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Reportaje:

Los cavas de Toledo hacen su agosto

El boicoteo al espumoso catalán se deja sentir en bodegas de barrios ricos, en cestas de Navidad y en restaurantes de Madrid

Antonio Jiménez Barca

Juan José Sánchez, el dueño de una bodega en la calle de Ibiza, un barrio madrileño de clase media-alta cercano al Retiro, lo notó ya el año pasado: "Entonces, cuando Carod Rovira dijo que no apoyaba al Madrid olímpico, ya se habló de bloqueo a lo catalán, pero yo no me lo creí... y me quedé unos días sin vender cava". Así que este año, cuando en septiembre empezaron a circular mensajes alentando a un nuevo boicoteo a los productos catalanes a raíz de la polémica por el Estatuto de Cataluña, Sánchez se apresuró a hacer acopio de mercancía alternativa: "Compré cavas y vinos espumosos de todos sitios y lo anuncié en la puerta, con este cartelito ¿ve?". El cartelito, efectivamente, dice: "Hay cavas y vinos de: Toledo, Rioja, Cáceres, Valencia, Valladolid, Navarra... y más". "El 'y más' va por los cavas catalanes, que también los tengo, que conste". Sánchez asegura que la venta de cava catalán ha caído. "Tengo botellas tiradas de precio que voy a tener que regalar a mi familia, hay clientes que piden cualquier cosa, aunque sea de peor calidad, pero que no sea catalán, y no me pasa a mí solo", añade.

Es cierto: en otra bodega, en el Postigo de San Martín, a un paso de la plaza de Callao, Mariano Madrueño, el propietario del establecimiento, ha editado unos folletos con las ofertas de la temporada navideña. La última hoja presenta los "cavas y espumosos no catalanes". "¿Y qué voy a hacer yo?", se pregunta Madrueño. "La gente los pide y yo los anuncio", se responde a sí mismo. Este bodeguero comenta que en los últimos meses "con la historia del boicoteo, mi tienda se vuelve el Parlamento". "Por ejemplo", añade, "el otro día llegó una señora mayor diciendo que no tomaba nunca cava, pero que ahora quería un cava de cualquier parte de España menos de Cataluña, y se lió a comentar que si el Estatuto y que si esto y que si lo otro, y un señor que esperaba en la cola, dijo: 'Qué vergüenza de país', y se largó sin comprar nada y dando un portazo".

Con todo, no todas las bodegas han sentido esta negativa a comprar botellas catalanas. En dos tiendas, una situada en el barrio Bilbao, un barrio popular del extrarradio, y otra en la también popular zona de Malasaña, los dueños aseguran no haber notado un rechazo a las botellas catalanas.

"Pero sí que existe, ¿eh? Aquí no, porque la gente no entra al trapo, pero yo tengo colegas que trabajan con Freixenet y en Codorníu que normalmente se llevaban unos 1.300 euros de bonificaciones, y que este año no se los llevan. Porque con estas cosas, al final pagan los de siempre", asegura el bodeguero del barrio Bilbao.

El boicoteo no sólo se ha notado en las tiendas que sirven bebidas al público. También hay empresas especializadas en elaborar lotes y cestas de Navidad que han tenido que variar el contenido de sus productos expurgando, a petición de los clientes, cualquier artículo de origen catalán.

"Ha sido generalizado. Ya por septiembre nos empezaron a avisar, sobre todo clientes de Madrid. Nos advirtieron expresamente: nada de cavas ni de embutidos catalanes, así que los tuvimos que sustituir", comenta Miguel Zafra, de Festilandia, que sirve cestas y lotes a instituciones o sociedades de todo tipo, desde colegios a Auditorías. No todas las empresas lo han notado por igual. La firma Zafir confiesa que la repercusión "ha sido mínima". "Nosotros jugamos con la fidelidad del cliente, y es difícil sustituir la calidad del cava catalán. A principios de otoño nos llamaron algunos, para que cambiáramos el cava, pero fue una minoría", asegura María Pilar Ballester, comercial de esta empresa.

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"Por principios"

Tal vez el empresario que más amargamente lamente este boicoteo de productos catalanes en las cestas de Navidad sea Juan José Guisando, cordobés, gerente de Eurolotes y Euroregalos, una firma con más de 36 años. Guisando vive en Barcelona desde que era un niño y se ha negado a quitar de sus cestas los productos catalanes. "Cuando me pedían que apartara los cavas y los sustituyera por otros me negué: he perdido negocio, tal vez un 8%, pero no podía hacerlo. Intentaba convencerles, hacerles ver que no tenía sentido esto, pero si seguían empeñados, yo prefería quedarme sin un cliente a quitar una botella de cava catalán. Era una cuestión de principios".

Mientras tanto, en un pueblo de Toledo, Villanueva de Alcardete, una bodega especializada en producir vinos espumosos no da abasto: "Hace dos años vendimos 250.000 botellas; este año vamos por las 500.000", dice Domingo Picazo, gerente de Viñedos y Reservas. "He entrado hasta en El Corte Inglés, donde no hacías nada otros años. Pero las azafatas que tengo ahí me dicen que la gente lo pide, bueno, que pide vino espumoso no catalán", añade Picazo. Este empresario no se mete en política. "Pero reconozco que con todo esto del Estatut nosotros estamos haciendo el agosto en pleno diciembre", concluye.

Juan José Sánchez, en su bodega de la calle de Ibiza, en Madrid.
Juan José Sánchez, en su bodega de la calle de Ibiza, en Madrid.ULY MARTÍN

Champaña francés

En algunos restaurantes del barrio de Salamanca, una de las zonas de más nivel adquisitivo de Madrid, se ha seguido el boicoteo a los productos catalanes por parte de los clientes de manera callada. "Aquí nadie da el cante y se pone a pedir a voz en grito un cava que no sea catalán, pero lo que yo sí he notado es que, a la chita callando, van y piden más champaña francés, aunque cueste más caro. Aquí nada de espumoso de Toledo. Se rascan más el bolsillo y piden un Moët Chandon", comenta José Antonio Frías, sumiller del restaurante Oter Epicure. En Cintra, otro restaurante de postín de la zona, el propietario, Elías Murciano, lo corrobora. Pero el camarero añade: "Aunque yo he oído en dos o tres ocasiones hacer la especificación, muy educadamente eso sí: nada de cava catalán".

Un portavoz de Codorníu aseguró el viernes que aún es pronto para cuantificar las pérdidas que ha acarreado esta campaña de boicoteo.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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