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La Declaración de Bolonia y la LOU

El Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) nació gracias al impulso del conjunto de las universidades europeas cuando tomaron conciencia de que era importante construir una Europa de la educación superior, un espacio europeo más allá del euro y de la libre circulación de los capitales. Ministros y responsables políticos que habían sido antes rectores o dirigentes universitarios fueron los impulsores, con la vista puesta en 2010, de la Declaración de Bolonia, que firmaron, en 1999, 23 Estados, y que hoy ya implica a 45.

En el Estado español es más que evidente el retraso en el proceso de construcción del EEES. La actitud del PP al respecto ha sido reiteradamente de ignorancia. El proyecto de Ley Orgánica de Universidades (LOU) entró en el Congreso sin ninguna referencia al EEES y revela que Europa no existía en la cabeza de sus redactores, que querían modelar una universidad lejos de los vientos que apuestan por una universidad flexible, libre y al servicio de la sociedad y no de unas élites funcionariales. Si, además, y ya con el Gobierno socialista, los trabajos definitorios de lo que tienen que ser los nuevos estudios se han hecho sin incentivar la participación de los diferentes agentes sociales (sindicatos, empleadores, estudiantes y graduados), es fácil concluir que la LOU es hoy por hoy el principal enemigo del proceso de Bolonia. Sólo hay que observar el mantenimiento de un absurdo y rígido catálogo de titulaciones oficiales que crea una inexplicable división entre los estudios que se hacen dentro de una misma universidad, impartidos por los mismos profesores, en las mismas aulas y laboratorios.

Bolonia no pone, como se ha dicho, la Universidad al servicio del mercantilismo: pone al estudiante en el centro del proceso de aprendizaje y busca que ninguna de sus expectativas de futuro pueda quedar condicionada. Que sea el estudiante quien decida lo que quiere hacer al finalizar cada etapa, ya sea proseguir los estudios de inmediato o más adelante, mientras trabaja (porque, es preciso tenerlo claro, la formación no acaba con el final de la etapa universitaria, debe continuar a lo largo de toda la vida). Se ha hablado también de un posible riesgo de privatización de la Universidad pública. Sin embargo, durante el proceso se ha mantenido una posición contraria a la inclusión de la educación superior dentro de los acuerdos del GATS impulsados por la Organización Mundial del Comercio y también a la inclusión de la educación dentro de la directiva sobre servicios del mercado interior, la directiva Bolkenstein. En Cataluña, la Generalitat ya ha reiterado que en ningún caso esto ocurrirá porque la Universidad pública continuará recibiendo el máximo respaldo posible. Por eso habrá una oferta de estudios de grado y de master a precios públicos para satisfacer las demandas sociales y académicas porque ¿es admisible que nuestros estudiantes queden al margen de la Universidad europea, del sistema de movilidad y de las titulaciones compartidas?

Es triste que este año multitud de estudiantes europeos ya hayan recibido titulaciones de universidades europeas como graduados oficiales y en cambio que ya sepamos que no habrá ningún graduado oficial del Estado español antes del año 2011. No nos consuela que en Cataluña salgan unos miles en el año 2007 (muchos de ellos con título no oficial, pero acreditado por la Generalitat) en el marco del plan piloto entre las universidades y el Departamento de Universidades. Con todo, seguiremos apostando por el EEES, por nuestros estudiantes y nuestras universidades, para dar a éstas la oportunidad de desarrollar su creatividad, en el uso responsable de la autonomía universitaria y la rendición social de cuentas.

Carles Solà es consejero de Universidades, Investigación y Sociedad de la Información de la Generalitat.

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