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Reportaje:ACOSO JUDICIAL A LA CASA BLANCA | Los protagonistas

La investigación sigue abierta

Varios altos cargos del círculo del presidente se encuentran todavía en el centro del escándalo

La imputación de Lewis Libby, el jefe de gabinete del vicepresidente, sitúa la cúspide de la pirámide delictiva al borde de las puertas del despacho oval. Según la imputación, el hombre de confianza del hombre de confianza del presidente mintió para "blindar" a su jefe, Dick Cheney, aunque el fiscal todavía investiga la implicación de otros altos cargos del Gobierno de Bush.

Mientras tanto, el FBI investiga el origen de los documentos falsos que acusaban erróneamente al régimen de Sadam Husein de tratar de comprar uranio en África. El resultado de esa investigación puede aumentar el bochorno de la Casa Blanca.

Tal y como lamentaban ayer periodistas afines a Bush, la peor noticia para la Casa Blanca no es la imputación de Libby, sino la prolongación de los trabajos del fiscal y el anuncio de que la investigación sobre Karl Rove, el cerebro político de Bush, seguirá abierta. Aunque Libby y Rove han mantenido una apariencia de normalidad en los últimos días, ambos se han dedicado a la búsqueda del mejor equipo de abogados defensores.

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En su columna del 14 de julio de 2003 en el Chicago Sun-Times, el periodista conservador Robert Novak escribió: "Dos altos cargos del Gobierno me han contado que fue la mujer de Wilson quien sugirió mandarle a Níger a investigar" la trama de la supuesta compra-venta de uranio. En esa misma columna, Novak desveló que la mujer de Wilson se llamaba Valerie Plame y trabajaba para la CIA. En 1992, Karl Rove fue despedido del equipo para la reelección del primer presidente Bush bajo la sospecha de haber filtrado a un periodista información confidencial sobre la campaña. Ese periodista era Robert Novak. Hace casi cinco años, al poco de asumir su cargo, a Libby le preguntaron hasta cuándo quería trabajar en la Casa Blanca, y respondió en broma: "Hasta que sea imputado".

En la trama hay más nombres de personas del círculo que rodea al presidente. Hay constancia de que Rove envió un correo electrónico al actual consejero de Seguridad Nacional, Stephen Hadley, en el que detallaba sus conversaciones sobre Wilson, que también ha mencionado como posible implicado en la trama a Elliot Abrams, miembro del Consejo Nacional de Seguridad e involucrado hace años en la conspiración del Irán-Contra. Wilson ha apuntado a otros dos miembros del equipo de Cheney, John Hannah y David Wurmser, como eventuales autores de la filtración para evitar que sus superiores "dejaran sus huellas en el delito".

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The Washington Post aseguró hace dos años que los "filtradores" del Gobierno contactaron al menos con seis periodistas para desvelar la identidad de Valerie Plame. Además de Novak, los reporteros Judith Miller (The New York Times) y Matt Cooper (Time) forman parte de la investigación. A ellos se suman dos nombres más, el del periodista del Post Walter Pincus y el de la NBC Tim Russert. El nombre del sexto periodista se desconoce. Tampoco está claro el grado de implicación de tres personas dedicadas a la comunicación del Gobierno de Bush, todos ellos interrogados por el fiscal: el director de Comunicación de la Casa Blanca, Dan Bartlett; el ex portavoz Ari Fleischer; y el actual portavoz, Scott McLellan.

La mayor complicación para el Gobierno puede llegar a medio plazo, cuando el FBI concluya su investigación sobre la falsificación de los papeles que están en el origen de todo este entramado. La operación de venganza -si la hubo- contra Wilson se debió a su certeza en la falsedad de las acusaciones contra Sadam sobre la supuesta compra de uranio en Níger. Según desveló ayer el Times, una de las teorías del FBI permite entrever la implicación de Ahmad Chalabi, el político iraquí exiliado -favorito entonces del Gobierno de Bush- que alimentaba los argumentos a favor de la invasión.

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