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Entrevista:ANTONIO PENADÉS | Novelista histórico

"La antigüedad nos desprende de la telebasura"

Pregunta. Es uno de los escasos autores valencianos que han publicado en Edhasa. ¿Es un bicho raro?

Respuesta. En la colección Narrativas Históricas, que es el referente del género en español con más de 200 títulos, somos cinco españoles, dos de ellos valencianos, Ángel Martínez Pons y yo. No me considero un bicho raro, pero siendo una colección superselecta, es destacable estar entre la nómina de autores.

P. ¿Por qué hace novela histórica?

R. El amor por la antigüedad me viene a través de mi amor por la literatura. Siempre he sido un lector compulsivo. En 1995, siendo todavía estudiante, tomé la decisión de escribir una novela. Me atraía más la Grecia clásica que la Valencia de ese momento, pero no tenía conocimientos para contextualizar allí la novela. Durante años estuve investigando sobre el siglo V antes de Cristo y cuando me vi en disposición, me lancé.

P. ¿Qué tenemos que entender por novela histórica?

R. La gente tiene una confusión con el género. Muchas veces no lo sabe discernir de este boom literario de misterios esotéricos y arqueológicos. La novela histórica es una novela con unos personajes ficticios o reales cuya trama se desarrolla como mínimo una generación antes de haber sido escrita y en la que la contextualización histórica es real

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P. ¿Ha escrito algo en El hombre de Esparta que no haya tocado?

R. Escribí la primera mitad sin haber ido a Grecia, pero a través de los libros supe cómo era la descripción del Ática, la sierra del Pentelico, el Parnaso o Delfos. Luego recorrí esos lugares y no tuve que cambiar una coma.

P. ¿Por qué Isómaco?

R. Los personajes de una novela histórica pueden ser históricos o inventados. He preferido crear mis propios personajes y hacer y deshacer a mi antojo. Aparecen personajes históricos (Pericles, Sócrates, Anaxágoras, Herodoto...), pero tangencialmente. En el caso de Isómaco he querido inventar un personaje fuerte, sólido, que contenga muchas de las ideas que me atraen. Una de sus obsesiones es alcanzar la areté, que es como la virtud en sentido amplio que los hombres instruidos tenían como gran referente.

P. ¿Cuál es el objetivo de la novela?

R. Tiene tres partes. La primera, contar una historia atractiva y sólida. En segundo lugar, he querido hacer una novela de ideas, reflejar en algunos de los personajes aquellos ideales que para mí son importantes. Y en tercer lugar, he querido crear un escenario lo más rico posible. Y ya de por sí la Atenas de Pericles, en vísperas de la guerra con Esparta, es un período fascinante.

P. ¿Por qué le llamaban Cabeza de Cebolla?

R. Porque en todas las imágenes Pericles tenía la cabeza apepinada.

P. ¿Lo de Atenas y Esparta no podía acabar de otro modo?

R. No. Las poleis griegas siempre han tenido una rivalidad por imponerse a las otras. Sólo se unían ante la amenaza de un peligro externo. Era inevitable que ambos imperios, por rivalidades territoriales y económicas, terminaran chocando. Pero la guerra era entonces una cuestión mucho más cotidiana. Había batallas incruentas para demostrar la fuerza, pero había batallas en las que no había muertos

P. ¿Qué sustancia tiene la antigüedad que crea tanta adicción?

R. La antigüedad atrae porque es como retrotraerse a un pasado que nos desprende de la telebasura, del consumismo atroz y de los problemas. Y la griega en particular nos atrae porque los cimientos de nuestra civilización fueron construidos en aquella época.

EN DOS TRAZOS

Un accidente en unas ruinas de Esparta en el que se rompió el pie fue decisivo para que Antonio Penadés (Valencia, 1970) lograra terminar, tras diez años de trabajo, 'El hombre de Esparta', una novela histórica de altura publicada en la editorial de referencia del género. Aunque viene de los mundos del derecho y del periodismo, Penadés quedó tan atrapado en el atractivo de la antigüedad griega a través de sus lecturas juveniles, que ha hecho de ello uno de los fundamentos de su vida como escritor y como activista en el patronato del Instituto Valenciano de Estudios Clásicos y Orientales (Iveco).

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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