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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Impulso

Los coros suelen ser entre nosotros los parientes pobres de lo sinfónico. Cuando actúan solos no tienen demasiado público y cuando lo hacen con la orquesta a la que se asocian casi ni se les cita, aunque hayan estado bien. Caen bien, acude la familia a escucharles, la gente los aprecia, se aplaude su esfuerzo, pero se olvida enseguida, como si se tratara de un trabajo menor. No ha sido una excepción en eso el Coro Nacional, que ha vivido a su manera, y durante años, los avatares de la orquesta homónima, con la que trabaja habitualmente, además de los propios. Han pasado por su podio directores que no han acabado de cogerle el punto, de manera que las ilusiones que suscitó cuando se creara, allá por los tiempos de Maricastaña, nunca acababan de cumplirse. Así que era de ley que también él entrara en la dinámica de renovación emprendida por la ONE bajo el mandato de Josep Pons. Se intentó con Lorenzo Ramos pero no cuajó la cosa, y ahora llega Mireia Barrera, una catalana joven, con ganas, y cuya sola presencia frente a los cantores es ya un soplo de aire fresco que deberá confirmarse con el trabajo y con el tiempo.

Coro Nacional de España

Mireia Barrera, directora. Obras de Dvorák, Mendelssohn y Bruckner. Auditorio Nacional. Madrid, 10 de noviembre.

Se presentaba el coro en solitario -después de un soberbio War Requiem de Britten, con la ONE, a principio de temporada- con un programa precioso, sin concesiones, un paseo por la música coral del romanticismo que incluía unas cuantas rarezas nada fáciles aunque lo pareciera. Empezando por la Misa en re mayor de Dvorák, recogida hasta cierto punto, nada solemne pero con su dificultad. Luego, cuatro obras de Mendelssohn, incluida una de las piezas más extrañas del repertorio, ese Adspice Domine que si se escuchara sin saber de quién es podría pasar por una Bachiana brasileira de Villa-Lobos. Con 14 años escribió el alemán esta especie de paráfrasis surrealista de Bach a la que no es fácil ponerle el cascabel. Y para terminar, los cuatro motetes de Bruckner, obra maestra del repertorio coral, sobre todo esos Tota pulchra es y Christus factus est donde el sinfonista grandioso se recoge sin dejar de mirarse en el espejo.

Buen camino

Todo el programa fue tratado con cuidado y hasta con la precaución propia del caso y mientras llegaba Bruckner nos encontramos, más que con un cambio, impensable de la noche a la mañana, con rasgos de musicalidad, con señas de que la cosa puede ir por buen camino. Fue en la música del de Ansfelden donde aparecieron las virtualidades del Coro y lo que puede dar de sí con su nueva titular. Empaste, unción, estupenda diferenciación de planos, disciplina, surgían de la pequeña directora con naturalidad y con empuje y hacía pensar en que su presencia puede ser el impulso que la formación necesita. Se le veía feliz, como a sus huestes, que la aplaudieron con ganas, sobre todo las mujeres. Y al público, que en día malísimo, en pleno final del acueducto vacacional de estos días, acudió al Auditorio en respetable medida.

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