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Reportaje:

Un fracaso millonario

El faraónico proyecto de Enrique Ortiz, su dueño, no evita el descenso del Hércules por su nula planificación deportiva

El Hércules ha jugado una temporada en Primera con un presupuesto de primera (42 millones de euros), pero su infraestructura social y deportiva no ha estado a la altura. Una espiral de degradación ha empujado al equipo alicantino al precipicio. Entre el curso pasado y el actual ha generado una deuda de casi 35 millones y, si el consejo de administración no logra al menos 14 millones antes de agosto, asomará el descenso administrativo a Segunda B.

Casi nada, en Alicante, escapa al control político. O los políticos al de Enrique Ortiz, el dueño del Hércules, incurso en dos causas judiciales y asediado por el escándalo allí donde atesora sus intereses. De una investigación sobre el negocio de las basuras en la provincia se obtuvieron grabaciones de las que se desprendió que el club intentó comprar cuatro partidos para ascender a Primera.

Los jugadores, sin cobrar, se ejercitaban en un secarral con casetas prefabricadas

En medio de este primer escándalo se formó en agosto una plantilla rematada con las incorporaciones estelares del paraguayo Valdez, el francés Trezeguet y el holandés Drenthe. Este último, cedido por el Madrid, protagonizó gran parte de la campaña. Casi al tiempo que los futbolistas amenazaron con un plante antes de recibir precisamente al Madrid porque ni tenían agua caliente en el único campo de entrenamiento, en un secarral de Foncalent y con vestuarios prefabricados, fue cazado circulando de madrugada a casi 180 kilómetros por hora por el centro de la ciudad. Ni fue sancionado. Luego, se marchó de vacaciones en Navidad antes que nadie y se negó a volver porque no cobraba. Ortiz no quiso desprenderse de él, pero acabó desconectado del equipo, presuntamente lesionado y creciendo como problema, no como jugador.

Y eso que la primera vuelta terminó con el Hércules en mitad de la tabla, nueve puntos por encima del descenso, a pesar de su parco rendimiento fuera del Rico Pérez, donde solo ganó (0-2) en el Camp Nou, a la postre la única derrota del Barcelona en casa. Pero el entrenador, Esteban Vigo, predijo las penurias en cuanto el equipo fallara en su estadio y así sucedió. Colista, fue despedido a falta de nueve jornadas tras perder en casa ante Osasuna. Cuando a Paquito, el director deportivo, le pidieron un listado para contratar otro técnico, ofreció una relación en la que estaba el mismo Esteban, fichado casi dos años antes y sustituido finalmente por Miroslav Djukic, que se quejó de encontrarse con una plantilla acomodada, con escaso fondo físico y poco partidaria del trabajo duro.

"El equipo está físicamente hundido. No puede aguantar 90 minutos a un ritmo elevado. Se cae y los jugadores me piden el cambio", dijo Djukic. El serbio dio entrada a los que apenas habían tenido protagonismo y dejó en el banquillo a otros como Valdez. Los fichajes de Thomert, Sarr, Pulhac o Fritzler no mejoraron lo que había o a quienes se marcharon, cuyas rescisiones contractuales acabaron costando 2,2 millones. Y el mejor en la recta final fue Sendoa, un debutante en Primera con... 35 años.

Como suele suceder en el fútbol, un promotor inmobiliario y contratista ha creído acabar sabiendo más que nadie hasta llegar a planificar el futuro del club sin cantera, fiándolo todo al ansia por conseguir ingresos a través de planes urbanísticos en el entorno del Rico Pérez y la construcción de un nuevo estadio para liberar el actual, recomprado en 2007 por 7,8 millones al Ayuntamiento a nombre de la mercantil Aligestión, SL, de la que Ortiz posee el 70%.

Pero la aventura empresarial de contratar futbolistas a golpe de talonario ha llevado al Hércules a una huida hacia ninguna parte. Incluso a Ortiz, que, a lomos de su imponente Ferrari, decidió desandar el camino y dejar el 80% de las acciones del club en manos de la Fundación del Hércules. Primero quiso poner a su hija a presidirla. Luego, se la ofreció a un aspirante a candidato a alcalde de Alicante por el PSPV. Finalmente, aceptó a Miguel Campoy, también presidente de la Autoridad Portuaria alicantina. Fue este quien facilitó un convenio de patrocinio con la Generalitat valenciana que permitió pagar a los jugadores. De nuevo, la política, si bien Ortiz sigue tomando las decisiones.

El futuro económico podría solventarlo el Hércules a corto plazo con el ingreso de los siete millones que le aportará la Liga por el descenso a Segunda y por las posibles ventas de Valdez y Femenía. Pero el problema no se reduce al corto plazo. El club ha seguido con Ortiz los pasos del Valencia que presidió Juan Soler, embarrancado en proyectos faraónicos que todavía no han visto la luz. "Las expectativas eran otras. Ha sido un fracaso total", sentenció Valdez.

Enrique Ortiz.
Enrique Ortiz.JOAQUÍN DE HARO

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