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Reportaje:

Un virus mortal reconstruido

Científicos españoles regeneran en EE UU el agente de la gripe de 1918

Cuando la gripe llega todos los años, algunos de los virus que nos invaden son descendientes directos del virus de la llamada gripe española, una extensa epidemia (o pandemia) que causó entre 20 y 50 millones de muertos en un solo año, 1918. Las víctimas morían rápidamente, en Estados Unidos primero, y en Europa y el resto del mundo después. Los datos sobre su incidencia son incompletos, porque entonces ni siquiera se sabía que la gripe la causa un virus y éste no se aisló. Ahora, este agente patógeno ha sido regenerado y está vivo, guardado bajo grandes medidas de seguridad en un laboratorio del Centro de Control de Enfermedades (CDC) de EE UU, en Atlanta, explica Adolfo García Sastre -un biólogo español formado en Salamanca que trabaja desde 1991 en la Facultad de Medicina de Mount Sinai-, que ha dirigido el trabajo junto a un equipo de CDC. El virus reconstruido mata a ratones y embriones de pollo, a los que no infectan los virus que actualmente circulan, pero todavía faltan estudios para evaluar su peligrosidad.

Un cadáver congelado en Alaska proporcionó el material para poder reconstruir el virus

"Estudiamos qué es lo que hace que un virus de la gripe inicie pandemias, porque no lo sabemos", explica García Sastre (con quien trabaja la también española Alicia Solórzano) desde su despacho en Nueva York. "Por eso no podemos todavía evaluar el riesgo que presenta la actual virulenta gripe aviar [que desde 2003 ha matado al menos a 59 personas en Asia]". Desde 1918 se han producido dos pandemias, en 1957 y 1968, debidas a otros virus, y los científicos esperan ya la próxima, pero no pueden saber si se deberá a la gripe aviar actual. Lo que sí se sabe es que los virus de la gripe vienen de las aves y que en las pandemias anteriores los virus humanos se hicieron más peligrosos porque adquirieron genes de los de ave. Sin embargo, ése no es el caso de la gripe de 1918, que parece ser un virus aviar que se adaptó para infectar al ser humano sin intercambios de genes, lo que resulta, en principio, alarmante.

El virus tiene ocho genes (la parte activa del genoma), cuya secuencia ha sido recientemente completada por Jeffrey Taubenberger, un científico de un laboratorio militar de EE UU que lleva desde 1997 reconstruyendo genéticamente el virus. Esto es imprescindible para poder regenerarlo físicamente, como ha hecho García Sastre mediante la llamada genética inversa. Taubenberger se ha basado, como todo científico, en el trabajo de otros. Algunas muestras de tejido pulmonar procedentes de autopsias de fallecidos en 1918 le pusieron en el buen camino. Otras, extraídas de una víctima en un poblado esquimal de Alaska, cuyos restos se mantuvieron congelados desde que fue enterrada, le permitieron disponer del virus, aunque inactivado y degradado. Ya en 1951, unos científicos se habían acercado a este pueblo de Alaska, donde murieron 107 de sus 111 habitantes, y habían sacado muestras, pero no disponían de las técnicas para poder aprovecharlas y al final se tiraron. Fue uno de aquellos científicos, entonces un estudiante, el que volvió casi cincuenta años después al lugar a obtener más muestras. Esta vez el esfuerzo ha tenido éxito y se espera que sirva para prevenir futuras pandemias.

Que los resultados se hayan podido publicar -en Science y Nature- resulta llamativo, dado el miedo al bioterrorismo imperante en Estados Unidos. Un alto cargo del Ministerio de Defensa ensalzó ayer la labor que hace este departamento en la detección precoz de infecciones emergentes en el mundo. Taubenberger, por su parte, recordó que la población actual está bastante inmunizada frente al virus que se guarda en Atlanta.

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