Kalach: "Un arca portadora del conocimiento humano, inmersa en un exuberante jardín botánico", revelaba la finalidad microcósmica del proyecto. Así, esta gran arca varada en un paisaje artificial se convierte en una especie de mausoleo del saber, aislado en un parque, elevado por medio de un talud que lo despega de la ciudad, y abierto sólo hacia la explanada que conecta con la antigua estación de ferrocarril (futura pieza de enlace entre la estación de metro, el metrobús y el primer tren suburbano, en construcción por la española CAF sobre la actual cicatriz de vías abandonadas que divide la ciudad).

Junto a este complejo engranaje al que se suman mercados ambulantes y tráfico, la biblioteca se vuelve introvertida e irreal. Mientras el edificio replica el carácter de "arca" o de estación internodal también tiene algo de templo y de teatro. Aunque se asemeja, como ya advertía Luis Fernández-Galiano en el concurso, tanto a un centro comercial como a una galería panóptica de penal de seguridad, por dentro el espacio resulta espectacular. En el interior la penumbra acentúa su carácter sorpresivo y refuerza la sensación de encontrarse dentro de las tripas de un dinosaurio de 300 metros de largo. Esta pieza sugerente -de 45 mil metros cuadrados construidos, distribuidos en tres niveles más el estacionamiento soterrado- se descubre entre el bucólico paisaje como si se tratara de un gigantesco vagón de tren abandonado dentro del cual una civilización arcaica o futura lo hubiera convertido en máquina o en ciudad. La pieza del artista Gabriel Orozco -una ballena deshuesada que flota en medio del recinto de triple altura- acrecienta esta sensación. Las interminables hileras de estanterías metálicas que cuelgan de la cubierta resultan lo más atractivo del espacio. Si bien es cierta la reacción ambivalente ante esta "lluvia de conocimiento congelado" -como la describía Aaron Betsky-, poco accesible y apabullante, hay algo que emociona y convierte al visitante en un potencial tarzán dentro de esta impresionante jungla seriada.

Apostando por el efecto Beau

bourg, Kalach opta por la destrucción del individuo frente a lo colectivo. La ausencia de rincones privados y la repetición de salas de lectura idénticas, poco aptas para quien busca recogerse en la lectura, parecen sentenciar el futuro de los libros y las bibliotecas a favor del escaneo visual. Preocupado más por el movimiento y el uso de ordenadores con Internet, el arquitecto -de 46 años- entiende bien al público apresurado. La biblioteca, cuyo anuncio de convertirse en matriz de una red nacional de más de seis mil bibliotecas ligadas a través de la red no se logrará hasta el año 2010, será empero la pieza más exitosa de un azaroso circuito cultural que empieza a gestarse. Fuera de los discursos políticos aparece un tejido disperso: el Centro Cultural Bella Época en la Colonia Condesa sobre lo que fue el Cine Lido, transformado por Teodoro González de León en la librería más grande de México, del Fondo de Cultura Económica, así como el edificio, también de estilo art déco, de la antigua Central de Bomberos del Centro Histórico, ahora convertido en el Museo de Arte Popular; las dos pesadas torres de Ricardo Legorreta para oficinas gubernamentales abiertas hacia la Alameda por medio de una gran plaza-fuente realizada en colaboración con Vicente Rojo; el rescate del Museo Experimental El Eco -realizado por Mathias Goeritz en 1952- y su futura extensión -recién encargada a Fernando Romero-; así como la reapertura del Museo del Chopo, prevista para 2007, donde Enrique Norten fabrica un nuevo volumen dentro de la estructura existente del edificio art nouveau traído a México en 1903 desde Düsseldorf.

Estas arquitecturas, en su mayoría atrapadas entre la herencia masiva y abstracta del brutalismo mexicano de los años ochenta, ocultan los contrastes de un territorio dividido e incierto. Confiando en que las piezas ensimismadas pero relativamente próximas funcionen como el detonador anhelado para la zona céntrica, habrá que esperar mientras tanto ante un país de paraísos prometidos y parálisis pronosticada.

Proyectada por el arquitecto mexicano Alberto Kalach, la biblioteca de México es el edificio más representativo de la presidencia de Vicente Fox.
Proyectada por el arquitecto mexicano Alberto Kalach, la biblioteca de México es el edificio más representativo de la presidencia de Vicente Fox.FERNANDA CANALES

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