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Reportaje:

PSC: un partido bajo fuego cruzado

Enric Company

Hay entre los socialistas alguien más zapaterista que los socialistas catalanes? No, no lo hay. Los habrá tan entusiastas como ellos, pero no más. Para los socialistas catalanes, cuyo federalismo se ha convertido en seña de identidad, que el líder del PSOE sea un convencido predicador de la España plural resulta una inigualable bendición del cielo. Ahora, paradójicamente, muchos les señalan como responsables de que ese mismo líder, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, esté cayendo en las encuestas y el PP considere que se le ha abierto el camino de retorno a La Moncloa.

¿La razón? Haber suscrito y enviado a las Cortes un proyecto de Estatuto de Autonomía que define a Cataluña como una nación, entre otras propuestas que han levantado una de las mayores broncas políticas de los últimos años.

El ruido que el PP ha organizado en torno al Estatuto no les ha pillado de sorpresa. Lo que les preocupa más es que parte de los socialistas participen en él
Catalanes nacidos en Andalucía ocupan hoy algunos de los principales cargos de la dirección, incluido el de primer secretario
El federalismo ha sido el cemento que ha permitido que el PSC cuajara en su seno el 'melting pot' catalán y superara así uno de sus mayores desafíos históricos

¿Quiénes son estos socialistas catalanes que han comprometido de esta forma a Zapatero? Curiosamente, los avatares de la vida han querido que cuando sobre el PSC se abate la acusación de haber caído en el pecado del mal nacionalismo, el catalán, su primer secretario sea un catalanoandaluz nacido y criado en Córdoba, José Montilla; la vicepresidenta sea una catalanoandaluza nacida y crecida en Huelva, Manuela de Madre, y que su secretario de organización, José Zaragoza, sea un barcelonés que tiene el castellano por lengua materna. En términos políticos, tienen muy claro quiénes son. Son los federales. Y consideran que el federalismo dispone ahora de una oportunidad histórica en España.

El sino de los federalistas catalanes "es recibir el fuego cruzado de los dos nacionalismos", explica con una mezcla de pesar y orgullo el viceprimer secretario del PSC, Miquel Iceta. En esta situación se encuentra ahora el partido de Pasqual Maragall y José Montilla. Sus dirigentes lo asumen con naturalidad. Pero, claro, unos disparos les duelen más que otros.

El escándalo que el PP ha organizado en torno al Estatuto no les ha pillado por sorpresa. Les inquieta, por el volumen que ha alcanzado. Lo que les preocupa más, no obstante, es que también parte de los socialistas participen de él.

En el debate del Parlamento catalán que culminó el 30 de septiembre con la aprobación del proyecto de reforma estatutaria, Iceta, que es su portavoz en la Cámara, se expresó con suma claridad. En esta batalla, dijo, "el partido que más riesgos afronta es el PSC". Porque combate en el frente doméstico catalán y el general español. En este último, además, a quien primero ha de convencer es a sus correligionarios. Puede ganar en todos los frentes, pero también puede perder en todos.

No hace falta ser un dirigente del PSC para darse cuenta de que, efectivamente, su partido corre muchos riesgos. Si el Estatuto sale bien, el éxito será de todos, faltaría más. Pero si sale mal, la culpa en Cataluña será del PSC como partido hermano del PSOE, que habrá sido el verdugo del texto. Y como un fracaso del Estatuto sería en realidad un fracaso de Zapatero, que, según cómo se produjera, podría incluso acarrear la caída de su Gobierno, también a los ojos del socialismo español la culpa sería desde el principio del PSC (y de Pasqual Maragall) por haberles arrastrado a ese juego.

Para los diputados y dirigentes del PSC, la actual tormenta es sólo, sin embargo, una segunda fase. Llevan ya un buen calentamiento. La primera fase ha durado un año y medio, tiempo durante el que han sido blanco de los constantes ataques de sus adversarios nacionalistas de Convergència i Unió (CiU) y de sus propios aliados, los independentistas de Esquerra Republicana (ERC). No ha pasado una semana sin encajar la acusación de ser "la larga mano" que lleva "la tijera del PSOE" en la ponencia redactora del nuevo Estatuto. Esto es, la sospecha de servir intereses "de fuera", por lo menos.

Esta presión de los nacionalistas catalanes sobre el PSC no ha cesado ni siquiera ahora, en realidad. Pero antes se producía en el escenario doméstico y no trascendía fuera de él. El 30 de septiembre, sin embargo, comenzó una segunda fase: desde fuera de Cataluña, desde el PP, desde una parte del PSOE y del Gobierno. A la primera acusación se ha sumado la contraria, la de ser el caballo de Troya del nacionalismo catalán. Su duración e intensidad son inciertas.

La cúpula del PSC encaja esta situación como una servidumbre de su posición, podría decirse que geopolítica, y la vive sin dramatismo. Aunque con mucha tensión. La olla está en su presión máxima y sólo la crisis del Gobierno tripartito inesperadamente desatada en este momento por el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, ha obligado a desviar por unos días la atención a otros problemas. Requerida por el fenomenal lío de la crisis de Gobierno, la vicepresidenta del partido, Manuela de Madre, tuvo incluso que aplazar esta semana una entrevista con el secretario general de UGT, Cándido Méndez, a quien quería explicar que la caja única de la Seguridad Social no corre peligro alguno.

Las contradicciones inherentes a esta situación se expresan en la delegación nombrada del Gobierno para negociar el Estatuto, uno de cuyos tres miembros es Montilla, que reúne a la vez la triple condición de ministro del Gobierno -donde lleva la cartera de Industria-, vocal de la Ejecutiva del PSOE y primer secretario del PSC. Aunque es lógico que sea así, razona Iceta, "porque los federales han de estar en las dos partes: en una para asegurar el autogobierno, y en la otra para garantizar la federación, la unión".

Dos sentimientos nacionales

El federalismo, uno de cuyos más fervientes valedores es Maragall, ha sido el cemento que ha permitido que el PSC cuajara en su seno el melting pot catalán y superara así uno de sus mayores desafíos históricos. Es lo que en el ámbito de la izquierda ha permitido unificar en un proyecto para España los dos sentimientos nacionales distintos que coexisten en Cataluña. Y que, metidos dentro de un partido, podían haberse convertido en un cóctel explosivo. Pero esto, que en 1978 era un riesgo cierto, se ha ido demostrando, con los años, como una buena apuesta. Los socialistas han ganado todas las elecciones legislativas en Cataluña. Con Andalucía, son el más sólido feudo del PSOE. El PSC aportó 21 diputados a la victoria de Zapatero en 2003.

Durante algo más de dos décadas, el PSC fue considerado por muchos como un partido dirigido por catalanistas de clase alta -los Joan Reventós, Narcís Serra, Raimon Obiols, Pasqual Maragall, etcétera- que tenían poco menos que engañada a una base electoral compuesta por trabajadores procedentes de la España agraria en general y de Andalucía en particular, llegados a Cataluña hasta la década de 1970. Que, en realidad, votarían al PSC sólo porque en él veían al PSOE.

Lo que ahora se está viendo es que la socialización política en clave federalista, durante 27 años, de la base militante del PSC -24.000 afiliados, 70.000 simpatizantes inscritos- ha funcionado en las urnas. Es la historia de un éxito. El secretario de organización, José Zaragoza, que le tiene muy bien tomado el pulso al partido, asegura estos días que no hay "tensión nacional" dentro del PSC, "a pesar de que no falta quien hurgue desde fuera".

La composición de la actual cúpula del partido expresa bien este proceso. En el congreso celebrado en 2000 se produjo un relevo que no fue sólo generacional. Maragall, presidente del partido, quedó como única representación de los fundadores. Los demás son la gente de Montilla, aunque con incrustaciones de todos los matices políticos, ideológicos y sociales. Pero el federalismo es el mismo que en la etapa de Reventós y Obiols.

Ahora, sin embargo, se busca no restregar sal en la herida. En las reuniones del Consejo Nacional del partido, al que suelen asistir en torno a 200 dirigentes, se llama la atención sobre la necesidad de no poner a Zapatero ante "situaciones imposibles".

Es lo mismo que sucede en la Ejecutiva, según uno de sus miembros, Joan Ferran, primer secretario de la Federación de Barcelona. "Los nuestros", dice Ferran, "nos envían constantemente el mensaje de que el Gobierno de Zapatero es un bien al que dar la máxima protección".

Un partido distinto

El Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE) es un caso único en el socialismo español: se trata de un partido distinto del PSOE, con el que está confederado, una situación atípica, como mínimo. No es una de sus organizaciones territoriales, como son las federaciones del partido. Es otro partido, inscrito en 1978 como tal en el correspondiente registro, fruto de la fusión y consiguiente desaparición de varios partidos y organizaciones, una de las cuales, y no precisamente la mayor, era la Federación Catalana del PSOE. Tiene su Consejo Nacional y su contabilidad propia, que somete al Tribunal de Cuentas del Reino.

La delegación del PSC que acude a los congresos del PSOE tiene sus propias reglas, y una de ellas es que designa a su representante en el Comité Ejecutivo. Esto lo sabía muy bien el viejo aparato guerrista del PSOE. Pero han tenido que aprenderlo a batacazos los nuevos dirigentes llegados con Zapatero. En el último congreso del PSOE se opusieron a que Montilla formara parte de la Ejecutiva del PSOE y pensaron que podían escoger ellos mismos a algún dirigente del PSC para ocupar esa plaza.

-O va Montilla o no va nadie -fue la respuesta de la delegación del PSC.

-Lo buscaremos nosotros -replicaron los del PSOE.

-Es que no podéis -tuvieron que recordarles los catalanes.

Y no podían. Porque lo impide el Protocolo de Unidad que rige las relaciones entre el PSC y el PSOE desde la fundación del partido en 1978. Al actual secretario de organización del PSOE, José Blanco, le ha costado lo suyo aprender que el PSC es, además, un bloque político compacto en el que no cabe buscar un sector identificado con el PSOE y otro con el PSC. En enero de 2004, para presionar a Pasqual Maragall y a la dirección del PSC, Blanco sondeó a algunos alcaldes socialistas del área metropolitana de Barcelona acerca de su predisposición a concurrir a las elecciones bajo las siglas del PSOE. Después de darle calabazas, les faltó tiempo para advertir a Montilla sobre la maniobra.

Sometido ahora a la doble presión, el PSC confía en que su complicidad con Zapatero, a quien prestó todo su apoyo en el congreso que le colocó al frente del PSOE, le permita superar el envite en el que se juega el Estatuto, la puesta federal. "Lo que me anima es que Zapatero ha ligado su suerte al Estatuto. Lo conseguiremos", afirma Iceta.

José Montilla, Pasqual Maragall, José Luis Rodríguez Zapatero y Josep Lluís Carod-Rovira, en el balcón de la Generalitat el día de la toma de posesión del presidente catalán.
José Montilla, Pasqual Maragall, José Luis Rodríguez Zapatero y Josep Lluís Carod-Rovira, en el balcón de la Generalitat el día de la toma de posesión del presidente catalán.SUSANNA SÁEZ

La conexión andaluza

AL CONTRARIO que Montilla, el perfil de la vicepresidenta del PSC, Manuela de Madre Ortega (Huelva, 1954) sí responde al prototipo andaluz de la extroversión, la gracia y el salero. Llegada a Cataluña cuando contaba 12 años, alcanzó en 1991 la alcaldía de Santa Coloma de Gramenet, ciudad de 123.000 habitantes pegada a Barcelona que cuenta con una elevada concentración de población de origen andaluz. Y basó sus campañas electorales ya desde las elecciones municipales de 1979 en su condición de inmigrante con un recorrido vital como el de miles de trabajadores del cinturón de Barcelona.

Alcaldesa durante 11 años, ha sido también diputada a Cortes y autonómica en varias legislaturas. Durante muchos años fue una de las socialistas catalanas que mejor se han situado en la a menudo complicada relación con el PSOE, hasta el punto de que formó parte de la comisión gestora del partido tras la dimisión de Joaquín Almunia.

Ahora tiende puentes con el presidente de la Comisión Constitucional del Congreso que ha de dictaminar el proyecto de Estatuto catalán, Alfonso Guerra, que la ha arropado en tantos mítines en su Santa Coloma.

El poder real

JOSÉ MONTILLA AGUILERA (Iznájar, Córdoba, 1955), ministro de Industria desde marzo de 2004 en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, sucedió en julio de 2000 a Narcís Serra en la primera secretaría del PSC, tras haber sido secretario de organización desde 1996. Su figura expresa a la perfección la ascensión de los cuadros políticos del socialismo catalán forjados en el municipalismo, que en su caso le ha llevado a recorrer todos los escalones desde su elección como concejal en 1979 hasta ser alcalde de Cornellà de Llobregat durante nueve años y presidente de la Diputación de Barcelona en 2003.

Llegó desde Andalucía a Barcelona junto con su familia cuando contaba ya 16 años. Estudió derecho y económicas, pero está en la política desde su etapa de estudiante. Se inició en grupos maoístas, pasó unos pocos meses en el PSUC y recaló en 1979 en el PSC.

Sus amigos le llaman El Mudito, porque "escucha mucho y habla poco". Quienes le conocen bien porque le han acompañado en largos tramos de su vida política explican que su paso por el maoísmo contribuyó a desarrollar en él un agudo sentido del ejercicio del poder.

La voz del partido

UN PIONERO. Miquel Iceta Llorens (Barcelona, 1960), viceprimer secretario del PSC desde julio de 2004, ha sido uno de los primeros políticos en tener su webblog, desde la que cada domingo contacta con sus lectores. En 1999 fue el primer político español en salir del armario y declarar públicamente su homosexualidad.

Su sobresaliente posición en el PSC, sin embargo, no procede de estas iniciativas, sino de haber despuntado muy pronto. A pesar de que residía en Barcelona, José Montilla se lo llevó en 1987 a su candidatura municipal en Cornellà porque lo consideraba "desaprovechado". Sólo estuvo allí un mandato. Narcís Serra se lo llevó en 1991 a La Moncloa como director general del Departamento de Análisis de la Presidencia del Gobierno. Fue subdirector general del Gabinete de Presidencia del Gobierno en 1995-1996.

Iceta fue el director de la campaña para las elecciones de 2004 que llevó a Pasqual Maragall a la presidencia de la Generalitat. También él fue elegido diputado en aquellas elecciones, y ahora es el portavoz de su grupo en el Parlamento autónomo. Como tal, ha sido ponente del proyecto de Estatuto de Autonomía.

El director de la maquinaria

JOSÉ ZARAGOZA ALONSO (Barcelona, 1961) ha sido durante muchos años el hombre de confianza de Montilla, en la federación del PSC del Baix Llobregat, una de las más importantes del partido. Y ahora es, desde 2004, el secretario de organización, también como mano derecha de Montilla.

El oficio de dirigir la maquinaria del partido lo aprendió Zaragoza de uno de sus antecesores, Josep Maria Sala, que se ocupó de esa responsabilidad durante muchos años y dejó en herencia un plantel de jóvenes dirigentes formados como eficaces organizadores de campañas políticas. Curtidos, primero, en el ámbito municipal y comarcal, y luego, en las campañas generales. El análisis de resultados electorales y encuestas sobre intención de voto es una de las principales especialidades de Zaragoza, una tarea de máxima importancia en todos los partidos.

Zaragoza fue concejal de Molins de Rei (Barcelona) entre 1983 y 1991. Sostiene que prefiere trabajar con discreción en la cocina del partido, pero en el último año ha asumido la función del dirigente que habla más claro de todos los demás, responde al adversario y le ataca sin contemplaciones.

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