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La forma española del fundamentalismo religioso

Cuando alerté sobre el riesgo que todas las formas de fundamentalismo e integrismo religioso, también las de raíz cristiana, tienen para la libre y pacífica convivencia (La amenaza integrista, EL PAÍS, 20 de marzo de 2003), tuve que soportar varias arremetidas e incluso alguna amenaza. Lo que ha venido sucediendo desde entonces no ha hecho más que confirmar el diagnóstico: si el integrismo y fundamentalismo de matriz islámica se ha convertido en un grave riesgo para todo el mundo a través del terrorismo internacional, las nuevas formas de integrismo y fundamentalismo de raíz cristiana no le van a la zaga, y tampoco son menospreciables los riesgos del renacido fundamentalismo e integrismo religioso de raíz judía. En las tres grandes religiones del libro se dan estas peligrosas tendencias, que constituyen serias amenazas para el conjunto de la humanidad.

Este alarmante resurgir se produjo ya durante los mandatos presidenciales de José María Aznar

En España asistimos al renacimiento de un nacionalcatolicismo agresivo e inquisitorial, que tiene en la COPE su más acabada expresión. Aunque algunos de sus principales voceros no sean católicos, la cadena radiofónica propiedad de la Conferencia Episcopal Española y de algunas diócesis y ódenes religiosas se ha convertido en el portavoz de la versión hispánica del neoconservadurismo exportado desde Estados Unidos por la Administración republicana de George W. Bush, paradigma de los "cristianos renacidos".

El fenómeno de la COPE supera ahora ya todo lo que el panorama periodístico español ha vivido en los últimos 30 años. El suyo es un lenguaje guerracivilista permanente, con el uso y abuso constante de todo tipo de descalificaciones, exabruptos, insultos, calumnias e injurias, no sólo contra aquellos a quienes consideran sus adversarios políticos -fundamentalmente José Luis Rodríguez Zapatero y todo su Gobierno, así como el PSOE en su conjunto y en especial el PSC, con Pasqual Maragall y José Montilla al frente, además de todo cuanto suene a nacionalismo catalán y vasco-, sino también contra colectivos sociales diversos, como lo demuestran sus reiteradas muestras de catalanofobia, vascofobia, islamofobia, xenofobia y homofobia.

Este alarmante resurgir del nacionalcatolicismo español se produjo ya durante los mandatos presidenciales de José María Aznar, en cuyo entorno abundan los personajes vinculados al fundamentalismo e integrismo católico. No obstante, ha sido desde el acceso de Rodríguez Zapatero a la Presidencia del Gobierno cuando todo ello ha adquirido ya características demenciales, superando todo lo imaginable. La COPE, con el evidente beneplácito de la mayoría de la jerarquía católica española y con la aparente pasividad de unas pocas voces discrepantes, se ha convertido en el altavoz de una auténtica cruzada nacionalcatólica, genuina versión hispana del fundamentalismo religioso.

Mientras que el integrismo se dirige en exclusiva a los creyentes, a quienes intenta imponer una concepción estricta y rigurosa tanto del dogma como de las normas de una determinada confesión religiosa, el fundamentalismo pretende imponer al conjunto de los miembros de una sociedad, y por tanto a sus leyes, los principios ideológicos y morales de una determinada religión.

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Así sucede todavía en gran número de países de cultura y religión islámica, y así sucedió también en muchos países de cultura y religión cristiana.

En España tuvimos un claro ejemplo de ello durante la dictadura franquista, con la imposición del nacionalcatolicismo, tan añorado ahora por la COPE y sus defensores.

La COPE, al igual que otros críticos de cualquier intento de reivindicación de la memoria histórica de las víctimas del franquismo, saluda con gozo las reiteradas beatificaciones y canonizaciones de obispos, sacerdotes, monjas y frailes asesinados durante la Guerra Civil, aunque ello no afecte nunca a aquellos que, como sucedió en el País Vasco, murieron a manos de los franquistas. La COPE y quienes la patrocinan, tan proclives a promover manifestaciones y campañas de todo tipo, no encontraron jamás, ni durante las casi cuatro largas décadas de la dictadura franquista ni en los ocho años de gobiernos del PP, motivo alguno para auspiciar movilizaciones populares. Aún resulta más sorprendente la defensa que la COPE y sus patrocinadores hacen ahora de la libertad de expresión como derecho básico, ya que niegan esa libertad de expresión, de la que ellos abusan, cuando se utiliza para criticar a esa Iglesia a la que dicen defender. ¿Defenderían también la libertad de expresión si se utilizase contra su confesión religiosa y sus representantes el mismo lenguaje que ellos emplean para insultar, injuriar, calumniar, maltratar, menospreciar o difamar a sus adversarios? Quieren la libertad sólo para ellos, porque desde su cerril fanatismo integrista se consideran poseedores únicos de la verdad. Son nuestros fundamentalistas, los nuevos nacionalcatólicos, dispuestos a partir de nuevo como cruzados.

Jordi García-Soler es periodista.

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