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Superhéroes en calzoncillos

A LA MAYORÍA de los artistas les complace ser considerados respetables ciudadanos que cumplen sin mucho arrepentimiento los preceptos de las instituciones y el mercado. De hecho, hace años que el mundo del arte ha dejado de ser terreno fértil para los que se sienten atraídos por el lumpen. Caravaggio era un pendenciero. Mató a un hombre en Roma. No fue asunto de amantes, ni de la mafia vaticanesca. Una simple apuesta sobre un partido de tenis. En las últimas décadas, el máximo irreverencial en el que ha incurrido un artista es fotografiarse desnudo con su amante: Jeff Koons apareció en los ochenta, en revistas y vallas publicitarias, con la actriz Cicciolina, en una serie de poses de pornografía blanda. Hoy sus trabajos resisten sin vergüenza el despilfarro de las grandes corporaciones museísticas.

Probablemente, Raymond Pettibon sea de los pocos autores, junto a Paul McCarthy, que mantiene una actitud provocadora frente al poder, lo que equivale a decir que ama la vida y el arte a pesar de sí mismo, pero también a pesar de todos los apóstoles de la crítica y los museos. Cualquier perfil, por así decir, memorable -la religión, los ejércitos, la política americana, el capital- es repasado por su lápiz triturador con un punto de vista tan insensato que todos los analistas lacanianos estarían alegremente de acuerdo. Sus dibujos representan escenas casi histéricas de la (sub)cultura americana: superhéroes provocando la lujuria insaciable de políticos sodomitas, gloriosas masturbaciones republicanas, o una Jane Fonda porrera, cuyo objetivo es llevar al cine una nueva versión de Lo que el viento se llevó, con el personaje de Scarlett Red O'Hara comunista, abolicionista, feminista y bulímica. Con todo, habría que hacer caso de sus intenciones como artista: "No pretendo expresar violencia, ni odio, sino compasión. La naturaleza de mi arte tiene que ver con el amor y el perdón".

Pettibon creció rodeado de cómics. Para él, leerlos de buena mañana era tan natural como lavarse los dientes. Sus primeros referentes artísticos fueron los artistas pop, quizá porque supieron desenmascarar las ilusiones de representación del heroico Expresionismo Abstracto. Sus "ficciones" -como así las llama- de finales de los ochenta copian el lenguaje de la televisión, el cine negro, las revistas, las novelas baratas y la cultura punk de la Costa Oeste americana porque, simplemente, le funcionan a la perfección como formas universales de expresión. O al menos así era, antes de que la representación se convirtiera en una simple ilusión que engaña tanto al sujeto como a la audiencia. Los grabados de Goya y las viñetas de Daumier son su abecedario visual, y de una forma más literal, la Biblia, la poesía de Dickinson y las novelas de Proust y Henry James. Una de las facetas más interesantes de la obra de Pettibon son sus películas rodadas con un equipo de vídeo doméstico: Sir Drone y The Whole World is Watching: Weatherman'69 (1989). La primera narra la historia de dos punkis adolescentes, interpretados por el artista Mike Kelley y el rockero de Minutemen y Firehose, Mike Watt, que intentan montar un grupo y deben enfrentarse a las cuestiones éticas y estéticas que ello plantea. La segunda está inspirada en un grupo disidente activo en Estados Unidos cuyos miembros apoyan la resistencia armada a la guerra de Vietnam y al imperialismo americano. En la obra actúan, entre otros, Mike Watt, Kim Gordon y Thurston Moore, integrantes de Sonic Youth.

En los dibujos recientes de Pettibon han vuelto a adquirir importancia personajes como Batman y Superman, que desatan sus deseos reprimidos, lo que contradice su imagen pública de defensores de la ley y el orden. Pettibon inició su serie de guiones sobre Batman en 1993. Por el momento, ninguno de esos guiones ha sido filmado.

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