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Filmoteca de verano | GENTE
Columna
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Alien y la gastroenteritis

En 1979, cuando se estrenó Alien, el público no estaba preparado para tanto terror. El director Ridley Scott supo horrorizarnos con un relato de claustrofobia futurista que maquillaba una estructura clásica: una bestia va matando a distintos personajes de uno en uno. Habría resultado más sencillo cargárselos todos de golpe, pero sólo habría dado para un cortometraje. El monstruo de Alien, en cambio, reparte los tiques de este macabro Su Turno a los distintos personajes para que, a medida que avanza la historia, el público juegue a adivinar quién será el próximo fiambre. La cuidada ambientación y cierta lentitud narrativa hicieron que la película llamara la atención de algunos intelectuales, seducidos por la astucia de un Scott que había estudiado Bellas Artes, ejercido de ilustrador, practicado la publicidad y admirado al dibujante Moebius. Fernando Savater, por ejemplo, escribió que Alien era "un sutil ejercicio espiritual sobre la ambigüedad de la siempre hurtada naturaleza en el ámbito del artificio generalizado, es decir, en la perspectiva de nuestra modernidad".

Moraleja: si te alejas demasiado de casa, puedes volver con algún terrible monstruo metido en las entrañas

La sinopsis parece menos críptica: un remolcador especial regresa a la Tierra. A bordo, lleva una carga de minerales, un gato poseído y una tripulación ansiosa por llegar a casa. Pierden el rumbo, se tropiezan con un planeta imprevisto, se detienen en una escala técnica y salen a explorar la zona con resultados pésimos: son atacados por un ente que no sólo se mete dentro de su nave, sino dentro de su cuerpo. Moraleja: si te alejas demasiado de casa, puedes regresar con algún terrible monstruo en las entrañas. Es una verdad que, pese a los reiterados avisos de las autoridades, suelen desoír los turistas y que puede manifestarse en forma de brutal gastroenteritis. Existen paralelismos entre la gastroenteritis y Alien. En ambos casos las víctimas pecan de exceso de confianza. Sales a cenar, pides el plato típico del país que visitas y, horas más tarde, estás clavado en el retrete con un depredador viscoso dinamitándote los intestinos.

Por suerte, la gastroenteritis no es tan mortal como el alien de Alien, el bicho más feo de la historia del cine. Adolfo Pérez, que ha estudiado esta fauna en su libro Aliens y robots, escribe: "Dentro de la estructura del monstruo, elaborada a partir de caucho y fibra de vidrio, había un hombre de más de dos metros de altura que debía moverse con cierta soltura". Pérez cuenta que el papel de Sigourney Weaver estaba previsto para Paul Newman, uno de los pocos actores que pasará a la historia no sólo por los papeles que aceptó, sino también por los que rechazó. En el rodaje se utilizaron tres aliens. "El segundo se trataba del actor Bolajo Bolaji, un miembro de la tribu de los masai, que se distinguen por la elevada estatura de sus componentes", escribe Pérez. Si ves la película pensando que dentro del monstruo está el pobre Bolaji sudando la gota gorda, da menos miedo. La gastroenteritis, en cambio, es más difícil de vencer. Cuando te pilla lejos de casa, te sientes como la nave de la película, desorientado, impotente. Uno de los tripulantes se refiere al bicho con admiración. "Es un superviviente al que no afecta la conciencia, los remordimientos y las fantasías de moralidad". La gastroenteritis también es así, y puede provocar hipocalemia, hiponatremia, acidosis y alcalosis, que parecen los nombres de cuatro hermanas psicópatas. Cuando el alien se carga a uno de los pasajeros, le lanzan al vacío tras un breve funeral. Los restaurantes que envenenan a sus clientes deberían hacer lo mismo: lanzarlos al espacio, propulsados por sucesivos y brutales estallidos gástricos.

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