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Libros hermosos para leer, tocar y conservar

Javier Santillán, director de Gadir, defiende la edición tradicional de calidad

Rodeado de los ejecutivos de los grandes grupos editoriales, Javier Santillán (Madrid, 1959), fundador y director de la editorial Gadir, ha sido la voz de los más pequeños del gremio del libro en el Encuentro sobre la Edición que ayer se clausuró en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Santander. El editor defiende los valores tradicionales: vender libros que sean objetos hermosos, que valga la pena leer y conservar. Los libros digitalizados, los que no se tocan, no le interesan.

En menos de tres años de trayectoria, Gadir puede presumir de un catálogo de 40 libros, 18 reediciones y una buena acogida de la crítica "y de los libreros", como a Santillán le gusta recordar. Economista de formación, funcionario y ex profesor universitario, Javier Santillán llegó a la edición por su afición a la lectura de novela, historia y antropología. "La óptica analítica del economista", dice, le ayuda a entender un sector extraño, "instalado en la superproducción" y necesitado de un ajuste. Ante la avalancha de títulos, entiende su trabajo como un filtro que ayude al potencial lector a descubrir títulos. "Desde el autor, toda la cadena de la edición debe seleccionar porque a las librerías no pueden llegar 250 novedades al día, como está pasando ahora", opina.

Santillán sabe que una editorial pequeña e independiente como Gadir debe defenderse con un catálogo generalista que amortigüe el riesgo de las fluctuaciones del mercado con una oferta de novela, ensayo, biografía y literatura infantil. La joya de su catálogo, su best seller, es El secreto del Bosque Viejo, de Dino Buzzati, de la que pronto saldrá la sexta edición. Buzzati es uno de los autores que muestra la predilección de Santillán por la literatura italiana.

La difusión de libros en soporte digital, sin control sobre la propiedad intelectual, ha despertado fuertes reticencias en el sector editorial. El buscador de libros de Google -capaz de rastrear entre los millones de títulos de las bibliotecas universitarias más importantes del mundo- se ha convertido en un ogro, omnipresente en el Encuentro sobre la Edición. Santillán no cree que la difusión de libros en Internet compita con el papel. "Es muy diferente a la música. Bajarse un libro de Internet requiere un soporte material y el resultado es peor. El libro está producido con bastante eficiencia, con una relación calidad-precio muy lograda. Hacemos libros baratos; la música, en cambio, era relativamente cara, con márgenes injustificados en algunos casos".

Para una editorial como Gadir, la digitalización de sus fondos no resulta natural. "Quizá en el futuro cambie de opinión, pero ahora no estoy dispuesto a que mis libros estén en Internet. Prefiero editar las obras con una buena edición. Yo quiero tocar los libros, me gusta el libro-objeto, que está en los antípodas de lo que puede ofrecer Internet", asegura. "No me cierro en banda, pero soy reacio. No veo Internet como sustituto de la edición de libros tradicional. No es concebible que la gente que compra libros de este tipo por sólo 20 euros te vaya a dejar por Google y empiece a imprimir los folios y poner una grapa. No es complicado y podía ordenarse jurídicamente para no ser desleal con la edición tradicional, pero no creo que vaya a ser un fenómeno masivo".

Santillán considera imprescindible la regulación del sector y el precio fijo del libro. "Es fundamental para defender el sistema ecológico de la edición de libros", afirma taxativamente. "Con la liberalización absoluta del precio en Estados Unidos la edición de calidad casi ha desaparecido, ha quedado en las buenas editoriales universitarias y algunas no lucrativas que sobreviven a base de mecenazgos". El librero es el gran cómplice, cree Santillán, del editor independiente. "El fenómeno de la desaparición de librerías va a revertir", aventura. "Bien gestionada, es rentable. Y un buen librero es tan importante como una buena crítica".

Javier Santillán, ayer en el palacio de la Magdalena de Santander.
Javier Santillán, ayer en el palacio de la Magdalena de Santander.PABLO HOJAS
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