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Reportaje:

Sigmund Freud vuelve al diván

Viena celebra los 150 años del nacimiento del fundador del psicoanálisis con un amplio programa

El humus fértil para el surgimiento del psicoanálisis en Viena fueron los desgarres del fin de siglo, vividos en el ambiente represivo de una monarquía en decadencia que predicaba moral mientras sembraba brutalidad y que llevarían al desmoronamiento de la sociedad en dos guerras mundiales.

A esto se suma, según el escritor Robert Schindel, que "Sigmund Freud era vástago de un pueblo, el judío, a caballo entre una realidad medieval y la emancipación, y en la ilustración veía él la oportunidad de dar un gran salto en su propia biografía". Muchos le criticaron más tarde por su intento de adaptar sus ideas a un entorno muy estrecho. El dilema del autor de La interpretación de los sueños (1900) era que "llevaba una vida de burgués convencional y le asustaban sus propios descubrimientos. Fue revolucionario contra su propia voluntad", dijo Schindel.

Una exposición evocará el 'pensar acostado', la imagen de las consultas
Freud se emocionaba al notar que los historiales clínicos se leían como novelas

Sigmund Freud nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, en la región de Moravia -por aquel entonces parte del Imperio Austrohúngaro y ahora de la República Checa-, pero ya a los tres años se trasladó con su familia a la capital austriaca, donde estudió, desarrolló contra viento y marea sus hipótesis de la libido y del inconsciente, practicó con pacientes, escribió trabajos clínicos y ensayos filosóficos y formó a sus discípulos, hasta que la amenaza nacionalsocialista le obligó a huir en 1938 a Londres, donde falleció al año siguiente. Sus cuatro hermanas, deportadas por los nazis, murieron en campos de concentración. En su autobiografía Freud ya anotaba que sus ideas tenían mejor recepción en Estados Unidos, Suiza o Francia que en Viena, la cual ocupaba, según él, un lugar "excéntrico" en Europa.

Ahora, la ciudad que otrora despreciara a Freud por transgresor y lo repudiara por judío, y que hasta hoy no le ha dedicado más monumento que un busto en el recinto universitario y una lápida casi escondida en un claro de los Bosques de Viena, se dispone a celebrar el 150º aniversario de su nacimiento. Lo hará con exposiciones, conferencias sobre temas como "psicología y violencia", con lecturas en público, publicaciones, cine de referencia freudiana y otras manifestaciones culturales. Y dadas las coincidencias de la vida, estos actos se verán eclipsados por las pomposas conmemoraciones del 250º aniversario Mozart.

Un simposio organizado por la Fundación Sigmund Freud y el Instituto Da Ponte intentará vincular a los dos genios, para tratar de las dinámicas conscientes e inconscientes en la ópera de Mozart Don Giovanni. La exposición más destacada llevará por título El diván. Sobre el pensar acostado y podrá visitarse del 4 de mayo al 29 de octubre en el antiguo apartamento y consultorio del psicoanalista en la calle Berggasse 19, desde 1971 convertido en Museo Sigmund Freud por iniciativa de una fundación privada. A través de la perspectiva del diván se pueden vislumbrar la trayectoria, el entorno, las deducciones y las repercusiones de Freud hasta llegar a la actualidad, en que el psicoanálisis vuelve a ser, una vez más, muy cuestionado.

No obstante, no ha tenido mucho eco en Austria la polémica suscitada por la publicación en París, el pasado verano, del Libro negro del psicoanálisis, en el que el autor, Serge Tisseron, defensor de la línea cognitivista y conductista, acusa a Freud de farsante. Según explicó la comisaria de esta exposición, Lydia Marinelli, "aquí no han estallado las feroces guerras contra Freud como en EE UU y otros lados. Pero es que en Viena ni siquiera se plantea el debate, dado que, después de la II Guerra Mundial, tampoco ha renacido el ímpetu investigador que caracterizó al maestro del inconsciente. Los círculos psicoanalíticos se dedican más a recordar y conservar que a explorar. Quizás por excesiva precaución, porque ven en Freud un subcapítulo del Holocausto".

La dictadura nacionalsocialista, que arremetió contra todo pensamiento crítico e ilustrado, obstruyó el desarrollo del pensamiento freudiano. Hasta hoy se perciben las repercusiones, ya sea en la falta de amplitud de esta corriente como en el desconocimiento del alcance cultural y político que en otros lugares se le ha dado a la crítica freudiana de la civilización, que se destaca en su ensayo Del malestar en la cultura.

Pero sobre todo llama la atención que en esta ciudad que vio nacer el psicoanálisis no exista hasta hoy la docencia psicoanalítica en las universidades. "Es grotesco", dijo el filósofo Robert Pfaller, miembro de un comité que desde 2003 intenta establecer el psicoanálisis en la Universidad de Viena. "Hasta ahora hemos encontrado muy poco interés".

El presidente de Austria, Heinz Fischer, socialdemócrata, ha asumido el patrocinio de la celebración de Freud, al que admira también como escritor. A Elfriede Jelinek, premio Nobel, le gusta el estilo literario de Freud, a quien considera, junto con Nietzsche, uno de los más grandes estilistas de la lengua alemana. El mismo Freud admitía que se emocionaba al notar que "los historiales clínicos que escribo se leen como novelas".

Sigmund Freud, en 1929.
Sigmund Freud, en 1929.REUTERS

El lugar de la desesperación

La historiadora Lydia Marinelli, comisaria de la exposición El diván. Sobre el pensar acostado, explica que, después de escuchar a sus pacientes, Freud percibió que el diván era "el lugar del desplome". Ellas, sus primeras pacientes histéricas, provenientes de la alta burguesía, solían tener un elegante diván en el salón, sillón de evocación erótica sobre el que aprendían a sentarse según los buenos modales de la época para no parecer indecentes. Pero era también sobre el diván donde, a solas, se desplomaban llorando, desesperadas, cuando estaban en crisis. En un principio, el padre del psicoanálisis ya usaba este mueble para el tratamiento mediante hipnosis. No suponía nada peculiar, ya que en los consultorios médicos del siglo XIX era normal encontrar un diván cubierto de tapices orientales como el que más tarde usó Freud. Una costumbre que la medicina eliminó cuando surgió el miedo a las bacterias. El pionero de la "cura de descanso" fue, hacia 1870, en EE UU, el precursor de la neurología Silas Weir Mitchell (1829-1914). La inmovilización en posición horizontal se empezó a aplicar en muchos países para tratar la neurastenia, pero numerosos expertos la consideraban arriesgada porque, acostado, el paciente podía perderse fácilmente en fantasías. Precisamente esas fantasías tan temidas fueron las libres asociaciones que Freud apreció como material para explorar la psique. No tardó mucho el diván en convertirse en icono de lo freudiano. Y sirvió de promoción del psicoanálisis dada su fácil representación visual, muy bien reciclada por Hollywood y por caricaturistas. La muestra presentará en este contexto también algunos cuadros de pintores surrealistas. En una serie de entrevistas con psicoanalistas se intentará averiguar cuán indispensable puede ser el diván, dado que muchos consideran que es un distintivo del psicoanálisis en comparación con otro tipo de terapias. "Las respuestas son muy variadas. Tenemos expertos muy fieles al diván y otros que lo rechazan por contraproducente. Así, la exposición se deriva ya sea hacia una crítica al psicoanálisis clásico como hacia una defensa de éste".

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