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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¿Es lícita la risa a cualquier precio?

¿Es lícito hacer reír a cualquier coste? ¿Dónde se encuentran, moralmente, las fronteras de la risa? Estas preguntas, que ya se podrían haber formulado en 1997, cuando Roberto Benigni realizó la muy objetable La vida es bella -y, de paso, tiñó de cómplices sonrisas nada menos que el Holocausto judío-, se hacen ahora perentorias cuando asistimos a un filme como El tigre y la nieve. Porque lo que entonces se vio como un llamado a endulzar la vida de una inocente, la víctima de un inconcebible horror, y para algunos era algo así como un hermoso canto a la esperanza y la supervivencia, ahora es sencillamente la pestilente, rastrera utilización de una guerra en presente, nada menos que la de Irak (en la que, conviene recordarlo, por si acaso, combaten aún soldados italianos, contra la mayoritaria opinión pública), para situar en ella una peripecia amorosa, la recuperación del amor por parte de un hombre obsesionado por hacerse querer por la mujer de sus sueños.

EL TIGRE Y LA NIEVE

Dirección: Roberto Benigni. Intérpretes: Roberto Benigni, Nicoletta Braschi, Jean Reno, Tom Waits, Emilia Fox. Género: comedia dramática, Italia, 2005. Duración: 114 minutos.

Y nada menos que hasta Bagdad se ha ido Benigni para rodar los delirios de su criatura, haciendo de su deseo desenfrenado (y "buen rollito", claro, como corresponde a su arquetipo más habitual, el hombre embarullado pero de buen corazón que no para hasta lograr lo que se propone) el único sentido de una peripecia en la cual utiliza toda su verborrea y su supuesto humor para provocar situaciones que beneficien a su amada herida... por encima de casi cualquier otra cosa.

Cómico torrencial

Pero con ser grave esta utilización de la guerra, no lo es menos que El tigre y la nieve es una película tan mala como, por ejemplo, Pinocho o las varias peripecias anteriores que se agolpan en la filmografía de nuestro hombre. Porque conviene no llamarse a engaño: Benigni, un cómico torrencial que realizaba, hace ya muchos años, performances televisivas verdaderamente rupturistas y que en sus dos primeras películas logró unánimes consensos, hace ya mucho tiempo que ha perdido la brújula, y ni siquiera la recurrencia a la pluma de uno de los guionistas más inspirados del cine italiano de las últimas décadas, Vicenzo Cerami, le valen para enderezar el rumbo.

Lamentable, cuando oportunistamente utiliza la guerra como materia narrativa, aburrida casi en el resto de su metraje, no es ésta la película de Benigni que lo va a reconciliar con su público. Y si no, al tiempo.

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