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Reportaje:

Madres contra la guerra de Bush

Cientos de partidarios del presidente se concentran en el rancho de Crawford para contrarrestar a los pacifistas

Yolanda Monge

Si Bush hubiera recibido a Sheehan, una de las madres de los más de 1.800 soldados muertos en combate en Irak, el agosto en las dehesas de Crawford sería tan caluroso y mortecino como cualquier otro agosto, pero no estaría lleno de cientos de pequeñas cruces blancas. Pero el presidente de EE UU se ha negado a recibirla. Argumenta la Casa Blanca que ya fue recibida en el pasado. Pero no le resultó suficiente. Esa madre sintió que el presidente evitaba dirigirse a su hijo por su nombre -"cada vez que le mencionaba el nombre de mi hijo muerto, él prefería cambiar de tema"-, ni siquiera decía "él", tan sólo se refería a su primogénito como "su ser querido".

La negativa de Bush ha convertido a una madre doliente en un icono antiguerra. Casi dos años y medio después de que comenzara la invasión y la guerra de Irak, el movimiento pacifista de EE UU tiene por fin un referente: Cindy Sheehan, de Vacaville (California), 48 años, la madre de Casey Sheehan, muerto en combate en Irak el 4 de abril de 2004. Ha galvanizado todas las protestas contra la guerra, y ha puesto a Bush contra las cuerdas.

"Cindy es la heroína del 62% de los ciudadanos que se oponen a este estúpido conflicto"
Con su protesta en Crawford, Sheehan ha puesto al presidente Bush contra las cuerdas
¿Qué diferencia a esta guerra de la de Vietnam? "El reclutamiento", responden todos

Tanto que incluso esta semana ha tenido que abandonar su enclaustramiento ranchero para defenderse y explicar su actuación en Irak. Como siempre, Crawford es este agosto muy caluroso, pero nunca antes estuvo tanto en las noticias. Bush ha creado, sin pretenderlo, una madre con una causa.

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"¿Cuántos hijos más tienen que sacrificarse?", exclamó ayer Sheehan ante varios cientos de partidarios. "Ni uno más", corearon los asistentes al mitin. "Quiero que sepáis que por cada uno de vosotros que estáis aquí hay mil más en cada rincón de la nación". Tras Sheehan, la cantante Joan Baez tomó el revelo y gritó: "¡Seguid Luchando!".

Sheehan decidió el pasado 6 de agosto instalarse en las largas vacaciones de Bush. Desde donde acampa esta mujer pecosa en los días más claros puede verse a lo lejos al presidente montar en bicicleta por su rancho tejano. Sheehan llegó a la vigilia sola. Acampó sola. Aunque no estaba sola. A su causa se unió Ann Wright, alta funcionaria del Departamento de Estado de Bush y que dimitió cuando éste lanzo la invasión de Irak. También Bill Mitchell. "Nuestros hijos murieron juntos", explica Mitchell, veterano del Ejército. "No se conocían, pero volvieron juntos a casa", prosigue este hombre de California. "¿Recuerda aquella foto de los ataúdes tapados con banderas dentro de un avión que publico el Seattle Times en abril del año pasado y que obtuvo tanta publicidad?", pregunta Mitchell. "Bien, mi hijo Mike y Casey estaban en esa foto", se contesta a sí mismo.

Detrás de Cindy Sheehan y de su grupo -Gold Star Families for Peace- hay un importante equipo de consultores políticos y de profesionales de las relaciones públicas. TrueMajority -un grupo antiguerra fundado por Ben Cohen, uno de los creadores de los famosos helados Ben and Jerry- ha contratado a Fenton Communications, una firma de relaciones públicas de Washington que ha trabajado intermitentemente con Sheehan durante más de un año para coordinar la cobertura mediática.

También apoyan a Sheehan el grupo de mujeres contra la guerra PinkCode, el movimiento de izquierdas MoveOn.org, los Veteranos contra la Guerra (de ésta, de la del Golfo, de la de Vietnam...) y así hasta una infinita pléyade de grupos y asociaciones con una sola motivación: el pacifismo como principio y el final de la guerra y el regreso de las tropas como realidad inmediata. Todos se dicen independientes. De izquierdas. Pero sin adscripción política. Algunos se definen demócratas. En una esquina de la bautizada como Casa de la Paz de Crawford (700 habitantes, sur de Tejas) -creada durante la campaña electoral de 2004 para cantarle las cuarenta a Bush en su patria chica y donde Michael Moore pasó su película Fahrenheit 9/11- un grupo de personas porta camisetas con el lema: "¡Otro demócrata de Tejas!".

Los anuncios de Sheehan ya están en televisión. Sólo en Crawford se han gastado más de 15.000 dólares en una publicidad local que pueda "colarse" en la televisión de los Bush. "Todo lo que quiero es una hora de sus vacaciones, pero él se niega a recibirme a mí y a otras familias. Sólo queremos respuestas honestas", asegura Sheehan. Nadie puede dudar que Sheehan ha alcanzado el objetivo: el campamento de Crawford, conocido como Camp Casey -que ya va por el número dos debido a que el primero se quedó pequeño- en honor del nombre del hijo muerto de Cindy, es el escenario y el altavoz contra la guerra de Bush en Irak.

"Cindy Sheehan es mi heroína", dice Mary Walkings. "Es la heroína del 62% de los americanos que se oponen a esta estúpida guerra". Walkings, que sólo admite tener "más de 60 años", cree que ha llegado la hora de salir a la calle y gritar. De pelo blanco y con la camiseta rosa que define a las mujeres del movimiento antiguerra PinkCode, esta mujer esta convencida de que Sheehan puede ser la Rosa Parks del siglo XXI. Para muchos historiadores, Rosa Parks pone fecha al movimiento moderno de los derechos civiles en EE UU. Fue el 1 de diciembre de 1955 en una Alabama bajo la ley de la segregación cuando una modesta costurera negra se negó a ceder el asiento a un blanco en un autobús. Su no sacudió al país entero y desencadenó la lucha por la igualdad.

"Sheehan es una bandera, una voz que ha despertado a todo el mundo", asegura Tom Matzzie, el director de MoveOn.org en Washington. "Todo movimiento tiene una piedra de toque", asegura el director. "Cindy es la Rosa Parks del movimiento pacifista de 2005", certifica Matzzie. Para Gloria Peper y Alice Kavadlo, de 60 y 59 años respectivamente, "ha llegado la hora". "Por fin alguien ha dicho que el rey está desnudo", explica con vehemencia Peper. "Cindy es muy valiente y dice lo que todos pensamos: que ésta es una guerra ilegal e injusta en la que nuestros hijos no merecen morir", apoya Kavadlo. A su lado, Bob Comenole, 48 años, asiente. Él sabe de guerras. Estuvo en Vietnam. Ahora dice estar haciendo "historia": "Esto es el principio del fin de la guerra".

¿Pero qué diferencia a esta guerra de la de Vietnam? ¿Por qué Vietnam movilizó a toda una sociedad e Irak está empezando ahora a tener sus primeras y limitadas protestas? Todos dan a esa pregunta la misma respuesta: el reclutamiento. Vietnam fue una guerra de participación masiva, lucharon en ella cerca de tres millones de estadounidenses, más de 58.000 murieron. Todo el mundo podía ser llamado a filas, los ricos y los pobres.

La misma opinión expresaba Bob Herbert la semana pasada en The New York Times. La guerra de Irak está lejos de las clases medias y pudientes. "Por eso es tan fácil mantener a las tropas y los cadáveres fuera de la vista de la sociedad", explicaba Herbert. "Ésta es una guerra en la que luchan los hijos de otros", de los pobres", de los que tienen poca voz. Para Herbert, la sangre que se está derramando es roja y en ningún caso azul.

Pero Cindy Sheehan también ha dividido a EE UU. Y la muestra está en Crawford. Las dos Américas están sólo separadas por una estrecha carretera. Frente a la hilera de cientos de cruces blancas con los nombres de algunos de los soldados caídos en Irak, quienes apoyan al presidente republicano de Estados Unidos han plantado en carteles un mensaje muy claro: "Éste es el país de Bush". "¿Es que acaso han olvidado el 11-S?", pregunta Mike Dyer, veterano de Irak. "Tenemos que luchar por nuestro país allí donde estén los terroristas", relata siguiendo al pie de la letra el discurso una y otra vez repetido por Bush.

Acusada de antipatriota y abandonada por su familia -su marido acaba de solicitar el divorcio debido en parte a su activismo-, Sheehan se defiende: "Sólo soy una madre con el corazón roto y quiero evitar que a otras les pase lo mismo".

Bajo el sol de justicia Tejas, a más de 54 grados, cientos de partidarios de Bush movilizaban ayer sus recursos. Algunos montados a caballo portaban pancartas de apoyo a su presidente. "No saldremos de Irak hasta acabar con los terroristas. América nunca más será atacada". Querían decirle a Sheehan que no representa a todas las madres de los soldados. Ella dice que no lo pretende. Sheehan ha dormido sólo cuatro horas. No le importa robarle tiempo al sueño. A finales de agosto levantará el campamento y emprenderá un nuevo viaje: esta vez su destino será la Casa Blanca. Recorrerá en un "autobús contra la guerra" los casi 3.000 kilómetros que separan Tejas de Washington para llegar el 24 de septiembre y pedirle a Bush que traiga las tropas. Esta vez espera poder mirarle a la cara y preguntarle: "¿Por qué noble causa dice que murió mi hijo, señor presidente?".

Cindy Sheehan muestra una cruz con el nombre de su hijo muerto en Irak al paso de la caravana del presidente Bush en Crawford.
Cindy Sheehan muestra una cruz con el nombre de su hijo muerto en Irak al paso de la caravana del presidente Bush en Crawford.JEAN-LOUIS ATLAN

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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