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La UE y 12 países africanos lucharán contra la inmigración irregular con ayudas y represión

La conferencia ministerial de Rabat tiene previsto aprobar el 10 de julio un plan especial

Palo y zanahoria. Los ministros de Asuntos Exteriores de medio centenar de países europeos y africanos adoptarán, el 10 de julio en Rabat, un plan de acción para luchar contra la emigración de África subsahariana al Viejo Continente, empezando por Canarias. El documento compagina medidas de fomento del desarrollo con otras represivas, como una mayor cooperación policial. El plan supone un paso adelante, pero no tendrá efectos inmediatos, según los expertos. La conferencia ministerial de Rabat nace además lastrada por la ausencia de Argelia, irritada por el excesivo protagonismo de Marruecos.

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Altos funcionarios europeos y africanos y representantes de organizaciones internacionales (FMI, Banco Mundial, etc.) dieron el pasado jueves en Dakar su visto bueno al plan de acción que, presumiblemente, aprobarán los ministros dentro de un mes. El documento fue elaborado por la diplomacia española, francesa y marroquí, que desde octubre pasado llevan la voz cantante.

La idea de la conferencia migratoria fue lanzada por el titular de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, hace ocho meses en Rabat, nada más finalizar los saltos de subsaharianos en las vallas de Ceuta y Melilla. La masiva llegada de inmigrantes a Canarias desde enero otorga aún más importancia a la cita ministerial del mes próximo.

El plan que salió de la reunión de Dakar es un catálogo de iniciativas. La más destacada es el compromiso de suscribir "acuerdos de readmisión" entre países africanos y la Unión Europea o sus estados miembros. Marruecos, paradójicamente, respalda esta medida pese a que se resiste a firmarla con la UE y no aplica el acuerdo bilateral que rubricó con España en 1992.

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Otras disposiciones disuasorias o represivas conciernen la colaboración para establecer la nacionalidad de los inmigrantes irregulares; campañas de información advirtiendo de los riesgos que entraña emigrar, y reforzar la cooperación policial y judicial. También prevé crear un observatorio euro-africano de estudio del fenómeno migratorio.

El encabezamiento del plan está dedicado a fomentar el desarrollo a lo largo de "las rutas migratorias". Preconiza, por ejemplo, abaratar el envío de remesas de dinero -girarlas a África subsahariana es un 63% más caro que a Ecuador, según www.remesas.org- y tratar que este ahorro sea productivo pese a la inexistencia de una red bancaria. Es una tarea pendiente de cooperación española.

Otros apartados abogan por impulsar la integración regional en África, hasta ahora casi inexistente; alentar a los inmigrantes regulares a invertir en sus lugares de origen; ayudarles a crear empresas; incentivar el regreso a sus países de los estudiantes africanos en Europa e informar a los aspirantes a emigrar sobre los cauces legales para hacerlo.

Todo este repertorio "podrá reducir el problema, pero no resolverlo", declaró, al final de la reunión de altos funcionarios, Armand Rousselot, representante en Dakar de la Organización Internacional de Migraciones. "Se prioriza la lucha contra las consecuencias del fenómeno migratorio, no contra sus causas", se lamenta el experto marroquí Mehdi Lahlou, autor de varios estudios. Además, "no se encarga a ninguna institución la ejecución de las propuestas adoptadas ni se indica su coste estimado".

Menos pesimista, Pablo Pumares, profesor de la Universidad de Almería, subraya que se trata "de un acuerdo marco entre la UE y los países africanos que debe ser un punto de partida para negociar posteriores convenios más concretos". "Habrá que ver qué van a pedir los africanos a cambio de un mayor control fronterizo". "Si es la UE la que negocia tendrá mucha más fuerza que España".

"A medio plazo, cuando se cierren acuerdos", concluye Pumares, "se ralentizará considerablemente la emigración hacia Europa". "Ahora bien, soy más pesimista sobre el despegue económico de África subsahariana y, por tanto, no dejará de haber intentos de emigrar aunque sean más arriesgados".

Pese a la aprobación del plan de acción, la conferencia de Rabat nace coja, porque uno de los pesos pesados africanos, Argelia, ha decidido boicotearla. "Argelia no va a estar representada en esa reunión porque nuestra óptica se orienta a un consenso africano", confirmó hace una semana el ministro argelino de Exteriores, Mohamed Bedjaui, al diario Liberté.

Formalmente Argel se queja de que la UE se reúna en Rabat con algunos países elegidos a dedo y no con el conjunto de la Unión Africana. En el fondo, al presidente Abdelaziz Buteflika le molesta el protagonismo dado por Francia y España a Marruecos, su rival. No sólo es el país anfitrión sino que, junto con las dos ex potencias coloniales del Magreb, ha redactado el documento adoptado en Dakar.

"La ausencia argelina se podía haber evitado, pero un cúmulo errores en la presentación y organización de la conferencia ha acabado indisponiendo a sus autoridades", afirma un diplomático español.

El vacío es tanto más grave en cuanto que es un país de tránsito de la emigración clandestina hacia Marruecos y Libia. El grueso de los subsaharianos que en otoño se concentraron ante Ceuta y Melilla habían atravesado Argelia.

Para mostrar su malhumor por este asunto y por la postura española sobre el Sáhara Occidental, Bedjaui canceló, el 5 de mayo, su visita oficial a Madrid, pero dos semanas después Buteflika acudió a la inauguración, en Sevilla, de la exposición sobre el pensador andalusí Ibn Jaldún.

El número dos de la diplomacia española, Bernardino León, interpretó entonces en EL PAÍS que deseaba normalizar la relación. Fue, en realidad, un gesto hacia don Juan Carlos cuya visita de Estado, explicó Buteflika al presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, lleva año y medio esperando.

Zapatero intentó convencerle en Sevilla de que enviase una representación a Rabat, pero el jefe de Estado argelino mantuvo su negativa, aunque le aseguró que su país estaba haciendo grandes esfuerzos para yugular la emigración clandestina, según fuentes diplomáticas.

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