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Reportaje:

La invasión de las medusas

Una corriente de 'ortigas acuáticas' recorre el Mediterráneo. Son el síntoma de un mar que pierde el equilibrio de su ecosistema

Patricia Ortega Dolz

Puede haber algo más desesperante que tener sed y no poder beber agua, y es que te pongan delante una botella llena y fresquita y no te dejan dar ni un trago. Una sensación parecida es la que estos días pasados han debido tener muchos de los veraneantes de la costa del Mediterráneo, cuando acudían a las playas, para hacer frente al calor asfixiante y dispuestos a cumplir con su condición de bañistas, y no lo podían hacer. La playa, las orillas, estaban plagadas de medusas. El fenómeno abarca desde Málaga a Cataluña (donde el año pasado la Cruz Roja atendió a seis personas y este año a 127, informa Clara Blanchar.

Había zonas en las playas mediterráneas en las que en el radio de visión de cualquier veraneante se podían contar hasta 30 de estos bichos acuáticos semitransparentes y gelatinosos. En algunos lugares las banderas rojas y amarillas ondeaban al viento pese a la aparente calma de las aguas. Porque, de un día para otro, el mar era como un inmenso campo de ortigas. De hecho, el picajoso nombre de medusa viene del griego knidé, que significa exactamente eso: ortiga. Y, ya en la mitología, la diosa Medusa era una divinidad capaz de petrificar con sólo su mirada.

Los expertos auguran mares llenos de pequeñas 'especies oportunistas' si no se racionaliza la pesca

Y sí, casi de piedra se quedaron muchos bañistas. Pero más allá de su desesperación lógica y de las numerosas picaduras curadas estos días en los servicios de emergencias de los ambulatorios costeros, la invasión de las medusas es un síntoma del estado de la biomasa marina, en este caso de la del Mediterráneo. El diagnóstico oculto tras esa plaga es el de un desequilibrio ecológico marino en cuyas causas, como siempre, está la mano del hombre.

Porque las medusas, formadas por un 95% de agua, son unos animalitos que se alimentan de plancton, que se desarrollan y reproducen bien en aguas calientes y que sirven de alimento a algunos reptiles como las tortugas marinas. Esas tres condiciones están ahora detrás de la proliferación masiva de esta especie en las aguas mediterráneas.

"El calentamiento global favorece a las especies que, como muchas medusas, son termófilas, es decir de aguas cálidas. La actual sequía en España ha evitado la llegada de aguas frías de los ríos a los mares, y eso ha contribuido a que aumente considerablemente la temperatura de las aguas", explica Julio Más, director del Centro Oceanográfico de Murcia. "Si a esto le sumamos que en toda la costa mediterránea viven cerca de 90 millones de personas cuyas aguas residuales, cargadas de nutrientes (principalmente nitratos y fosfatos) van a parar al mar, además de todos los vertidos agrícolas... el resultado es un mar eutrófico, es decir con un exceso de determinado tipo de nutrientes. Y si, encima, las capturas accidentales de tortugas marinas ascienden a 25.000 al año, hasta el punto de que empieza a considerarse una especie en peligro de extinción... pues está claro, ¿no? Todos los condicionantes para la expansión reproductora de estos seres vivos se dan con creces", comenta Más.

No se trata de un fenómeno exclusivo del Mediterráneo. Son muchas las aguas marinas en las que esta invasión de medusas ha pasado de ser algo esporádico, por coincidencia de un determinado tipo de factores, a ser algo periódico. Es decir, las variables que propician la llegada masiva de medusas a las costas son cada vez más constantes. Son conocidas las enormes invasiones que sufren anualmente Chile y California, por ejemplo.

De hecho, ya hay quienes, como el biólogo francés y profesor de la Universidad British Columbia (Vancouver, Canadá) Daniel Pauly, auguran futuros mares plagados de medusas. "Las pesquerías capturan los peces más grandes y más longevos y, cuando ya no quedan más, van por los siguientes en tamaño... Estamos induciendo una transición de un ecosistema marino dominado por peces grandes a una sopa de organismos pequeños. De seguir así sólo se obtendrá del mar una dieta de medusas y sopa de plancton", decía en una entrevista a este periódico hace tres años.

"La presencia masiva de medusas es sólo uno de los síntomas fácilmente detectables que evidencian la situación del Mediterráneo. Yo llevo navegando casi 30 años por estas aguas y en los últimos cinco o 10 se ha notado un descenso claro de animales porque hay sobrepesca y técnicas de pesca que arrasan determinadas especies. Antes veíamos a todas horas delfines, cachalotes, tiburones, ballenas.... Ahora verlos es casi un acontecimiento", dice Xavier Pastor, director de Oceana para Europa, una asociación defensora de los océanos y mares del mundo. Su organización, cuyo comité de asesores científicos dirige Pauly, lleva años denunciando situaciones de pesca irregular e ilegal con el fin de conseguir que se haga sostenible.

"La desaparición de depredadores naturales como cetáceos, peces o tortugas marinas; la contaminación con materia orgánica, ya sea procedente de las aguas residuales o de la agricultura; la sobrepesca, con la consecuente pérdida de hábitats y las capturas accidentales... Todo ello, unido a que se trata de un mar bastante cerrado como el Mediterráneo, y con poco intercambio de aguas con el exterior, que hace que se calienten mucho, genera las condiciones idóneas para la proliferación de especies oportunistas como las medusas", dice Sebastián Losada, responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace.

Losada advierte de que esta situación que anuncia mares llenos de medusas, de no corregirse, tenderá a reproducirse, porque el ecosistema marino es tanto más débil y más incapaz de reaccionar cuanto más desequilibrado se encuentra. Es decir, a medida que las especies oportunistas ocupan el lugar de quienes fueron sus depredadores, a su vez capturados, voluntaria o involuntariamente, por el hombre.

Desde los institutos oceanográficos y desde las asociaciones y organizaciones ecologistas se plantea cada vez con más contundencia la necesidad de establecer controles que racionalicen la pesca para que permitan la sostenibilidad de la biodiversidad marina y para que nos podamos bañar todos a gusto.

Medusas en aguas del litoral catalán.
Medusas en aguas del litoral catalán.AGENCIA CATALANA DEL AGUA

Tras los pesqueros 'piratas'

El Oceana Ranger surca estos días el mar Tirreno (que baña las costas de Cerdeña, Córcega y Sicilia) para documentar la actividad ilegal de los rederos de deriva, un tipo de barcos que realizan una clase de pesca prohibida por la Unión Europea y por Naciones Unidas debido a las graves consecuencias que tiene en los ecosistemas marinos. Unos 15.000 animales marinos (delfines, cachalotes, ballenas, etc. Pero también más de 100.000 tiburones y miles de otras especies, incluyendo las amenazadas tortugas marinas) pueden morir cada año por el uso de estar artes de pesca. Pero, según Oceana, a pesar de su prohibición, unas 500 embarcaciones (de las cuales más de la mitad son de la UE), siguen utilizando redes de deriva en el Mediterráneo y zonas adyacentes.

El Mediterráneo ha sido tradicionalmente un mar donde la gestión pesquera ha sido desigual y sin controles efectivos. Se desconoce el estado de muchos stocks, los censos de buques están poco actualizados y, en muchas ocasiones, ni siquiera los países ribereños saben qué pescan sus barcos ni qué aparejos y artes de pesca usan.

"En 1998 la UE acordó una prohibición del uso de redes de deriva en sus aguas y para sus flotas que debería entrar en vigor en 2002. En paralelo, para poder aplicar esta legislación, se acordaron ayudas económicas de varios cientos de millones de euros que ayudarían a propiciar la reconversión del sector afectado. Lamentablemente, mucho de este dinero se ha empleado en el desarrollo y utilización de nuevas redes de deriva", aseguraba Xavier Pastor el pasado jueves desde el catamarán Ranger.

Según Pastor, países como Francia o Italia han intentado ignorar la prohibición del uso de redes de deriva cambiando el nombre del arte o realizando pequeñas modificaciones en las redes. Las de deriva utilizadas en el Mediterráneo pueden llegar a superar los 15 kilómetros de longitud y se dedican a la captura de pez espada y atún, aunque el número de capturas accidentales puede ser superior al 80%.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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