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Reportaje:

A desalar tocan

La construcción de 27 desaladoras consolida a España entre las potencias mundiales

Las grandes constructoras se quedaron con la miel en los labios cuando Zapatero revocó el trasvase del Ebro. Pero el cambio de rumbo no deja a estas empresas sin contratos. Hay más de 2.800 millones a repartir por la sociedad estatal Acuamed (antigua Trasagua) hasta 2008. Casi la mitad se destinarán a desaladoras, un mercado en el que España consolidará su puesto como potencia.

La desalación es rentable a menos de 150 kilómetros del litoral y a una cota inferior a los 200 metros sobre la ubicación de la planta
España ocupa el cuarto puesto del sector en capacidad de desalación. Argelia ha adjudicado a empresas españolas 6 de sus 7 nuevas plantas

La mayor parte de los 121 proyectos se destinarán a generar más de 800 hectómetros cúbicos de agua al año, de los que 600 procederán del mar Mediterráneo. Como suele decir el director de Acuamed, Adrián Baltanás, la desalación aunque salga más cara que el trasvase no genera tensión territorial ni conflictos sociales. En efecto, nadie protesta porque en la costa mediterránea, se vayan a instalar más de 27 plantas de desalación de aquí a cuatro años.

Los directivos de las siete grandes empresas con experiencia en el tratamiento del agua y la desalación se frotan las manos. "Significa el afianzamiento y en algunos casos un trampolín de nuestras empresas en el mercado exterior desde América hasta Oriente Próximo pasando por el norte de África", asegura Ángel Cajitas, director ejecutivo de ATTA, la Asociación Tecnológica para el Tratamiento del Agua. Cajigas también cree que permitirá avanzar en el desarrollo tecnológico, la eficiencia energética y los tratamientos avanzados de las aguas residuales, una actividad que moviliza anualmente en España alrededor de 300 millones de euros en equipos.

"Es fantástico. Supone una oportunidad histórica para el sector", afirma Guillermo Bravo, consejero delegado de Befesa, filial de Abengoa. Tras participar en las desaladoras de Carboneras, Cartagena y Almería, Befesa ha dado un gran salto en la desalación, al conseguir tres concesiones de otras tantas plantas en Argelia en asociación con Sadyt (Sacyr) y Cobra (ACS) para generar 400.000 metros cúbicos diarios y acaba de lograr la concesión de otra gran desaladora con 100.000 metros cúbicos diarios de capacidad para el abastecimiento de Chennai (antigua Madrás), la quinta ciudad más poblada de la India, con más de 10 millones de habitantes.

El caso de Befesa no es único. Con el impulso público que se dio a la desalación para dotar los abastecimientos de Canarias y Baleares, la experiencia adquirida por las empresas españolas las sitúa en primera posición para exportar su know how a cualquier rincón del mundo cerca del mar que necesite agua potable.

En este momento y con más de 900 plantas en explotación, España ocupa el cuarto puesto mundial en capacidad de desalación por detrás de Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos. Y ha sido la estrella del congreso mundial sobre desalación celebrado recientemente en Singapur donde José Antonio Medida ha sido elegido presidente de la Asociación Internacional de Desalación, que celebrará su próximo encuentro en Canarias.

El gran salto desde las costosísimas desaladoras de los años setenta hasta lograr un precio asumible para la agricultura de alto valor añadido, ha sido posible por la drástica reducción de costes de la ósmosis inversa. Lo que costaba dos y hasta tres euros por metro cúbico, se ha reducido a entre 0,70 y 0,45 euros a pie de planta.

La ósmosis inversa no es una tecnología propiamente española. "Las membranas que utiliza (para retener la sal del agua marina) están en manos de grandes multinacionales especializadas en fabricar poliamidas, pero nosotros hemos invertido mucho dinero en investigación para ganar en eficiencia energética y en modelos de dilución de la sal muera", precisa Bravo.

La tecnología de membranas no es española, pero la experiencia en su manejo y explotación en grandes desaladoras no la tiene ningún otro país, ni siquiera Israel que sólo lo ha instalado en pequeñas plantas fuera de su territorio.

La armada española de la desalación ha llegado hasta Londres donde la veterana Pridesa está montando la mayor desaladora de Europa, para 150.000 metros cúbicos diarios. El bagaje de Pridesa, con una capacidad de desalación instalada de más de 226 millones de litros anuales ha sido decisivo en el destino de la compañía vizcaína. Tras ser adquirida a Iberdrola por la eléctrica alemana RWE pensaba deshacerse de ella y venderla a Acciona, pero se ha arrepentido, dadas las perspectivas de negocio que ofrece la desalación. Pridesa junto a un grupo canadiense ha conseguido la sexta gran desaladora que ha otorgado Argelia a empresas españolas recientemente. Sólo una de las siete en licitación ha escapado de manos españolas al ceder la concesión a la estadounidense Ionics.

Antonio García-Zarandieta, director de Inima, hoy filial de OHL, calcula que el negocio de la desalación va a movilizar a más de 2.500 millones de euros con las próximas licitaciones de India, Omán, Israel, el norte de África, Australia, China, Oriente Medio y América. Su empresa en alianza con Aqualia de FCC, construye y explotará dos plantas de 200.000 metros cúbicos en Argelia durante 25 años, a un coste de 0,75 dólares el metro cúbico. Ya está presente en tres continentes. En América del Sur (Chile) desarrolla dos plantas, una en África y otra en Antofagasta de 40.000 metros cúbicos diarios para abastecimiento, en paralelo a otra de similar dimensión destinada exclusivamente a la decantación de la minería del cobre que construye la francesa Degremont.

Inima también explotará en concesión una planta en México (Los Cabos, Baja California) y otra en Brockton, una ciudad de 100.000 en el estado de Massachusetts, a unos 200 kilómetros de Boston, zona húmeda donde las haya. ¿Por qué motivo el ayuntamiento recurre a la desalación? "Porque no tienen dónde almacenar el agua para cuando se la necesita", precisa Zarandieta. Y "se puede producir en función de la demanda", añade Miguel Torres, jefe de área de Calidad de Agua del CEDEX y experto en desalación.

Esta tecnología permite conseguir agua potable en condiciones de rentabilidad, siempre que el usuario resida a menos de 150 kilómetros de la costa donde esté instalada la desaladora y a una cota inferior a los 200 metros. El coste real que manejan los expertos oscila entre 0,60 y 0,70 euros el metro cúbico que baja a entre 0,30 y 0,35 en España con las subvenciones europeas y las sociedades estatales.

Según el libro blanco de la Agencia de la Energía de Australia, el incremento de la población en el mundo -mucho más que el cambio climático- va a elevar dramáticamente las necesidades de agua potable hasta 5.000 kilómetros cúbicos anuales para el año 2025.

Con ese nivel de demanda, la desalación resulta una opción competitiva en aquellas áreas donde no exista ninguna otra opción (Argelia, por ejemplo); donde la población se acumula en las costas; donde resulte asumible su coste para los usuarios y allí donde, no reuniendo las condiciones anteriores, se consigan recursos financieros. Entre las primeras el Libro Blanco identifica al centro y sur de Asia; el norte, centro y sur de África, el oeste y sur de América y Australia. En la cuarta condición entrarían el suroeste de Norteamérica y muchas partes del norte y sur de Europa.

Adrián Baltanás, director de Acuamed.
Adrián Baltanás, director de Acuamed.

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