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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Jugar y ganar

La Orquesta Sinfónica de Madrid, ocupante del foso del Teatro Real, toca cada día mejor. Es una realidad que se constata función a función y que la formación trata de mostrar cuando sale de su, por así decir, encierro operístico. Las razones de su mejora son, a mi entender, dos muy claras: la seriedad de su titular, Jesús López Cobos, y la calidad de algunos de sus miembros, situados en atriles especialmente importantes.

En su ya tradicional concierto de Santa Cecilia la cosa quedó clara por ambas vertientes. Lo abrió una obertura de Rienzi de Wagner trazada con amplitud y sin prisas, en la que todo estuvo claro y que acabó por demostrar que se trata de buena música a pesar de todo. En el Concierto para clarinete, viola y orquesta de Max Bruch, una especie de Brahms de recuelo, un puro anacronismo delicioso y patético a la vez que sólo en función de sus solistas tiene sentido programar, aparecieron dos de la orquesta, el clarinete Vicente Alberola y la viola Julia Malkova. Estupendos ambos -bien conocida la clase de aquél, no dejó de sorprender el bello sonido de ésta- dieron a la página el vuelo que no tiene.

Orquesta Sinfónica de Madrid

Jesús López Cobos, director. Vicente Alberola, clarinete. Julia Malkova, viola. Obras de Wagner, Bruch y Richard Strauss. Auditorio Nacional. Madrid, 17 de noviembre. Concierto de Santa Cecilia.

No hace una buena Vida de héroe quien quiere sino quien puede, y la Sinfónica pudo. Trabajó al borde del abismo más de una vez, se entregó hasta decir basta, pero le dio a su maestro y al público el máximo de lo que es capaz. Por eso hubo excelentes momentos, por eso en otros se mantuvo la línea arriesgando de veras en el casi barullo straussiano, por eso el conjunto de la lectura fue vibrante, cálida y viva. Ahí se la jugaron y ahí ganaron la partida. Punto y aparte merece el concertino, Ara Malikian, que dio a sus intervenciones una personalidad, un vuelo y una facundia que sólo están al alcance no ya de aquel violinista dotado técnicamente sino del que es capaz de atreverse a dar a su parte un sesgo propio sin traicionar lo escrito. Imaginativo, impecable y musicalísimo, Malikian demostró que es uno de los lujos de esta orquesta. Así que un excelente concierto de Santa Cecilia, un motivo para que la Sinfónica respire el aire de la calle y saque pecho, que no hay nada como la autoestima con motivo.

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