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Reportaje:

Otras clases de Universidad

El Gobierno presenta su propuesta para renovar los métodos docentes en los campus ante el espacio común europeo

J. A. Aunión

Un profesor entra en el aula. Los alumnos universitarios le reciben sentados en sus pupitres y durante 50 minutos o una hora, apuntan la lección que el docente les explica. Así pasa el curso, hasta que, llegado el momento de la evaluación, los alumnos vuelcan en un examen los contenidos que el profesor ha dictado, tal vez completados con otros trabajos. Ésta es la lección magistral, el esquema habitual en las aulas universitarias españolas, y no es suficiente. Es necesario potenciar, según la propuesta lanzada por el Gobierno, la participación activa de los estudiantes en su formación a través de tutorías, seminarios para grupos reducidos con clases prácticas o trabajos dirigidos con un profesor que, en lugar de limitarse a dar la lección, proponga objetivos a sus estudiantes, les ayude a corregir las desviaciones y que evalúe coel proceso de aprendizaje. Es decir, hay que conseguir motivar al alumnado.

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Los enemigos de la reforma

Según el trabajo presentado, después de un año de estudio por la comisión del Consejo de Coordinación Universitaria sobre la renovación de las metodologías docentes, quienes se queden al margen de este proceso de actualización "deberán pagar un alto coste futuro por ello". El proceso de convergencia para crear el Espacio Europeo de Educación Superior, que pretende que en 2010 todos los títulos universitarios expedidos en la UE sean homologables, constituye una oportunidad única para "avanzar y posicionarse en un segmento cada vez más competitivo, nacional e internacionalmente", se lee en el texto.

El esquema de créditos de cada asignatura en ese nuevo espacio europeo ya no habla sólo de horas de clase, sino también de horas de trabajo del estudiante. La comunidad universitaria ve inviable desterrar la lección magistral, pero pide que se complete con prácticas "más participativas y abiertas".

Proyectos piloto

Muchas universidades españolas (el 75%) han puesto ya en marcha durante los últimos años proyectos piloto en busca de esta metodología. Es el caso de la Facultad de Matemáticas de la Universidad Complutense. Tras varios intentos en asignaturas sueltas de los últimos cursos de carrera, el año pasado se constituyó un grupo piloto de recién llegados a 1º. "En 4º y 5º, los alumnos ya estaban demasiado acostumbrados al esquema clásico, y les costaba mucho encajar los nuevos métodos", explica Luis Miguel Pozo, vicedecano de la facultad.

El grupo piloto de 1º fue de 25 alumnos -normalmente son 50-, y se les dio el curso completo con tres objetivos globales, más allá de los contenidos de cada materia: "Acostumbrarles a trabajar las matemáticas cada semana, que aprendieran a leerlas y a escribirlas correctamente, y familiarizarles con el trabajo con libros especializados", relata Pozo. Les dividieron en grupos de tres, y les dieron un libro de texto básico a cada alumno y otros dos a cada grupo -propiedad de la biblioteca de la facultad-. Tuvieron menos clases teóricas y más exposiciones y resolución de problemas en grupo con apoyo del profesor -que se pasea por la clase, a su disposición, mientras los alumnos trabajan-. Además, entregaron prácticas cada semana, que contaban para la nota final, y cada dos o tres semanas los grupos debían asistir a una tutoría de media a una hora con el docente -"si van los tres, les da menos corte", dice Pozo-. Y sumado a todo ello, cada docente podía emplear técnicas concretas para su asignatura.

"La tasa de éxito de este grupo fue del 75%-80%, y la media de los demás es del 50%", asegura Pozo. "Nos critican porque estamos demasiado encima de los alumnos, cuando la filosofía de la convergencia europea es darles más autonomía. Pero creemos que es mejor darles primero unas herramientas de trabajo para ir cediendo después cada vez más autonomía", añade.

Entre las recomendaciones del Consejo de Coordinación Universitaria, proponen la creación de un Plan Específico para la Renovación de las Metodologías Educativas (PEREME), que sirva de marco a las iniciativas de cada campus. El secretario general de Universidades, Miguel Ángel Quintanilla, hizo suya esta propuesta la semana pasada.

Este proyecto ofrecería apoyo técnico a los docentes, ofreciéndoles formación pedagógica, hoy casi inexistente, y modelos de buenas prácticas a imitar. Entre las propuestas, señalan los programas de tutorías para profesores noveles, que pasarían los primeros cursos arropados por un profesor-tutor experimentado.

El plan de formación será inviable, en opinión de la comunidad universitaria, sin una mejora de los incentivos que reciben los profesores por prepararse y por sus buenas prácticas. Y, para ello hay que mejorar los instrumentos que evalúan esta calidad, dijo Quintanilla. La última pata de la reforma es la introducción de las nuevas tecnologías. Al final, más que ofrecer recetas, lo que se persigue es que se utilicen estas nuevas metodologías como elemento de excelencia y diferenciación.

LUIS F. SANZ

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Sobre la firma

J. A. Aunión
Reportero de El País Semanal. Especializado en información educativa durante más de una década, también ha trabajado para las secciones de Local-Madrid, Reportajes, Cultura y EL PAÍS_LAB, el equipo del diario dedicado a experimentar con nuevos formatos.

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