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Reportaje:

Generación becarios

La oferta de becas y plazas de prácticas no deja de aumentar. Hoy, pocos se conforman con un solo título para intentar acceder a un mercado laboral crecientemente competitivo. Ser becario se ha convertido en requisito imprescindible para obtener el primer empleo.

Gabriela Cañas

En la Universidad Autónoma de Madrid se ha complicado extremadamente el trabajo de los docentes. Anteriormente, los profesores se limitaban a impartir clases a sus alumnos y a corregir sus exámenes. Ahora hay un vicerrectorado de inserción laboral y es raro que los profesores, sea de la materia que sea, no estén implicados en el seguimiento de sus propios alumnos fuera de las aulas, tutelando prácticas laborales en puestos de altísima especialización en ocasiones y rellenando formularios para las empresas privadas, instituciones públicas y fundaciones que colaboran con la universidad en este tramo final de la educación de sus estudiantes. En realidad, esta transformación la están viviendo prácticamente la totalidad de las universidades españolas y del resto de Europa.

"Los estudiantes hacen aquí prácticas cortas que nos permiten a nosotros detectar talentos"

"Hasta hace cinco años podía ser suficiente haber terminado la carrera. Ahora ya es muy difícil conseguir un puesto de trabajo con sólo una licenciatura", explica Amelia Caballero, vicerrectora de Estudios e Innovación Docente de la Autónoma de Madrid, que considera que, en efecto, el sistema de becas y/o prácticas está profesionalizando los procedimientos de selección. "Las empresas conocen en profundidad y de antemano a quién contratan, y los alumnos, a su vez, terminan de aprender con la práctica lo que ya habían estudiado de forma teórica". Ya hay sectores productivos completos, como el de la industria farmacéutica, que no contrata más que a los jóvenes que antes han hecho una pasantía en una de las empresas del ramo.

Casi ningún sector productivo es ajeno a estos nuevos sistemas. Hasta los estudiantes de Humanidades tienen ofertas de este tipo; por ejemplo, en empresas editoriales. Algunos sectores han incorporado las prácticas directamente a sus planes de estudio. Es así en muchas carreras universitarias y, desde luego, en los ciclos formativos de grado medio (antes, formación profesional). Pero, además, empresas de todos los sectores, tanto públicas como privadas, han encontrado en el nuevo procedimiento una herramienta fundamental para generar su propia cantera de profesionales.

En el bufete de abogados de Cuatrecasas, uno de los más importantes de España, con una plantilla de 700 empleados, siempre hay una veintena de becarios. "Llegan a través de los convenios que hemos suscrito con las universidades, suelen hacer estancias cortas de tres meses y es ya nuestra forma habitual de detectar talentos", dice Esteban Ciria, director de recursos humanos de la firma.

Tutelar a los becarios es parte del sueldo de un sector de la plantilla de muchas empresas, pues se ha convertido en costumbre acoger sistemáticamente a la nueva savia. Ikea, la gran firma sueca de decoración del hogar, inició su programa de becarios hace dos años. "Con esta fórmula queremos reforzar la imagen de Ikea como empresa empleadora", explica Rocío Fernández Shaw, directora de recursos humanos de Ikea en España. "Nuestra expansión nos permite ofrecer a los jóvenes esta posibilidad y estamos encantados con los resultados, porque muchos deciden quedarse tras un periodo de prácticas que nos ha permitido conocerlos y que ellos conozcan nuestra cultura y valores".

Otras empresas y entidades van aún más lejos ofreciendo un sistema mixto: un master que prepara previamente a los licenciados en la destreza profesional y que incluye un contacto permanente con los profesionales y un periodo de prácticas habitualmente pagado. Es muy frecuente, por ejemplo, en las empresas de comunicación. La Fundación Efe, que dirige Paloma Rupérez, acoge cada año a 30 licenciados gracias al acuerdo suscrito con la Universidad Juan Carlos I y a las becas que otorga la Fundación Carolina para estudiantes iberoamericanos.

Los jóvenes hacen un año de estudios de periodismo de agencia, periodismo de prensa escrita, fotografía, radio y televisión. Después vienen los seis meses de prácticas, siempre de la mano de un profesional y con una remuneración de 480 euros mensuales. "La experiencia es fantástica. Tienes la sensación de estar solucionando la vida de la gente porque los estudiantes adquieren con este master mucho aplomo, mucha confianza en sí mismos", dice Rupérez. "El único problema de estos masters es que los alumnos que no consiguen beca deben pagarlos, y a veces son muy caros", explica Amelia Caballero.

Desde los poderes públicos se tiene claro que, en todas sus variantes, el sistema es beneficioso. La inserción laboral de los jóvenes se incentiva con ventajas fiscales a las empresas que acogen jóvenes en prácticas, y el Ministerio de Educación aumenta cada año el número de becas y ayudas para facilitar experiencias laborales, tanto en casa como en el extranjero. Sólo para investigación y desarrollo, Educación y Ciencia subvenciona cada año alrededor de 7.000 becas predoctorales y posdoctorales. Pero el ministerio es sólo una gota de agua en este océano de crecientes posibilidades en el que casan a la perfección el entusiasmo juvenil y sus ganas de aprender con los intereses de los sectores productivos e instituciones, tanto públicas como privadas. Cajas de ahorros, bancos y fundaciones, además de la Administración central del Estado, comunidades autónomas e instituciones europeas ofrecen ayudas para facilitar de forma reglada los primeros pasos de la senda profesional.

El sistema se ha convertido en un requisito imprescindible para acceder al primer empleo. Lo es, por supuesto, en investigación, donde lograr una beca es la única manera de terminar un doctorado y optar finalmente a un empleo, eso sí, a partir de los 35 años, como muy pronto. "Sólo una beca les abre las puertas, lo que no es garantía ninguna de que logren un puesto de trabajo. Pero es que sin beca esas puertas están completamente cerradas", puntualiza José Juan Sánchez Serrano, subdirector general de programación, seguimiento y docencia científica del CSIC.

En casi todos los sectores productivos se ha retrasado la edad media de inserción en el mundo laboral, alargando los periodos de formación de los jóvenes. Josep Maria García acaba de terminar la carrera de Arquitectura, pero hizo prácticas desde segundo en el estudio barcelonés de su profesor de estructuras, Robert Brufau. Ha disfrutado también de una beca Erasmus en Roma de seis meses, y ahora, tras presentar su proyecto de fin de carrera, está trabajando, gracias a otra beca de la Fundación de la Caja de Arquitectos, en el estudio madrileño de Juan Navarro Baldeweg. A pesar de estar acumulando tanta experiencia profesional, no parece muy decidido a poner punto final a su preparación.

Los planes de estudio, tanto universitarios como de ciclos de grado medio, han incorporado las prácticas, algunas en el extranjero, como parte sustancial e ineludible del periodo académico. Amara Odériz, que este verano ha hecho sus prácticas en Cuatrecasas, prepara ya su próxima y preceptiva experiencia en el extranjero.

Los diversos sistemas de becas, masters y/o periodos de prácticas parecen generalizarse, pero se desconoce todavía la dimensión del fenómeno. En Francia se calcula que uno de cada dos estudiantes universitarios ha hecho al menos un periodo de prácticas. En España, los datos de la Seguridad Social hablan de 20.000 jóvenes en situación de prácticas cada año, pero son muchos más; la mayoría no aparece en las estadísticas y algunos ni siquiera cuentan con el concierto de una institución académica. Por eso el Ministerio de Educación y Ciencia acaba de lanzar una convocatoria para investigar la envergadura de un fenómeno tan disperso.

Esa ausencia de cuantificación y, sobre todo, la desregulación preocupan profundamente a los sindicatos. "Tememos que las empresas puedan cubrir puestos de trabajo estructurales o periodos vacacionales con mano de obra barata o prácticamente gratuita, porque la desregulación se presta al abuso", dice Daniel Mesa, adjunto de la Secretaría de Juventud de Comisiones Obreras. Su sindicato planea incorporar este asunto en la negociación laboral del año próximo.

En Francia ya ha saltado la chispa. Los stagiaires (becarios o trabajadores en prácticas) se están agrupando en la organización Generación Precaria, que utiliza una página web (www.generation-precaire.org) para difundir sus mensajes. Su lema de protesta es: "Sin contrato, sin salario, sin derechos". Su web informa, convoca manifestaciones (la primera fue el 4 de octubre pasado) y ha abierto un foro de intercambio de experiencias para exponer los abusos a los que se somete a los becarios.

Los investigadores españoles han logrado un estatuto recientemente. Gracias a él, perciben un sueldo de 1.200 euros al mes y están dentro del régimen general de la Seguridad Social, si bien no tienen derecho al desempleo. Georgina Olson, una mexicana que está haciendo las prácticas en Efe gracias a una beca de la Fundación Carolina, cobra por su labor 480 euros al mes. Amara Odériz ha percibido 600. Pero ellos han convertido esa precariedad económica en una excitante vivencia personal que les ha obligado a compartir piso con otros jóvenes, a veces de diversas nacionalidades. "Cuando celebramos algo, cada uno hace el plato típico de su país", comenta Olson.

Javier Requejo y su amigo Óscar Rico, ambos de 20 años, no perciben un euro. Es lo habitual en este sector de los ciclos formativos de grado medio en los que la práctica forma parte obligatoria del aprendizaje del oficio. Lo mismo ocurre en las empresas como Ikea, aunque las fórmulas que acepta esta firma son muy variadas y acostumbra otorgar a sus becarios ayudas que cubran pequeños gastos. Muchos universitarios tampoco perciben sueldo alguno. "Las empresas les dan sólo algo de dinero para desplazamientos y comidas", corrobora Amelia Caballero.

Los becarios del sector de la enfermería, cuyos estudios se componen de 4.600 horas lectivas de las cuales dos terceras partes deben ser de prácticas, tampoco cobran. "Es un periodo de aprendizaje muy duro", explica Máximo González Jurado, presidente del Consejo de Enfermería, "porque los chavales trabajan entre nueve y diez horas diarias, lo que, unido a los tiempos de desplazamientos, suman 12 horas diarias dedicadas a su formación".

A los enfermeros, como a los investigadores, la estabilidad en el empleo les llega muy tarde. "Hasta los treinta años no pueden empezar a organizar su vida", asegura González Jurado. "La precariedad es tremenda, y la media de profesionales en activo (500 por 100.000 habitantes) es menor en España que la media europea (843) y menor que la del Reino Unido, donde el estándar de calidad es más alto".

Con sueldo o sin él, las empresas, públicas o privadas, se han involucrado en la formación de los jóvenes y no sienten la tarea como una carga, aunque deban adjudicar tutores en la organización. Todo lo contrario. "Es una inversión de futuro. Nos permite fichar a gente con vocación y talento", insiste Esteban Ciria.

Afán de aprender, entusiasmo, disposición… "Es lo que más valoran en nosotros", afirma el enfermero César Core. A Javier Requejo y su amigo Óscar les encantan los coches, y ahora, aunque sin cobrar, están en el mundo de los talleres, la chapa y la pintura. Desde que han dejado el instituto, que todavía les tutela, trabajan casi de sol a sol. "Nunca había currado tantas horas", comenta Óscar. "Pero también estoy aprendiendo mucho".

Óscar y Javier están deseando empezar a "trabajar en serio" porque consideran que ya son capaces de sacar mucho trabajo adelante en sus respectivos talleres, y que, por tanto, a partir de ahora seguirían haciendo casi lo mismo, pero cobrando a final de mes. Lo tienen relativamente fácil. "En carrocería, el 90% de los chavales se quedan en las empresas en las que han hecho las prácticas. En electromecánica lo tenemos más difícil", explica Julio Valiente, el profesor y tutor de estos dos jóvenes estudiantes del instituto de formación profesional Virgen de la Paz, de Alcobendas (Madrid), que fue pionero, hace 15 años, en este tipo de prácticas.

La Autónoma de Madrid tiene un acuerdo con la Fundación Esame del Medicamento para que los estudiantes puedan hacer tres meses de prácticas. El éxito no puede ser más espectacular: el cien por cien de los becados consigue un puesto de trabajo después del periodo de prácticas. Incluso la agencia estatal Efe, que tras dos regulaciones de empleo apenas tiene posibilidades de dar trabajo a sus becarios, puede presumir de un alto nivel de colocación de sus masters en otras empresas gracias a su enorme prestigio.

Incluso desde Comisiones Obreras se advierte de que el sistema, bien regulado, es el mejor para acercar el mundo académico al laboral facilitando ese tránsito para el que los jóvenes pasan ahora tantos años preparándose.

Javier Requejo: "Ya no me hace falta más teoría"

20 años. Está terminando su ciclo formativo de grado medio en el módulo de carrocería del automóvil con unas prácticas en un taller.

Está realizando un trimestre de prácticas para terminar su ciclo formativo en un taller de automóviles de San Sebastián de los Reyes (Madrid). "Al principio se creen que sólo tenemos teoría; que no sabemos soldar ni usar una pistola, pero lo cierto es que llegamos con una preparación muy buena. Yo saco mucho trabajo adelante, pero también aprendo", dice Javier, que sólo siente que estas prácticas, organizadas por su instituto con diversos talleres de la zona, no sean remuneradas. "Al menos nos podían dar algo para el fin de semana", bromea. Pero está contento. Sabe que ha hecho una buena elección porque "golpes va a haber siempre" y, por tanto, no le ha de faltar trabajo a los chapistas. También sabe que muchas empresas contratan a los becarios que acogen. "Nosotros no empezamos de aprendices, sino de oficiales de segunda". A su madre le hubiera gustado que Javier hubiera aspirado a algo más, pero él está feliz en lo que le gusta. Desde los 16 años trabaja en diversas actividades y haciendo "ñapas" (chapuzas).

Tania Castaño: "Con suerte, a los 40 logras un trabajo fijo"

29 años. Ha terminado el curso de doctorado en Farmacia en Granada y ahora es becaria en Química Orgánica en el CSIC.

"Estoy trabajando en los inhibidores de una enzima implicada en muchas enfermedades. No puedo decir más. Es secreto de la investigación". Tania logró en enero de 2003 una beca de cuatro años en el Centro de Química Orgánica del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), y allí sigue, cumpliendo un extenso horario y trabajando en un proyecto a veces frustrante -"las sustancias no siempre reaccionan como esperas"-, pero entusiasmante. Ha sido monitora de aerobic y profesora de nutrición para obtener algún ingreso económico mientras sigue formándose en un terreno en el que hay "cada vez más competencia". Es consciente de que ha optado por una profesión difícil, de prolongada formación y mal remunerada. "Tengo una jefa con tres hijos que sigue con becas", cuenta, aunque añade: "Ahora tenemos todas las ventajas del régimen general de la Seguridad Social, excepto derecho al paro". Lo normal, en su campo, explica, es que, con suerte, a los 40, logres un trabajo fijo.

Amara Odériz: "El valor de las prácticas depende de tu actitud"

23 años. Cursa sexto de Dirección de Empresas y Derecho en Pamplona y ha hecho prácticas este verano en el bufete Cuatrecasas.

Su doble licenciatura la está completando con una primera etapa de prácticas en el BSCH; con otro periodo en el prestigioso bufete de abogados de Cuatrecasas, en Barcelona, y, finalmente, con otra estancia como becaria en un despacho jurídico extranjero que quiere realizar el año próximo al terminar la carrera. Afirma con rotundidad que su experiencia en Cuatrecasas ha sido positiva y que ha trabajado mucho, aunque siempre bajo la supervisión profesional, en el área de banca y seguros, que le apasiona. Valora enormemente el banco de datos del que ha dispuesto este verano para desarrollar su trabajo y es pragmática en sus opiniones. "Las prácticas se valoran luego mucho para los procesos de selección", explica. "Hoy en día hay que diferenciarse por algo, y en este terreno se tiene especialmente en cuenta la iniciativa propia y las ganas de aprender. El valor de las prácticas depende del enfoque de la empresa y de tu actitud".

César Core: "Aporto mis ganas y mi disponibilidad"

23 años. Ha completado la teoría y la práctica de Enfermería con un 'master' en cuidados críticos. Ahora es suplente en atención primaria.

Trabaja de noche en el servicio de urgencia de un centro de atención primaria en la sanidad pública. Tiene un contrato de seis meses después de haber acabado, el año pasado, los estudios de Enfermería, que concentran en tres años un gran número de horas teóricas y prácticas. "Te sientes explotado", comenta. Pero César no se queja ni de lo hecho ni de sus horarios. Vive con sus padres y no tiene compromisos, así que puede hacer los turnos más incómodos. "Y como suplente gano 1.400 euros brutos al mes; lo mismo que los veteranos, lo que es muy frustrante para ellos". Podría intentar ganar una oposición, pero quiere seguir preparándose con más cursos o 'masters' (en su tipo de estudios se denominan oficialmente "títulos propios"). El problema es que cuestan mucho dinero. "De todos modos, aquí hago formación continuada. Los compañeros me apoyan muchísimo. Yo, a cambio, pongo mis ganas y mi disponibilidad".

Josep Maria García: "Lo que te enseñan en la escuela es utópico"

24 años. Hecho ya el proyecto de fin de carrera, es becario en el estudio de arquitectura de Juan Navarro Baldeweg.

A su edad tiene ya una nutrida trayectoria profesional. Su profesor de estructuras en la Escuela Superior del Vallés, Robert Brufau, le dio trabajo ya desde segundo curso en su estudio barcelonés. Podía haber optado por quedarse, pero ha preferido indagar en otros estilos. Disfrutó de una beca Erasmus de seis meses en Roma el año pasado, y ahora está en Madrid gracias a otra beca de la Fundación de la Caja de Arquitectos (20 cada año para 20 estudios de toda Europa), también de seis meses. Josep Maria ve demasiada distancia entre lo que se enseña en las escuelas técnicas y el mundo real. "Allí hacías proyectos sin tener en cuenta el presupuesto, por ejemplo. O sin tener en cuenta que puede haber un cliente que quiere una cosa diferente. Aquello es demasiado utópico". Está satisfecho de su proyecto de fin de carrera, la ampliación de unas bodegas de vino de su pueblo, Barberà de la Conca (Tarragona), de la que se va a hacer una exposición.

Georgina Olson: "La crónica en directo es pura adrenalina que te atrapa"

31 años. Licenciada en Relaciones Internacionales en México. Becaria en el 'master' de Periodismo de la agencia Efe.

El gusto por escribir ha torcido los pasos de Georgina Olson hacia el mundo del periodismo. Licenciada en Relaciones Internacionales y tras ocupar varios puestos laborales, empezó a colaborar en la revista del servicio de medio ambiente de la Organización de Estados Iberoamericanos donde trabajaba, en México, su país, y esa fue su perdición. Cuando supo que la Fundación Carolina lanzaba una convocatoria de becas para el master de Periodismo en la agencia Efe, no lo dudó. "La agencia tiene un prestigio enorme en México; también estudiar en España, en general". En casa temían que Georgina dejara su posición para quedarse quizá después en el paro, pero el periodismo le fascina y no quería abandonar su sueño. Las prácticas en Efe le han supuesto un reto personal y profesional. Ya no le tiembla la voz ante el micrófono de la radio como al principio. "Aquí te espabilas a toda velocidad. Transmitir una crónica en directo es pura adrenalina, pero luego te deja una cierta satisfacción. Te atrapa. Y según cómo te den la entrada sabes que el resumen de la rueda de prensa que tenías que hacer en un minuto lo debes convertir sobre la marcha en 30 segundos".

Javier Hernández: "Mi madre me trata de otra manera desde que trabajo cada día"

20 años. Está acabando el grado superior de Gestión Comercial y Marketing con unas prácticas de tres meses en Ikea.

Podía haber optado por hacer las prácticas en una empresa que hay en la puerta de su casa, en Aluche, pero ha preferido el hipermercado del hogar Ikea, aunque eso le cueste tres horas de autobús diarios para ir y volver. Su instituto le tutela en la distancia mientras aprende el oficio "haciendo cosas y cometiendo errores". Le han adjudicado la sección textil y trabaja cara al público. Su máxima: "Atender al cliente como me gustaría que me atendieran a mí". No le gusta estudiar, aunque ahora cree que debería haberlo hecho con más empeño y se apasiona con la mercadotecnia. "Mi jefe vio que había un artículo que apenas se vendía y lo cambiamos de sitio y presentación. Luego vimos que tenía más éxito; me enseñó las cifras. Vender lo que nosotros decidamos. ¡Eso es marketing! Me encanta". Su inmersión en el mundo laboral aún no está remunerada, pero le proporciona ventajas. "Cuando llego a casa, mi madre ya no me exige que me ponga a estudiar o que recoja mi habitación. Me trata de otra manera. Ahora puedo llegar a casa y descansar o ir a ver a los amigos". Y añade: "Me he prestado a este reportaje para que se vea que los ciclos de gradio medio o superior [antes formación profesional] valen para algo".

Javier Requejo. 20 años. Está terminando su ciclo formativo de grado medio en el módulo de carrocería del automóvil con unas prácticas en un taller.
Javier Requejo. 20 años. Está terminando su ciclo formativo de grado medio en el módulo de carrocería del automóvil con unas prácticas en un taller.GUILLERMO PASCUAL

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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