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España, Reino Unido y Gibraltar cierran hoy un gran acuerdo de cooperación en el Peñón

El aeropuerto gibraltareño sería de uso conjunto, como se reclama desde hace 20 años

Sería excesivo hablar de hito histórico, pero no lo sería hablar del acuerdo más relevante alcanzado por las partes del contencioso de Gibraltar desde la reapertura de la Verja, en 1982. El ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, el secretario de Estado británico para Asuntos Europeos, Geoff Hoon, y el ministro principal de Gibraltar, Peter Caruana, cerrarán hoy en Córdoba un gran plan de cooperación en el Peñón, que permitirá el uso conjunto del aeropuerto gibraltareño, cuestión que los españoles venían reclamando desde hace 20 años.

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Cuestiones irrenunciables

Simultáneamente, el Reino Unido compensará a los pensionistas españoles que perdieron su trabajo en la Roca cuando Franco cerró la Verja en 1969. Y España ayudará a mejorar las comunicaciones telefónicas de los gibraltareños, además de comprometerse a poner medios que agilicen el tráfico rodado a través de la triste cancela que, con el pretexto de defenderse de la gripe, los británicos instalaron en 1908 para separar su colonia y La Línea de la Concepción.

Se trata, pues, de un paso sin precedentes hacia la superación de la anomalía que implica todo territorio dividido y al desarrollo de una convivencia más aceptable y positiva para las poblaciones limítrofes. Un acuerdo similar de uso conjunto del aeropuerto fue alcanzado por Madrid y Londres en 1987, pero nunca se aplicó debido a la oposición de los gibraltareños, que no habían intervenido en las negociaciones. La participación activa y constante de Caruana en el proceso actual, iniciado en octubre de 2004, es, según la diplomacia española, la mejor garantía de que esta vez la cosa va en serio.

El acuerdo que se cierra hoy, anunciado el pasado 25 de julio y pospuesto hasta esta fecha por problemas de agenda y por la necesidad de concluir algunos flecos, no aborda, sin embargo, el problema de fondo: el contencioso de la soberanía sobre el territorio. Ni lo resuelve en modo alguno.

La deriva actual de las negociaciones parte, de hecho, del fracaso, en 2002, del intento del Gobierno del PP de llegar a un compromiso para compartir la soberanía sobre el Peñón con el Reino Unido. Tras aquel final fallido, que coincidió con el relevo en Exteriores de Josep Piqué por Ana Palacio, quedó claro que Londres no volvería a hablar de la soberanía en mucho tiempo. El Gobierno del PSOE hizo cuentas, y entendió que tenía que evitar que ese punto muerto se tradujera en nuevos resentimientos entre los dos lados de la Verja y entre Madrid y Londres. Incluso asumió la tesis británica de que la mejora de relaciones tendrá un impacto positivo en la actitud de los gibraltareños y facilitará, quizá un día, que acepten el acuerdo de soberanía compartida que rechazaron unánimemente hace cuatro años.

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Moratinos aceptó, por ello, durante la visita del ministro británico de Asuntos Exteriores, Jack Straw a Madrid, en octubre de 2004, cerrar en la práctica el llamado Proceso de Bruselas, iniciado por el socialista Fernando Morán en 1984 para negociar simultáneamente temas de cooperación y de soberanía. Lo sustituyó por una nueva mesa en la que se ha hablado exclusivamente de cooperación entre los dos lados de la Verja.

Valor político y diplomático

La novedad de este foro ha sido la participación de los gibraltareños, que hasta ahora habían rechazado la intervención que se les ofrecía en las conversaciones.El resultado de este esfuerzo, que se anunciará hoy con detalle, tiene un valor sobre todo político y diplomático, que probablemente excede de las consecuencias prácticas de los acuerdos. El aeropuerto de Gibraltar, el punto más importante del paquete, es, sin duda, importante para los gibraltareños, que, con las limitaciones al tráfico que les ha estado imponiendo España, sólo pueden volar al Reino Unido. También facilitará las comunicaciones de una buena franja del suroeste español, que tiene la posibilidad de volar desde Málaga o Jerez.

El problema es que el aeropuerto gibraltareño tiene una sola pista, que cruza perpendicularmente la única carretera que, desde la Verja, conecta La Línea con el Peñón. Debido a esa circunstancia, cada vez que despega o aterriza un avión se levantan barreras similares a las de los trenes y se corta el tráfico rodado. Por si las dificultades fueran pocas, se trata de un aeropuerto militar, en el que los cazas de la RAF y los aviones civiles seguirán disputándose un espacio reducido. Todo ello limita seriamente la operatividad potencial de estas instalaciones.

Pese a ello, se está invirtiendo un enorme esfuerzo en buscar soluciones de todo tipo (arquitectónicas, económicas y hasta lingüísticas) para que un proyecto que implica, por ejemplo, la instalación de controles policiales conjuntos sobre territorios controvertidos pueda llevarse a cabo sin que las partes consideren dañadas sus reclamaciones opuestas de la soberanía. El problema del aeropuerto es especialmente sensible, ya se encuentra sobre un istmo no cubierto por el Tratado de Utrecht y sobre el que España no reconoce la soberanía británica.

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