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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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El Estatuto y el dilema del prisionero

Joaquín Estefanía

LOS DILEMAS SURGEN gracias a las diversas maneras con las que nuestros intereses se contraponen a los de los demás. Diariamente hemos de tomar decisiones, a veces con resultados distintos de los que habíamos esperado. ¿Existe un comportamiento racional para cada situación? En 1992 fue publicado el libro El dilema del prisionero, de William Poundstone

que analizaba este tipo de cuestiones a la luz de la teoría de los juegos.

El dilema del prisionero acaba de ser reeditado (Alianza Editorial) con plena actualidad: no es una exageración considerar que la situación política generada con la presentación de una reforma del Estatuto de Cataluña es el paradigma de ese tipo de dilemas. Un hombre iba a cruzar un río con su mujer y su madre; en la orilla opuesta apareció una jirafa. El hombre sacó su rifle y apuntó, mas la jirafa le dijo: "Si disparas, morirá tu madre; si no disparas, morirá tu mujer". ¿Cuál debería ser el comportamiento del hombre?

La situación política creada por la reforma del Estatuto de Cataluña es el paradigma del célebre dilema del prisionero. La cuestión es si hay alguna forma de estimular el bien común en la resolución de ese dilema

Usted y una persona amada son situados en habitaciones separadas provistas de un pulsador. Saben que matarán a ambos a no ser que uno pulse el botón antes de una hora; además, la primera persona que accione el pulsador salvará a la otra, pero morirá inmediatamente. ¿Qué decisión tomar? Existen situaciones en las que uno decide salvar a otro a expensas de la propia vida. Un padre o una madre podría salvar a un niño basándose en que el niño, dada su juventud, tiene mayores expectativas de vida. Sea el que fuere el criterio usado, y sabiendo que ambas personas no tendrían el mismo, hay tres desenlaces posibles: el caso menos angustioso es cuando ambos coinciden en quién debe sacrificarse y quién salvarse; entonces, aquél debería pulsar el botón para salvar al otro. Una segunda posibilidad es que ambos decidan salvarse el uno al otro; una madre decide salvar a su hija, a la que quedan más años de vida, y la hija decide asimismo salvar a su madre, pues ésta le dio la vida. En este caso se compite por ser el primero en pulsar el botón. La opción más conflictiva surge cuando ambas personas deciden que ella misma es la que debe salvarse; entonces nadie pulsa el botón, y el reloj marca el tiempo, que pasa de modo inexorable.

Se presenta una reforma del Estatuto de Cataluña. El Gobierno tripartito entiende que ese texto representa las aspiraciones históricas de los ciudadanos a los que representa. La reforma llega a Madrid, donde el Ejecutivo español considera que traspasa los límites constitucionales. Si se retira el texto, ambos Gobiernos sufrirán en las urnas por el fracaso, después del desgaste de meses de tremendismo. Si la reforma vuelve descafeinada a Cataluña, para ser votada en referéndum, el tripartito perderá en sus expectativas electorales. Si la reforma se aprueba en Madrid, básicamente en los términos en que ha llegado, es casi seguro que los socialistas abandonarán el Gobierno por muchos años.

Fernando Abril Martorell -al que echamos tanto de menos- decía que cada pocos años España necesita suicidarse. La teoría de juegos estudia la pugna entre unos oponentes que piensan y que pueden ser capaces de engañar al otro. Un juego es una situación conflictiva en la que uno debe tomar una decisión sabiendo que los demás también las toman, y que el resultado del conflicto se determina de algún modo a partir de todas las decisiones. Algunos juegos son sencillos; otros llevan a una escalada recurrente de segundas intenciones. El matemático Von Neumann, que desarrolló esta teoría de los juegos, se preguntaba si existía una forma racional de jugar, especialmente en el caso de hacer muchos faroles y muchas segundas derivadas.

El dilema del prisionero ha pasado a ser una de las cuestiones filosóficas y políticas centrales de nuestro tiempo. Los que se dedican a su estudio han llegado a una pregunta central: ¿hay alguna forma de estimular el bien común en ese dilema? El intento de responder a esta cuestión es uno de los mayores retos intelectuales (y políticos) de nuestra era. Lo veremos pronto.

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