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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Viaje truncado

Apuesta de riesgo en la apertura del Festival de Ópera de Bolsillo y Nuevas Creaciones. El estreno de una ópera sobre los atentados terroristas de Madrid del 11 de marzo de 2004, del compositor danés Lars Graugaard, generó una mezcla de expectación, inquietud y temor por lo delicado del tema. El libreto, obra de Toni Montesinos, intenta plasmar la angustia y el desconcierto de una víctima del 11-M que no sabe que ha muerto y que, a lo largo de 60 minutos, cobra conciencia de su estado y finalmente reclama a los vivos que expliquen lo que pasó por encima de la manipulación política y la intoxicación informativa. No es, desde luego, un tema fácil de llevar a escena. Y, en el intento, fracasan los autores de la obra, aunque los intérpretes hagan todo lo humanamente posible por defenderla.

Trenes de marzo

De Lars Graugaard. Ópera electroacústica para contratenor. Idea original de Lars Graugaard y Claudio Zulián. Libreto de Toni Montesinos. Intérprete: Oriol Rosés. Dirección de escena: Rafel Duran. Undécimo Festival de Ópera de Bolsillo y Nuevas Creaciones. Sala Beckett. Barcelona, 2 de noviembre.

La idea, de Graugaard y el compositor y cineasta Claudio Zulián, abre muchas posibilidades, pero no cuaja en un flojo libreto de Toni Montesinos. El tránsito de un pasajero fallecido, desde la soledad del desconcierto a la asunción de su propia muerte, se convierte en un monótono desfile de voces y personajes -un político del PP que justifica la ocultación de información, un terrorista del 11-M, una víctima iraquí de la invasión americana, y hasta George Bush justificando las invasiones de Afganistán e Irak- que pone el acento en la denuncia de la manipulación política.

La electrónica ofrece múltiples registros para explorar nuevos caminos expresivos en el tratamiento de la voz y Graugaard, que se lanza al empeño con buenas intenciones, logra algunos contrastes sonoros de poderoso efecto, pero se queda en el mucho más frío terreno de la experimentación, más cerca de la ambientación sonora que de un discurso musical capaz de comunicar emociones.

El trabajo del contratenor Oriol Rosés es, en cambio, para quitarse el sombrero: como cantante y actor, se deja la piel en el escenario. Muy digna la factura teatral del montaje de Rafel Duran.

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