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Columna
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El chico del PP de Badalona

Lo que tiene es que es alto. Y claro, eso, en Badalona, da mucho tirón, porque la mayoría se cree que es algún jugador de la Penya, y se lo mira cuando pasea por la calle del Mar. Por supuesto, nadie excepto entendidos, familia y algún damnificado saben que se dedica a la política, y aunque lleva años haciendo el chulín de barrio por los aledaños del PP, su perfil político es tan popular como el de Carmen de Mairena. Se llama García Albiol, parece inteligente cuando calla, y es tan relevante para la política local, que cuando lo deje, nadie sabrá que había estado. Sin embargo, en el círculo de los enteradillos, y más allá de sus muchas virtudes políticas, todas ellas profusamente desconocidas, algo brilla en su notable ausencia de brillo: al chico le gusta hacer méritos sacando pecho y repartiendo insultos. Algo saben de eso algunas entidades que se han cruzado en su camino, y a punto han estado de cruzarse la cara. Esta perla de la política local tiene, sin embargo, una peculiar habilidad que le permite un éxito notable de fotos: le encanta hacer de dama de compañía. Que viene Zaplana, y raudo lo acompaña por las áridas tierras de la pérfida Cataluña. Que viene Rajoy, lo mismo, con palmito asegurado dada la altura y el desparpajo. Que viene Acebes, y le lleva el rosario. Y así, haciendo méritos por acompañamiento, y sacando pecho del diccionario, versión Camilo José Cela, contra todo antipepero que se precie, el chico ha conseguido hacerse un hueco. Ganas no le faltan, aunque le falte el resto, que ya se sabe que donde no llega el mérito, llega el empeño. De ahí que su fama momentánea, con éxito warholiano de telediario, no sea fruto del azar, sino de un trabajado entrenamiento como guardaespalda, versión Demolition man. Ahora que lo han cazado en plena faena ilustrada contra un manifestante de cacerola, queda demostrado que el regidor del PP en Badalona no es del todo inútil: sirve para el mamporro y el tentetieso. Por supuesto, el bueno de Piqué no va a destituirlo, que esas cosas de destituir a los mamporreros y a los provocadores, sólo lo hacen los tontos de izquierdas. La derecha se lleva muy bien con sus miserias. Total, ¿algún dirigente actual del PP no se había paseado, en su juventud, por el campus de derecho, cadenas y porras en mano? Será, será que el único defecto de este chico de Badalona es haber nacido tarde, porque en los inicios de la transición, habría hecho un carrerón dándole a los rojos, a los antifranquistas y a las otras especies de la fauna de la época.

Al margen del puño suelto del concejal, todo el lío de Martorell merece una reflexión más allá de la boca caliente que la campaña comporta. Lo primero, lo obligado: el PP no sólo tiene el derecho a pasearse por Cataluña y decir lo que quiera, sino que ese derecho tiene que estar garantizado y totalmente protegido, y ello nos concierne a todos. Lo segundo, que más allá de la violencia -que entra en el terreno del delito-, los actos de boicoteo verbal son de uso cotidiano en la política, pero eso no quita que sean maleducados, antipáticos y primarios. Personalmente, y bajo cualquier circunstancia, me resultan desagradables. Tercero, que dicho todo lo dicho, el victimismo grandilocuente que ha hecho Josep Piqué a raíz del altercado está más cerca de la demagogia electoral, que del resistencialismo heróico. Listo como el hambre, Piqué habrá pensado que no tenía campaña, y cuatro tontos se la han hecho. Y, finalmente, todos los que hemos estado en política hemos vivido momentos de tensión callejera, y en algunos casos los insultos han llegado a ser amenazas. Pero prácticamente nadie ha convertido esa experiencia estúpida en una especie de martirologio político. Como bien decía Carod, ¿qué creen que ocurre cuando ERC se pasea por algunas Españas auténticas? Y, ¿se creen que los nacionalistas vascos circulan por caminos de rosas, cuando lo hacen por las mesetas patrias? Biografía en mano, servidora les podría contar experiencias que rayan lo sobrenatural. Y para sobrenatural, lo de Pepe Rubianes, cuya integridad física no le permite, en estos momentos, pasearse Ebro abajo. Por supuesto, el griterío, el abucheo y el zarandeo del otro día en Martorell son el indicio preocupante de una sociedad que tiende a lo tabernario y huye de lo dialéctico, y que, por el camino del grito, milita en lo intolerante. Hace tiempo ya denuncié el mal síntoma de algunos boicoteos en las universidades, a gentes cuyo pensamiento no gustaba a los alborotadores de turno. No. Nada de esto me gusta, nada de esto es bueno, y nada de esto es de recibo. No niego la gravedad. Lo que niego es que el PP sea víctima, cuando azuza todos los fuegos territoriales y, por la vía de conseguir un puñado de votos, no tiene apuro en pisar los campos de minas catalanes. Añadamos el puño flojo del concejal del PP. Añadamos que el PP calla cuando las agresiones las sufren otros. Añadamos que, víctima de la intolerancia de algunos en Cataluña, es victimario de la intolerancia de muchos en España. Añadamos, además, que no tenía campaña, y que hacerse el héroe siempre activa resortes primarios. Añadamos, finalmente, que al PP no le importa demasiado proyectar una mala imagen de este país, cuyas miserias engrandece, tanto como ningunea sus grandezas. Puede que Piqué tuviera su momento sincero, y lo de Martorell lo sacara de sus casillas. Pero después supo lo de su concejal pugilístico, y vio las fotos, y sabe que hasta Pujol ha tenido altercados, y sabe sobre todo que nadie monta tanto número por cuatro cretinos, y sabe que le va de perlas utilizarlo todo para su campaña. Lo de Martorell es un indicio preocupante, ciertamente. Pero no sólo por los de la cacerola y el boicoteo. También es preocupante el estilo del concejal del PP, la impunidad con que continuará en sus cargos y lo poco que todo ello le preocupa al ínclito candidato. ¿Doble moral? Diría, más bien, moral de doble uso, en función de quién es víctima y quién es victimario.

Pilar Rahola es escritora y periodista. www.pilarrahola.com

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