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Reportaje:

El nieto dibujante del 'yakuza'

El Salón del Manga barcelonés homenajea al genial Hideshi Hino

"Infierno ven a mí y abrázame", dice uno de los versos del poema -anónimo según algunas fuentes, atribuido a Shin-Ye Antsu según otras- que abre Panorama Infernal, la autobiografía onírica de Hideshi Hino (Manchuria; 1946), maestro del manga de horror, que ha editado en castellano Ediciones La Cúpula.

Objeto de una deslumbrante exposición de originales en el XII Salón del Manga que ayer abrió sus puertas en La Farga de L'Hospitalet, Hino es un autor extraordinariamente dotado para extraer belleza de los rincones más oscuros del alma. Le viene de casta: su bisabuelo y su abuelo fueron yakuzas, su padre trabajaba en un matadero y lucía en la espalda un inmenso murciélago tatuado y él mismo estuvo a punto de morir cuando su familia tuvo que abandonar Manchuria al ser atacada por los lugareños, soliviantados contra todos los ciudadanos de origen japonés.Todas esas experiencias están de alguna manera transubstanciadas en Panorama infernal: "El libro es la representación pictográfica de mi estado de ánimo. Refleja cómo veía la historia de mi familia dentro de mi corazón. Todo lo que cuento ahí es verdad, pero en un sentido psicológico, no biográfico".

Artistas que pintan lienzos con su propia sangre, cabezas cortadas que se convierten en flores infernales devoradas por crías de pájaro, muertos que vuelven a la vida para contemplar, con mirada melancólica, la lenta degradación de su propio cuerpo, bebés mutantes que se alimentan de perros muertos, niños que adoran hongos atómicos esculpidos en barro... Estos son sólo algunos de los delicados materiales que maneja Hino para elaborar sus trabajos de desconcertante trazo naïf, aunque siempre recorridos por un onirismo hipnótico y movidos por un poderoso aliento poético. "Mis mangas tienen un componente grotesco, pero el humanismo que palpita por debajo de esa apariencia es bello", sugiere Hino, "nosotros nos alimentamos de carne y solemos comprarla envasada en el supermercado, pero, para que podamos hacerlo, ha habido alguien que se ha ensuciado las manos de sangre, que ha matado y destripado al animal. El auténtico humanista es el que es consciente de todo ese proceso. En esa sangre es donde se esconde la belleza. Mi obra intenta elogiar al ser humano. Detrás de cada uno de nosotros se ocultan elementos grotescos. Todos somos imperfectos. Una vez seamos capaces de comprender todo esto, sólo podremos sentir amor por la humanidad. Siempre he creído que el amor y la belleza están en el infierno".

A mediados de los años 80, Hino dirigió dos películas pertenecientes a la serie cinematográfica de gore extremo que se ha dado a conocer en Occidente bajo el nombre de Guinea Pig. Cuando el actor Charlie Sheen vio una copia en vídeo de Za ginipiggu 2: Chiniku no hana (Flowers of Flesh and Blood) (1985), opera prima de Hino, pensó que se trataba de una snuff movie y denunció el hecho al FBI. La película mostraba el sistemático desmembramiento de una mujer por parte de un tipo ataviado con casco de samurai. Los efectos especiales eran de un estremecedor realismo. Cuando el artista escucha ahora el nombre de Charlie Sheen, no puede reprimir las carcajadas y lo único que lamenta de ese incidente es que, a raíz del escándalo, en los mercados occidentales se le conociera más como cineasta que como autor de manga.

En los últimos años, el cine de horror oriental ha entrado con fuerza en las pantallas de Occidente, pero Hino se siente completamente ajeno a ese fenómeno: "No me gusta el terror basado en espíritus y maldiciones. Mi concepción del género se basa en la interacción del individuo con el mundo exterior. Es nuestra propia carne y nuestra propia sangre lo que genera el terror. No creo en fantasmas, ni en fenómenos sobrenaturales. El auténtico miedo no está en el fantasma, sino en el corazón de la persona que ve al fantasma: no es algo externo, sino interno. No hay nada que me dé miedo fuera de mi propio cuerpo". "Aunque le dan miedo las alturas y lo pasó fatal esta mañana cuando fuimos a la Sagrada Familia", apostilla el asistente personal del artista.

A pesar de los excesos que Hino es capaz de imaginar en obras como El hombre cadáver, El niño gusano o La serpiente roja, el artista defiende que casi todo su trabajo tiene una base biográfica: "Cuando eres joven, escalas simbólicamente una montaña y cuando ves lo que hay más allá, sientes, a la vez, el anhelo de alcanzarlo y el temor de abandonarte a ello. Todo lo que hago en mi obra es tirar del hilo de ese recuerdo vago de juventud para ver qué sale de ese estado psicológico. Mi trabajo procede de las imágenes deformadas de mi psique asociadas a esos temores y anhelos".

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