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Reportaje:

"Idolatrábamos a los héroes"

Günter Grass declara en la presentación de su autobiografía, 'Pelando la cebolla', que "muchos se desenvuelven como si su memoria estuviera libre de dudas"

Günter Grass, la mayor gloria viva de las letras alemanas, Premio Nobel de Literatura y Premio Príncipe de Asturias se presentó ayer por primera vez en público en Alemania después de haber reconocido por primera vez que formó parte de una unidad de las Waffen-SS, el cuerpo de elite militar nazi responsable de muchas de las peores atrocidades cometidas durante el III Reich. Grass durante la presentación del libro dijo que los niños "idolatrábamos a los héroes" y que pertenecer a esa unidad era un honor. El escritor alemán, que hace aun unos días había hecho un cierto gesto de comprensión hacia aquellos que lo han criticado por ocultar durante 60 años su pertenencia a estas unidades y había realizado lo más cercano a una petición de excusas al alcalde de su ciudad natal, la hoy polaca Gdansk, y otrora Danzig, se mostró ayer decidido a justificar tanto su lejano pasado juvenil como su posterior silencio. Grass insiste en que recuerda poco y cuando lo cuenta él toda la simpatía del público no lo hace más verosímil.

El autor de 'El tambor de hojalata' sostiene que no disparó ni un solo tiro
"Atacó a Joachim Fest, biógrafo de Hitler, y radicalmente antinazi"

Es más, probablemente animado por un sector muy militante de público que acudió al acto a defenderle de lo que consideran una agresión a su gran ídolo de la izquierda intelectual, el escritor respondió en gran parte airado a las preguntas del interlocutor en el llamado Sofá Azul de las entrevistas literarias y acabó atacando a Joachim Fest, gran biógrafo de Hitler, pensador e historiador conservador profunda y radicalmente antinazi y se lanzó en una diatriba contra el canciller Honrad Adenauer que resultó incómoda hasta para los más fervientes admiradores del autor del Tambor de hojalata.

Se había organizado una breve presentación para críticos por la tarde y después una lectura de diversos pasajes de su autobiografía ante un público muy amable que siempre estuvo a su favor y en contra del periodista y escritor Wolfgang Herles ya tímido en sus preguntas. Lo que resulta evidente es que esta primera actuación de Grass después de conocerse su muy medida confesión no va a aplacar las críticas a su persona y en todo caso, salvo que hoy en una sesión semejante en Frankfurt enmiende la línea, le causarán más ataques de esos que él volvió ayer a considerar parte de una campaña contra su persona.

En la primera sesión como en la segunda de este acto de presentación de la editorial Steidl en Berlín se le preguntó por su inexplicable incapacidad de contar una terrible experiencia como la presencia en estas semanas finales en una unidad de las Waffen- SS acusada de ejecutar a prisioneros soviéticos precisamente en la región en la que el escritor describe sus experiencias y asegura no haber disparado jamás un solo tiro. Grass insistió en su versión y dijo "no haber superado las reticencias a revelar su pasado porque ha formado parte de un largo proceso que tiene que ver con mi desconfianza respecto a las autobiografías". Y añadió, con la vista perdida, que "muchos se desenvuelven como si su memoria estuviera libre de dudas".

El marco de la presentación del libro era incomparable y la que merece un libro de la calidad literaria de Pelando la cebolla (Beim Häuten der Zwiebel), una autobiografía que conmueve por la fuerza de la palabra y que sin duda está entre las mejores de Grass. El Berliner Ensemble es un templo del teatro y la literatura alemana fundado por Bertolt Brecha y Helene Weigel. Aunque ya creado en la parte oriental de Berlín y a pocos metros de donde en 1961 se erigiría el muro, el escenario es uno de los más evocadores para cualquier amante de esa literatura alemana en la que Brecht y Grass son dos máximas protagonistas. Por desgracia, ayer Grass en cuanto se sintió arropado por los primeros aplausos y después de reconocer por un momento que la crisis de las últimas semanas le había hecho reflexionar dijo que se hallaba "estabilizado". Esto es probablemente lo peor que podía pasar porque a partir de ahí adoptó la misma posición que se conocen en situaciones similares de gentes como Kurt Waldheim o el canciller Kiesinger al que el propio Grass se refirió ayer con desprecio. Siempre celoso de buscar el apoyo de la audiencia Grass aludió también con ganas de hacer gracia al joven Joseph prisionero de guerra con él de quien ha sugerido que era el actual Papa Benedicto XVI y que, según dijo, no pensaba mucho en las mujeres pese a estar como él en la pubertad. Resumiendo, un gran autor presentó ayer en un gran marco un libro en sí magnífico que es un broche a una inmensa obra de una literatura difícilmente igualable para dar una impresión perfectamente deplorable.

Günter Grass, durante la presentación de <i>Pelando la cebolla. </i>
Günter Grass, durante la presentación de Pelando la cebolla. AP
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