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Crítica:EL LIBRO DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La madeja del terror

Antonio Elorza

El argumento del relato recuerda formalmente a Los soldados de Salamina de Javier Cercas. El autor se presenta como alguien preocupado desde niño por el significado de los lugares incluidos en los mapas. Le intriga cierta bahía de Kara Bogaz, en principio situada entre el delta del Volga y el mar de Aral, protagonista de una de aquellas novelas heroicas sobre la construcción del socialismo en la URSS, La bahía de Kara Bogaz, de Konstantin Paustovski, más tarde desaparecida de los mapas. Tal es el punto de partida para una apasionante investigación en que se cruzan, cobran temporalmente autonomía y luego vuelven a fundirse distintos temas: la peripecia de Paustovski y de otros escritores en los años de terror bajo el estalinismo, el papel efectivamente desempeñado por Máximo Gorki como líder carismático y efectivo de los escritores rusos tras su regreso a la patria, y en fin los desastres provocados por una política orientada en principio a fundar una nueva humanidad sobre una nueva naturaleza. La política de insensata transformación revolucionaria del medio que ha acabado con el mar de Aral y dejó a Kara Bogaz convertida en unas ruinas desérticas.

INGENIEROS DEL ALMA

Frank Westerman

Traducción de I. C. Lorda y G. de Sterck

Siruela. Madrid, 2005

318 páginas. 22,50 euros

Más información
Camino de desolación

La búsqueda emprendida por

Westerman, periodista durante años en Moscú, tiene por resultado ofrecernos una de las más lúcidas disecciones del sistema estaliniano, en el punto de encuentro del libro de Martin Amis y de la indagación de archivos sobre intelectuales en la URSS que inaugurara Shentalinski. Gorki no es únicamente el instrumento de la pretensión de Stalin, consistente en hacer de los escritores "ingenieros del alma", encargados de imponer por otros medios los valores y los objetivos de su concepto del comunismo, configurando el homo sovieticus. "Nuestros tanques son inútiles" -explica Stalin-, "cuando quienes los conducen son almas de barro. La producción de almas es más importante que la producción de tanques...". Gorka, El Amargo, es también el ejemplo viviente de cómo un intelectual se niega a sí mismo, hasta lo grotesco, al asumir la subordinación a Stalin y convertirse en correa de transmisión de las directrices del tirano hacia unos compañeros de oficio cuyas vidas desembocarán una y otra vez en la tragedia. El seguimiento de la trayectoria vital de Paustovski, a fin de cuentas un superviviente, permite al lector asistir a los sucesivos hundimientos de quienes por una u otra razón incumplieron la tarea que les asignara Stalin.

Destrucción de los hombres,

destrucción de la inteligencia, destrucción de la naturaleza. Destrucción de los libros considerados por la agencia de censura "políticamente perjudiciales" o "de ningún valor para el lector soviético": casi 25 millones de ejemplares destruidos entre 1938 y 1939. La conjunción de esos procesos tiene por emblema monstruosa y criminal empresa de la construcción del canal Belomor, destinado a unir Leningrado y el mar Blanco. En palabras de Máximo Gorki, quien lo visitó y prologó el libro dedicado a ensalzar la obra, era el tema principal "que debe inspirarnos a nosotros, los escritores". La realidad era y había de ser otra. Construido con la mano de obra esclava de 126.000 presos, sin apenas instrumentos de trabajo, que tuvieron que excavar 227 kilómetros en unos meses, el canal resultó prácticamente inútil. "Os habéis transformado en nuevas personas", dijo Gorki a los destrozados supervivientes.

Iósif Stalin y Máximo Gorki, en una fotografía tomada en 1929.
Iósif Stalin y Máximo Gorki, en una fotografía tomada en 1929.

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