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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Toda la ciencia que hay que leer

Javier Sampedro

Pese a las tormentas que ha desatado Harold Bloom con sus intentos de empaquetar la literatura occidental en un canon, los críticos literarios no tendrían mucha dificultad en ponerse de acuerdo sobre las 20 o 30 novelas que deben aconsejarse a toda persona o, al menos, a toda persona que sólo piense leer 20 o 30 novelas en su vida. El grado de consenso sobre quiénes son los grandes científicos es igual de alto, pero el público, tanto el docto como el lego, se tiene que conformar con conocer el esqueleto de sus descubrimientos, o la caricatura de sus ideas, expuestas una tras otra como doctrinas reveladas por un dios abstracto.

Pero los grandes científicos sólo llegaron a esas ideas tras explorar interminables calles sin salida, ahogarse en sus propias dudas y batirse contra verdades instaladas durante milenios en la engañosa memoria colectiva de la especie. Y escribieron libros para recoger esa aventura intelectual.

EL CANON CIENTÍFICO

José Manuel Sánchez Ron

Crítica. Barcelona, 2005

290 páginas. 19,95 euros

Convencido de que esos libros son un trozo de cultura humana tan esencial como las obras maestras de la literatura y de que deberían compartir con ellas las estanterías más visibles, el historiador y académico José Manuel Sánchez Ron ha tomado prestada la toga de Harold Bloom y se ha sentado a compilar un canon científico, una colección de 20 o 30 libros fundamentales que han marcado el progreso del conocimiento.

Las obras irán apareciendo

en Clásicos de la Ciencia y la Tecnología, una nueva colección de la editorial Crítica. El propio Sánchez Ron ha escrito el primer libro, titulado justamente El canon científico, que sirve por un lado como presentación de la colección, pero que también puede leerse como una historia de la ciencia algo distinta de las habituales, precisamente porque no está armada con teorías descarnadas, sino tejida con las obras canónicas que dejaron escritas los autores de esas teorías. Si el diablo mora en los detalles, no dejen de apreciar el siguiente: el libro más importante de la historia de la ciencia, el Philosophiae Naturalis Principia Mathematica con que Newton fundó la física moderna, salió a la venta en 1687 a nueve chelines la unidad. En 1998, la casa Christie's subastó uno de esos ejemplares por 321.000 dólares.

La obra de Newton aparecerá en la colección, por supuesto -no es que forme parte del canon, sino que casi lo define-, y también estará El origen de las especies de Charles Darwin. Son las elecciones más obvias, pero también es obvio que los dos vecinos de tumba en la abadía de Westminster no podían faltar en una colección de este tipo.

Sánchez Ron no ha decidido todavía todos los títulos que merecerán acceder al canon científico, ni cuál será su número exacto, pero no faltarán los Diálogos de los dos sistemas máximos del mundo, ptolemaico y copernicano, con el que Galileo logró a la vez publicitar la teoría heliocéntrica de Copérnico, ridiculizar a sus oponentes e irritar al Papa, que era uno de ellos.

También estarán los Recuer

dos

de mi vida, de Santiago Ramón y Cajal, una reedición oportuna con vistas al centenario de su premio Nobel, que se celebrará el año que viene. Pero nadie vea la inclusión de Ramón y Cajal en el canon científico como la obligada cuota española en una colección destinada al mercado local. Abran cualquier texto contemporáneo de neurobiología y verán lo larga que es la sombra de un autor canónico.

Cualquier escolar sabe hoy que los continentes estuvieron unidos en el pasado, pero todo el mundo se partió de risa cuando Alfred Wegener propuso esa idea en 1915. Lo hizo en un libro, El origen de los continentes y los océanos, que estará en la colección. Como también estará ¿Qué es la vida?, una asombrosa reflexión del gran físico Erwin Schrödinger que, literalmente, condujo a Watson y Crick al descubrimiento de la doble hélice del ADN.

Alegra comprobar que el canon no excluye a los contemporáneos: Watson, Weinberg, Gell-Mann, Sagan, Gould, Penrose, Hawking, Diamond. Feo mundo nos espera cuando los científicos no escriban más que solicitudes de patentes.

Santiago Ramón y Cajal, en el centro y rodeado de ayudantes, realiza una autopsia.
Santiago Ramón y Cajal, en el centro y rodeado de ayudantes, realiza una autopsia.ALFONSO, VEGAP 2005

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