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Reportaje:

Woodstock todos los días

La celebración de cinco festivales con más de 100 grupos confirma el buen negocio de la música en vivo

Un reguero de macrofestivales recorre España: Woodstock todos los días. Es el paraíso de los grandes conciertos, circunstancia insospechada hace pocos años. Después de permanecer al margen de las grandes rutas del pop, rock y similares, España es el destino preferido de todo el abanico musical. Vacas sagradas -Guns N'Roses, New Order-, líderes de la escena alternativa -Rufus Wainwright, Ben Harper- o luminarias de la música electrónica -Prodigy, Carl Cox- actuarán en un apoteósico fin de semana. Se cruzan el Summercase, que se celebra en Barcelona y Boadilla del Monte (Madrid); el Bilbao Live Festival, el Natural Music Festival de El Ejido (Almería) y el Desert Festival en Los Monegros (Zaragoza). Más de cien grupos, en su mayoría británicos y estadounidenses, se reunirán en una sorprendente proliferación de festivales.

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Detrás asoma el nacimiento de un negocio, rápidamente interpretado por algunas empresas que nacieron en la década anterior como pequeñas promotoras de conciertos. Lo que se inició en salas de Barcelona y Bilbao se ha convertido en un aparatoso negocio, con ramificaciones en toda España. El presupuesto general para los grandes conciertos de este fin de semana supera los 17 millones de euros. En algunos casos, están sufragados por las administraciones locales. El Ayuntamiento de Bilbao ha invertido 1,3 millones de euros en el festival que comenzó ayer.

Entre las razones de esta explosión están factores de promoción turística, de cambio en la industria del disco tras la aparición de las nuevas tecnologías, la posibilidad de un nuevo negocio y el interés por explorar la audiencia musical en España. Algunos expertos consideran que este verano será decisivo en el futuro de los grandes festivales. Si la respuesta no alcanza el nivel previsto, muchos desaparecerán. En buena medida dependerá de la presencia de aficionados de otros países, especialmente británicos. El origen hay que buscarlo en el éxito del Festival Internacional de Benicàssim (FIB), cuyo desarrollo ha sido vertiginoso. El FIB, que comienza el próximo día 21, tiene los abonos vendidos desde hace meses. Fuentes del festival apuntan que el 50% de los espectadores será extranjero. A la luz de lo que ha ocurrido en Benicàssim se han multiplicado las ofertas, hasta un punto que puede resultar inflacionario. Pero la realidad es el vertiginoso crecimiento con respecto al pasado verano. En 2005 se consideró que el calendario estaba saturado. No ha ocurrido así. El verano de 2006 es arrollador.

Dos empresas aparecen en primer término de la oleada: Sinnamon y Las Tour International. La primera está radicada en Barcelona. Empezó gestionando la programación de algunas salas, entre ellas, Zeleste, reconvertida en Razzmatazz. En 2002, entraron en el negocio de los festivales con el Wintercase, un certamen invernal itinerante que pasa por Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao. En 2004 apostaron por Creamfields, una mezcla de festival electrónico y fiesta playera, que se celebra cada agosto en la costa de Almería, informa M. J. López Díaz. Por fin, este año se introducen de cabeza en el emergente mundo de los festivales de verano con el Summercase.

Bilbao Live Festival es iniciativa de Last Tour International, una empresa con sede en Basauri (Vizcaya). En sus inicios gestionó el Café Antzokia, en Bilbao, una sala con 200 espectadores de aforo. De ahí dio el salto a Vitoria, donde ha organizado el Azkena Festival, una referencia indiscutible en el panorama español. Este verano se enfrenta a un desafío enorme con tres grandes: Summer Festival, que en junio congregó a unos 35.000 espectadores en Santander; Bilbao Live Festival, que arranca con 4,2 millones de euros de presupuesto, y Azkena Rock Festival, que celebra su quinta edición.

Los organizadores de Bilbao declaran haber vendido 12.000 abonos, que cuestan 100 euros. Esperan que asistan entre 15.000 y 20.000 personas cada una de las tres jornadas. Ignacio Casado, representante de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) para la zona norte, descarta la extensión de la cultura del pelotazo al circuito: "Puede haber quien quiera dar el pelotazo. No se lo tiene por qué impedir nadie, pero al final el que no lo hace bien se arruina o no repite", Casado subraya que su expansión no sólo beneficia a sus impulsores, también está contribuyendo a la profesionalización del sector.

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