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Reportaje:

A 20 minutos del gran apagón

La suerte y la actuación de Red Eléctrica evitaron que el incidente en Alemania provocara el mayor corte de luz en España

Ramón Muñoz

El sistema eléctrico necesita ser perfecto para funcionar: en cada momento la energía que se produce debe ser exactamente igual a la que se consume. De esa difícil tarea se encarga Red Eléctrica Española (REE). Su base de operaciones es el Centro de Control Eléctrico (CECOEL), un edificio en un parque empresarial en Alcobendas, a las afueras de Madrid. Desde su enorme panel central, y los paneles adyacentes, muy al estilo de la NASA, se controla en tiempo real el estado de toda la red: 33.000 kilómetros de líneas de alta tensión y 2.800 subestaciones. Si algún elemento falla, el sistema lo detecta y está preparado para tomar una decisión automática e instantánea que garantice la calidad del suministro. Cuando saltan las alarmas, las decisiones son fundamentalmente de dos tipos: el aumento o la disminución de la generación de energía, por un lado, y la restricción del consumo, por otro.

Lo más acuciante ahora es saber cómo evitar que el sistema europeo vuelva a fallar

Después de los ordenadores, llega la intervención humana. Un triunvirato formado por un jefe de turno -el máximo responsable-, un encargado de vigilar la generación y otro del transporte deciden cómo recuperar el sistema. Son ellos, y su equipo de ayudantes (en torno a ocho operarios) quienes, por ejemplo, en caso de apagón, se ponen en contacto con los centros de control de las eléctricas para que aumenten la producción de sus centrales y se pueda restablecer de nuevo el suministro.

España nunca ha sufrido un gran apagón como el sucedido en Italia en septiembre de 2003, que dejó sin luz a millones de italianos durante toda una madrugada. Lo más parecido aquí fue el corte que sufrió Barcelona y su cinturón metropolitano en la tarde del 14 de diciembre de 2001, debido a una ola de frío. Pero un crucero de lujo noruego o, para ser más precisos, la decisión de desconectar dos tendidos de alta tensión para permitir que pasara por debajo el Norwegian Pearl, no sólo ha supuesto el mayor incidente del sistema eléctrico europeo, sino que pudo causar el mayor apagón en la península Ibérica.

Y es que en materia eléctrica no estamos solos. La red de todos los Estados europeos (salvo los nórdicos y Reino Unido), desde España hasta las fronteras de la antigua Unión Soviética -23 países y 450 millones de consumidores- está interconectada y funciona como un todo. De hecho, las miles de centrales europeas producen al unísono, exactamente a 50 ciclos por segundo (hercios). "Es como una enorme barca, en la que los remeros tienen que ir a un mismo ritmo", explica Luis Imaz, director de desarrollo de red de REE. Por eso, para que funcione el sistema es fundamental mantener esa frecuencia de 50 hercios. Cuando se produce más energía de la que se consume la frecuencia sube y cuando se da la situación contraria, baja. Si se eleva o cae un cierto umbral (2 o 3 hercios), el sistema aplica automáticamente sus defensas y comienza a desconectar líneas entre países.

El pasado sábado ese proceso se produjo a escala gigantesca. Aún no se conocen bien las causas -el regulador alemán ordenó ayer abrir una investigación-, pero lo cierto es que en apenas unos minutos se cortaron 14 interconexiones en Alemania, partiendo en dos el continente europeo y creando tres grandes islas eléctricas, entre las que dejó de fluir la electricidad.

En la isla en la que quedó España, que incluía la mitad de Alemania, Italia y Francia, comenzó a producirse menos de lo que se consumía, y cayó la frecuencia hasta los 49 hercios. La alarma en el CECOEL saltó a las 22.10. Para recuperar los 50 hercios lo lógico es que se hubieran puesto a funcionar a mayor ritmo las centrales disponibles. Pero ocurrió justamente lo contrario debido a los protocolos oficiales de seguridad que la propia REE considera obsoletos: el sistema informático desconectó centrales eólicas con potencia de 2.800 megavatios y una central a gas en Arcos de la Frontera (480 MW), agravando aun más el problema de falta de energía, y forzando a un apagón controlado en distintas zonas del país por un total de 1.500 MW, el consumo equivalente de Galicia.

La energía que aún precisaba el sistema se extrajo de Francia. En todas estas decisiones no intervino la mano humana. ¡Se tomaron por ordenadores en dos milisegundos!Pero la suerte evitó que el incidente se convirtiera en caos. Y es que si el corte se hubiera producido apenas 20 minutos antes, el apagón habría afectado al menos a la cuarta parte de la población. A esa hora España estaba importando energía de Francia (alrededor de 2.200 MW). De comenzar en ese instante el apagón, el sistema hubiera chupado aun más energía del país vecino, sobrepasando los 3.500 MW. Con esa energía fluyendo, las cuatro líneas que nos unen a Francia se hubieran sobrecargado y el sistema podría haber ordenado el corte automático de la interconexión con el país vecino. Es decir, que la península Ibérica hubiera quedado aislada por primera vez, sin poder importar energía, lo que hubiera obligado a programar más apagones para cubrir ese déficit. "De haber sucedido a las diez menos diez, los cortes hubieran sido más graves, y existía el riesgo de que se interrumpiera la interconexión", reconoce Tomás Domínguez, jefe del CECOEL, y que se enteró del incidente porque sufrió el apagón en su domicilio.

Pero la suerte quiso que el sistema, que funciona casi autónoma-mente y, nunca mejor dicho, a la velocidad de la luz, decidiera cambiar la dirección del flujo de energía y en el momento del apagón España estuviera exportando electricidad a Francia. Lógicamente dejó de hacerlo tras el corte y el sistema importó automáticamente más de 2.000 MW de Francia para cubrir el déficit energético, pero éste era un flujo admisible por las líneas, sin riesgo de sobrecarga.

Los técnicos de REE también actuaron. Tras los mecanismos automáticos, el equipo de REE se puso en contacto con los centros de control de las eléctricas y en apenas 20 minutos se aumentó la producción de energía, y se pudo restablecer el suministro de las zonas del apagón.

Tras el susto ahora se abren varias interrogantes. La más acuciante es saber cómo evitar que el sistema europeo vuelva a fallar. A escala nacional, el debate se centra en la necesidad de cambiar los protocolos de seguridad para evitar que las centrales eólicas, cada vez con más peso en el conjunto del suministro, dejen de funcionar a la más mínima alarma. También se reabre el debate de incrementar la capacidad de interconexión con Francia. Todo, con tal de evitar el gran apagón.

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Sobre la firma

Ramón Muñoz
Es periodista de la sección de Economía, especializado en Telecomunicaciones y Transporte. Ha desarrollado su carrera en varios medios como Europa Press, El Mundo y ahora EL PAÍS. Es también autor del libro 'España, destino Tercer Mundo'.

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