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Columna
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Geopolítica chavista

La posición internacional del presidente Chávez ha mejorado visiblemente en los últimos meses. Obtuvo en la pasada reunión de la OEA en Mar del Plata el apoyo del presidente argentino, Néstor Kirchner, y, más matizadamente, del brasileño, Lula, con la coletilla del resto de Mercosur, Uruguay y Paraguay, contra la extensión de la zona de libre cambio del ALCA a toda América Latina, como preconiza Estados Unidos. El presidente Bush, cada día más debilitado por la guerra de Irak, cosechó en la localidad argentina una grave derrota política, y hoy Chávez se encuentra mejor resguardado que nunca de posibles acciones desestabilizadoras de Washington.

Mientras trompetea al mundo su victoria diplomática con estrépito y regodeo, el líder venezolano, que a veces parece el peor enemigo de sí mismo, se aplica a buscar innecesaria pelea con el presidente Fox, al que le canta rancheras satíricas como las chirigotas de Cádiz, reiterando entre exclamaciones que México no se merece un presidente lacayo de Washington. Es tan chillón el decorado con que se adorna el inventor de una nueva e indefinida revolución bolivariana, que cuesta ver cuáles son los réditos a medio plazo, más allá de alguna gentileza petrolífera, que pueda sacar Buenos Aires de esa asociación con Caracas. Luiz Inácio da Silva, que llegó a la presidencia de Brasil con credenciales de izquierda mucho más trabajadas que el esposo de Cristina Fernández, enarbola, diferentemente, la proto-alianza con la máxima cautela, y sonríe a George Bush cada vez que se fotografía con Hugo Chávez.

Probablemente hay una explicación de fondo para que el presidente venezolano actúe en la escena mundial como un personaje de Gran Hermano. Tiene un público a domicilio al que necesita alimentar con su natural desparpajo y deliberada ruptura con las convenciones del cargo. Como dice Teodoro Petkoff, ex guerrillero y hoy en la oposición como izquierda moderada, no se está produciendo un cambio profundo en las estructuras de poder-propiedad en Venezuela, pero la cornucopia del crudo a más de 60 dólares el barril, sí permite multiplicar con eficacia los programas sociales del Gobierno.

Muchísimo dinero, aunque más como auxilio que como agente de transformación social, está llegando a las capas más modestas del país, y no falta tampoco para sufragar un plan de reforma agraria, que se halla aún en mantillas, del que el presidente sí que espera que marque el verdadero comienzo de la revolución. Por el momento, se está, sin embargo, todavía en el panem et circenses, el primero sufragado con el petróleo, y el segundo surtido por el propio mandatario. Unido a ello, Chávez puede pensar también que guardar las formas no le va a agenciar la buena voluntad de la Casa Blanca, donde la suerte está ya más que echada en su contra.

El crédito internacional del ex militar dependerá, en cambio, de las 11 veces que irán a las urnas los electores latinoamericanos entre el próximo domingo 27, con las presidenciales de Honduras, y de hoy en un año, cuando la propia Venezuela ponga en juego su jefatura del Estado. Y en medio, por este orden votarán: Chile, Bolivia, Costa Rica, Perú, Colombia, México, Brasil, Ecuador y Nicaragua.

Chávez puede contar, dentro de los límites que sus excentricidades permitan, con Brasil -pero habrá comicios en octubre de 2006- Argentina, Uruguay, Chile si la socialista Michelle Bachelet sucede a su líder, Ricardo Lagos, el próximo 11 de diciembre; y cuenta con anotarse Bolivia, el 18 de ese mes, y Ecuador -asimismo en octubre del año que viene-, piezas que la revuelta aindiada espera que coloque en posición de deferencia a sus banderas; y aún cabría sumar Nicaragua, donde el sandinismo de Daniel Ortega sueña con volver al poder; pero no lo tiene bien en Honduras, ni Colombia, donde el mejor aliado de Washington, Álvaro Uribe, aspira a un segundo mandato; Costa Rica no quiere dejar su prudente neutralidad; y está por ver Perú, donde puede ganar el APRA de Alan García, lo que reportaría algún confort suplementario al líder venezolano. Ése es el cuadro geopolítico del que el chavismo puede salir aún más reforzado, si los votos respaldan la conocida teoría de que América Latina gira a la izquierda.

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