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Crítica:'FUNK' | Maceo Parker
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un catedrático muy ameno

Está bien que Maceo Parker haya titulado su último disco School's in! pues asistir a un concierto suyo es como ir a la escuela. A aquéllos a los que ir a clase suponía, o supone, un duro trago, habrá que decirles que la escuela de Maceo es de funk alegre y divertido. Que el tiempo pasa volando, que es como estar siempre en el recreo y que el único disgusto llega cuando suena la campana que indica que las clases han terminado.

Parker da lecciones en todo. Sabe llevar el tempo del concierto para que la lección resulte amena y provechosa. Se aprende con gusto de sus enseñanzas y se baila todo lo que se puede para avanzar en la asignatura.

Todo empieza con sus músicos entregados de salida a un frenético funk, Fiesta, que lleva cierto ritmo de tumbao. Es la canción perfecta para calentar al público antes de que salga el profesor. Sirve también para ajustar el sonido de una sala que suele resultar infernal para estos menesteres pero que con la banda de Maceo Parker parece que hasta va a conseguir que se distingan los instrumentos. La definición de los fastuosos trombonista y trompetista, esa abrasiva sección de metal acaso la más eficaz de cuantas puedan verse ahora en el mundo del funk, y la nitidez de la contundencia de su bajista y baterista hacían creer estar en otra sala muy distinta a La Riviera, de habitual hostil a andar con sutilezas sonoras.

Maceo Parker

Maceo Parker (saxo alto y voz), Greg Boyer (trombón), Ron Tooley (trompeta), Morris Hayes (órgano Hammond y teclados), Bruno Speight (guitarra), Rodney Skeet Curtis (bajo), Jamal Thomas (batería), Corey Parker y Martha High (voces). La Riviera. Madrid, 19 de julio.

Delirio

Cuando sale Parker con su saxo alto a los compases de To be or no to be, el shakespeariano título con el que se abre School's in! la sala se convierte en un delirio del que no se baja hasta el final, y quizá sólo amaina un rato cuando en la única balada del concierto deja lucirse a su trompetista. El resto es todo funk proteico y sudoroso. Festivo, pero delicado. Hondo y denso. Incendiario. La profundidad de su organista, un tipo que estuvo tiempo con Prince, y el desgarro del guitarrista, contribuyen con mucho peso a crear esos climas. No hay ni un blanco en la banda. Todos son negros y la música no puede ser más negra. Aunque también guste a otras razas, no entra en esa calificación odiosa de música-hecha-por-negros-para-los-blancos.

Su hijo Corey da contemporaneidad al espectáculo rapeando sobre What you know about funk y Martha Hihg pone su toque exótico derrochando vozarrón y simpatía. Pero por encima siempre está el gran Maceo Parker. Bien sea soplando el saxo -que con él parece casi más un instrumento de percusión que de viento-, bien sea cantando o bien bailando, siempre da lecciones sin pretenderlo. Una clase magistral impartida por el gran catedrático que tiene ahora el funk, aunque quizá el título no le pegue del todo por la simpatía que derrocha a cada instante y que le aleja de todo rigor académico.

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