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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Moneo, el arquitecto de la intensidad

El arquitecto navarro, que expone en el Kursaal de San Sebastián una selección de sus obras de carácter cultural, asegura que las críticas son beneficiosas porque gracias a ellas "la obra construida termina siendo mejor de lo que era la obra proyectada"

Maribel Marín Yarza

Rafael Moneo (Tudela, 1937) regresó ayer al Kursaal de San Sebastián, en el quinto aniversario de su inauguración, para hacer un ejercicio de metarquitectura y mostrar al mundo los cimientos de su carrera desde las entrañas de una de sus obras más emblemáticas. Porque es eso, metarquitectura lo que propone en la práctica la Sala-Kubo de Kutxa con Rafael Moneo: museos, auditorios y bibliotecas, un extenso recorrido cronológico por sus grandes obras de dimensión cultural; desde el Museo de Arte Romano de Mérida hasta el polémico proyecto de ampliación del Museo del Prado, en Madrid. "Este modo de estar habitado por mi propia arquitectura es un sentimiento intenso", reconoció ayer. "Me ha impresionado. Ahora, ver reunidas tantas obras, también es inquietante, porque uno tiene la sensación de que ya no se encuentra al comienzo de su carrera profesional".

"Cada expresión artística tiene una condición propia, la de la arquitectura es incorporarse a la vida de la ciudad"
"Es esencial encontrar los cimientos en el sentido más literal, sea próximo a la geología y a la geografía o a la vida urbana"
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Hace ya tiempo que Moneo logró lo que muchos arquitectos sólo llegan a soñar: una trayectoria personal y coherente con su propio pensamiento y un amplio reconocimiento internacional resumido en un galardón, el Premio Pritzker, que recibió en 1996. Eduardo Chillida murió sin ver su gran proyecto escultórico en la montaña de Tindaya. ¿Usted ha realizado ya su obra cumbre o aún le queda algún sueño que convertir en realidad? "Me parece que la vida me ha dado ya ocasiones de decir lo que quería decir", confiesa el arquitecto navarro. "Suelo coincidir con quienes piensan que el futuro está mucho en el presente y que, en realidad, puede que lo que se quiere decir esté ya dicho".

Moneo ha dejado testimonios de su pensamiento, de su forma de entender la arquitectura, el arte y el desarrollo de las ciudades, en textos, clases magistrales y edificios. Y ahora también en la exposición del Kursaal, que reúne maquetas, fotografías, planos y memorias de 16 de sus proyectos culturales y de la parroquia que realizará para el futuro barrio donostiarra de Riberas de Loiola -está ubicado en un espacio apartado a la entrada de la sala-. En la planta baja están las tripas de lo que él llama la obra "consolidada y usada": por ejemplo, el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid; la Fundación Pilar i Joan Miró de Palma de Mallorca, el Museo de Arte Moderno y de Arquitectura de Estocolmo o el propio Kursaal. En la superior, los trabajos en curso: desde la ampliación del Museo del Prado, a la Biblioteca de la Universidad de Deusto o el Museo del Teatro Romano y Parque de Cornisa de Cartagena. No puede verse en la sala la Catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles, el que él considera su proyecto "más complejo" y "arriesgado".

La muestra ofrece múltiples claves para entender la trayectoria de Moneo. Fernando Pérez Oyarzun, autor de los textos del catálogo de la muestra, las sintetizó así: "Su obra es el resultado de una fructífera tensión entre su sensibilidad a los signos de los tiempos y a la vez una visión muy particular de la arquitectura". "A menudo resulta sorprendente e incluso inesperada", continuó. "Moneo raras veces se ha enmarcado en corrientes establecidas".

Ha sido él quien ha definido a lo largo de más de cuatro décadas las señas de identidad su arquitectura. Desde la importancia del lugar que habitarán sus edificios hasta su vocación de servicio público. De hecho, para este arquitecto es tan importante el emplazamiento de una obra, que ha llegado a renunciar a proyectos como el del auditorio de Oviedo. "En arquitectura es esencial encontrar los cimientos en el sentido más literal, sea próximo a la geología y a la geografía o a la vida urbana", sentencia. Y añade: "Valoro cada día más la importancia que tiene lo que haces en el lugar en el que trabajas".

A Rafael Moneo no le gustan las entrevistas, pero le puede su amabilidad y va contestando a su manera, una a una, a todas las preguntas. Incluso cuando se le pide que explique cómo se siente cada vez que una de sus propuestas está en el centro de la polémica. Le ocurrió con el Kursaal, igual que con la ampliación del Museo del Prado. "Las críticas al Kursaal pudieron venir porque es quizá uno de mis proyectos polémicos más radicales. Había que hacer ver que esa solución más abstracta no iba a incidir para mal en el perfil tradicional de la ciudad. Y los donostiarras tuvieron fe, sobre todo la tuvo su alcalde, Odón Elorza y no está mal recordarlo. En el caso del Museo del Prado ha sido distinto, ha habido otros intereses de los que no hace falta hablar ahora. Pero algunas de las críticas han redundado en beneficio del proyecto". Moneo lo tiene claro en ese sentido. Con las críticas "la obra construida termina siendo mejor de lo que era la obra proyectada". Esa, dice, es al menos su experiencia.

Y es larga. El arquitecto navarro cursó sus estudios de arquitectura en Madrid, y con poco más de 20 años estaba ya trabajando en el estudio de otro navarro de renombre: Francisco Javier Sáenz de Oiza. Pero Moneo quería abrir sus horizontes y aprender de otros grandes. Le interesaba la obra de Jorn Utzon y le escribió sin pensárselo dos veces. No le contestó, así que se presentó en su estudio de Dinamarca y acabó quedándose durante 1961 y 1962, antes de continuar su formación en Italia y en Estados Unidos. Este es el germen de su prestigiosa carrera arquitectónica. Pero no la única fuente de satisfacción de su trayectoria profesional. Moneo, autor del edificio de Bankinter y la estación de Atocha en Madrid y del Museo de Bellas Artes de Houston, ha desarrollado una intensa labor en escuelas de Europa y Estados Unidos. ¿Para llegar a donde está hoy hace falta osadía además de trabajo? "Pienso que sí, que hace falta una dosis de osadía y voluntad de hacer las cosas. E insistencia", asegura. "La fortuna en algo ayuda, no cabe duda. No sé si en un momento dado un aprobado oportuno en una asignatura que casi nadie aprobaba el primer año, o ir a trabajar con Utzon llamando a su puerta insistentemente cuando la gente no salía... O en el año 76 decidirte a pasar por una experiencia americana entonces nada frecuente..."

Moneo ha vivido mucho, pero todavía conserva el mismo entusiasmo que al principio. "Le puedo decir que atiendo al trabajo con el mismo interés", confiesa. Y con el mismo juicio crítico con respecto a su obra y a la de los demás. No tiene problemas en confesar que para él es "una equivocación" la tendencia actual de utilizar a arquitectos de renombre como salvadores del desarrollo urbanístico de las ciudades.

"Hay que reconocer que la operación del Guggenheim en Bilbao ha sido un éxito, pero también que otras tantas ciudades que lo han intentado han perdido el tiempo", afirma. "Habría que volver a pensar en oficinas municipales solventes y capaces de abordar algunos de éstos problemas que se ofrecen con demasiada impunidad a arquitectos sólo aparentemente brillantes. La reflexión que debe hacerse sobre el futuro de una ciudad lo pueden hacer mejor las gentes que más la conocen".

Moneo habla largo y tendido sobre la arquitectura actual y sobre su trayectoria desde el interior del Kursaal, hoy ya obra autónoma e independiente. Y asegura que no tiene la sensación de haber perdido algo que era suyo. "Afortunadamente cada una de las expresiones artísticas tiene un carácter y una condición específica propia y la de la arquitectura es esa, incorporarse a la vida de la ciudad. Lo que más me ha gustado de hecho es ver la importancia que ha tomado la acera de la Zurriola, como si fuera una especie de plaza pública en movimiento".

Todavía va a tener que enfrentarse en más ocasiones a ese proceso de emancipación de sus obras. Porque Rafael Moneo, que prepara un libro de sus 20 obras más representativas porque se siente "incapaz de elegir menos", no tiene fecha de jubilación. "Bueno", apostilla tras un rato largo. "Tengo dos hijas que son arquitectas. No sé, si pensase que mi carrera hacía sombra a su trayectoria o no hacía tan fácil su trabajo, esa sería la mejor razón para dejarlo".

Rafael Moneo, en la sala Kubo Kursaal ante la maqueta de la iglesia del barrio Riberas de Loiola.
Rafael Moneo, en la sala Kubo Kursaal ante la maqueta de la iglesia del barrio Riberas de Loiola.JAVIER HERNÁNDEZ

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