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Reportaje:ESCAPADAS

Delirium Tremens y otras 500 cervezas

Una ruta de cervecerías por Bruselas, de la Grand Place al barrio de moda de Saint Gilles

Comprendemos su situación. Se pasa usted la vida en el sofá frente al televisor con una cerveza en la mano. Su pareja le exige señales de vida, cierta motivación. Opina que quizá podrían emprender un viaje, los dos juntos y solos, un paseo romántico por un país lejano. Usted finge interés por lo que dice mientras piensa en la serie cómica de las once. Pero algo en su interior se resiste a la idea de viajar. En realidad, lo que a usted le gusta de la vida es ver televisión con una cerveza en la mano. La opción es difícil. Pero no se preocupe, tenemos la solución: se llama Bruselas.

Bélgica es el país con la cobertura de televisión digital más amplia del mundo. Es prácticamente imposible que encuentre usted un alojamiento con menos de 30 canales a su disposición. Pero eso no es nada comparado con la cerveza: de cientos y cientos de marcas y de todos los colores, olores y sabores, cada una con un vaso especialmente diseñado para disfrutarla en detalle. Aunque su pareja le obligue a desplazarse, a su alrededor nunca faltará una de ellas.

Este paraíso de la cerveza -como algún otro- se lo debemos a la Iglesia católica, específicamente a los monjes cistercienses de la congregación trapense. En un principio, los trapenses seguían una rigurosa austeridad y les estaba prohibido el consumo de bebidas espirituosas. El concilio de Worms debatió largamente el tema, y tras encarnizadas polémicas teológicas, permitió beber hidromiel en los días de fiesta. Pero el resto del año, la situación era una tortura para los pobres monjes. Carlomagno había ordenado que hubiese un maestro cervecero en cada granja de la región, de modo que la bebida prohibida se popularizaba rápidamente, con gran escarnio de quienes padecían el régimen de abstinencia.

Para fortuna de los religiosos, una reforma de la orden les permitió consumir las bebidas regionales en caso de que el agua de los manantiales fuese envenenada o insegura. Los monjes se vieron obligados a escoger entre la leche descremada, la leche agria o la cerveza. Toda una disyuntiva.

Hoy día, en los albores del siglo XXI, los 12 monasterios de la orden fabrican cerveza u otros productos asociados a su mercado, y se benefician de un régimen legal especial que sólo se aplica a las cervezas producidas bajo control de trapenses en el perímetro de abadías cistercienses. Eso sí, toda la producción se vende en el exterior. Los monjes se conforman con una cerveza ligera del 3% de volumen alcohólico que beben sólo con la comida. Todos excepto el monje cervecero, el catador, que goza del trabajo más envidiado de cada monasterio.

Puede usted recorrer con su pareja la hermosa cordillera de las Ardenas hasta la frontera francesa y, disimuladamente, conocer los monasterios donde se fabrican algunas de las cervezas trapenses. Es fácil encontrarlos si se deja llevar por las denominaciones de origen: la más alcohólica es la Rochefort (12%), conocida como la trapense de los tipos duros; la más popular es la Chimay, especialmente la azul; la Orval es la más pura y sencilla. Todo el viaje se puede hacer en un solo día en coche. El paisaje y los pueblos son tan hermosos, que su pareja realmente creerá que verdaderamente lo propuso usted pensando en los dos.

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Cerveza de chocolate

Como todas las tradiciones, la cerveza belga se ha tenido que modernizar con el empuje del mercado. El de los monjes es el ejemplo más pintoresco. El más ridículo es Golden Girl. La cerveza Golden Girl es bastante mediocre, pero la etiqueta tiene fotos de chicas desnudas sacadas de revistas eróticas de los años setenta. Para no posar en los escaparates de las tiendas como Dios las trajo al mundo, las chicas tienen las partes íntimas cubiertas con una escarcha verde que puedes raspar con la uña para desnudarlas, como una de esas loterías "rasca y gana". La gente, está claro, se entretiene con cualquier cosa.

Sin embargo, la muestra más radical de creatividad empresarial es la cervecería Huyghe. Aunque sus orígenes se pierden en la noche de los tiempos, sus primeras evidencias datan de 1654, cuando se llamaba Appelhoek. Durante el siglo XX, la cervecería cambia de nombre tres veces, sobrevive a dos guerras mundiales y diversifica su producción con aguas y limonadas. A pesar de ello, los problemas financieros son cada vez más graves. En 1985, Huyghe lanza Minty, una cerveza de menta para el mercado francés. Cuatro años después, para celebrar el bicentenario de la Revolución Francesa, aparece Guillotine, una cerveza cuyo nombre sugiere su grado alcohólico. El éxito les hace descubrir el atractivo del marketing.

A partir de entonces, producen Delirium Tremens, una cerveza de botella blanca decorada con elefantitos rosados. Para 1995 lanzan la línea Frutis, con cervezas sabor maracuyá, fresa, macedonia de frutas y, posteriormente, miel y chocolate. En 2000 aparece Delirium Christmas, con motivos navideños. Al año siguiente, la línea exótica Mongozo inaugura los sabores de nuez, plátano y quinua.

Guía del bebedor

Todas esas cervezas se pueden conocer en la cervecería Delirium Tremens de Bruselas (Impasse de la Fidelité, s/n), donde la carta parece una Biblia multicolor. Si usted sencillamente quiere sentarse y probarlas todas página por página, ése es el lugar indicado.

El problema es que Delirium Tremens funciona en un sótano decorado con barriles, y probablemente su pareja tenga el capricho de sentarse en un lugar histórico agradable. Un catálogo similar -aunque a precios más altos- se puede encontrar en las hermosas cervecerías que rodean la antigua Grand Place, todas situadas en edificios del siglo XVII. La más famosa es Le Roy de Espagne, pero Casa Manuel, Maxim's y La Chaloupe d'Or no tienen nada que envidiarle.

Por supuesto, todas estas cervecerías están en el casco viejo de la ciudad, el centro turístico. Si usted quiere beber como un verdadero bruseliense -es decir, como un funcionario europeo-, pruebe el más bohemio Café Belga (Place Flagey, 18), un lugar luminoso rodeado de ventanas que dan a un parque de árboles y patos. O el Moeder Lambec (Rue de Savoie, 68), en el barrio de moda de Saint Gilles, donde además, mientras bebe, podrá leer las historietas de una colección casi tan vasta como la de cervezas. Sí, es un bar en el que gente como usted o como yo podríamos quedarnos a vivir. Pero recuerde, no se engolosine. Es posible que su pareja quiera que usted le hable. La gente es muy egoísta a veces.

Santiago Roncagliolo (Lima , 1975), periodista y escritor, es autor de Pudor (Alfaguara, 2005).

Terraza de La Chaloupe D'Or, una de las cervecerías recomendables en la Grand Place de Bruselas.
Terraza de La Chaloupe D'Or, una de las cervecerías recomendables en la Grand Place de Bruselas.FAINT GRANT

GUÍA PRÁCTICA

Cómo ir- Virgin Express (902 888 459; www.virgin-express.com) vuela a Bruselas desde Madrid, Barcelona, Málaga, Alicante y Palma. Desde Madrid, ida desde 19 euros y vuelta desde 7 euros, siempre más tasas.- Vueling (www.vueling.com y 902 33 39 33), a Bruselas de Barcelona, Valencia y Madrid (a partir del 21 de diciembre), desde 10, 25 y 30 euros más tasas el trayecto, respectivamente.- SN Brussels Airliners (902 90 14 92; www.flysn.com). Oferta de ida y vuelta a Bruselas desde Madrid,75 euros más tasas.- Iberia (902 40 05 00; www.iberia.com). Oferta para volar de Madrid o Barcelona, desde 75 euros más tasas.Información- www.beer2005.be.- www.beerparadise.be.- Turismo de Valonia y Bruselas (www.belgique-tourisme.net).- Turismo de Flandes y Bruselas(935 08 59 90; www.flandes.net).

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