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Reportaje:

Se busca inmigrante para repoblar

Familias argentinas con niños pequeños se instalan en pueblos semidespoblados de Teruel a cambio de casa barata y un empleo

"Vivimos al salto por un bizcocho". Así explica el argentino Carlos por qué emigró a España hace dos años. "Estábamos mal en Argentina. Aquí sabés que lo que hoy cuesta cincuenta, mañana costará cincuenta, y el mes que viene, y al otro", señala. "Vos no te podés levantar una mañana y que lo que ayer costaba 50 al otro día cueste 150. Eso no es vida".

Carlos habla pausado, pero contundente. Él no vino a Foz-Calanda, en Teruel, "a repoblar". Pero sus hijos sí lo hicieron. Con un contrato de permanencia de cinco años, vivienda a un precio asequible y la promesa de un trabajo para el cabeza de familia. A Marcelo (35 años) y a Andrea (34), el río de la Plata les trajo hace tres años y medio hasta un pueblo de apenas 300 habitantes, de los que 60 son inmigrantes o hijos de inmigrantes.

En Foz-Calanda, el número de niños ha crecido de 12 a 30 desde el año 2000
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La noticia surgió en 2000 a 21 kilómetros de Foz-Calanda, en Aguaviva. Este pueblo fue pionero en la repoblación con inmigrantes. Su alcalde, Luis Bricio, del PP, hizo un llamamiento a familias que ayudasen a paliar el éxodo que les había llevado en 70 años a perder las dos terceras partes de su población. "Nos dimos cuenta de que en 20 años el pueblo estaría desierto. Se iban entre 20 y 30 habitantes al año y teníamos 600". Así que voló a Argentina y se trajo a 10 familias, de las que quedan tres en Aguaviva.

¿Los motivos? "El que vive mal en Argentina con ocho hijos aquí también va a tener problemas", dice Ricardo Sancho, alcalde de Foz-Calanda. "Por eso nosotros, que nos unimos el mismo año que empezó el proyecto, tuvimos en cuenta otros criterios". La idea de los focinos era buscar parejas que tuvieran bebés, "para que se adaptasen mejor". Así, el número de niños ha aumentado de 12 a 30, y hay un profesor más en la escuela.

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Pero lo cierto es que la bienvenida entre los lugareños no fue muy calurosa. "La gente del pueblo, que está acostumbrada a dejar las puertas de las casas abiertas, pensaba que tendría que cerrarlas. Estaban muy disgustados", prosigue Sancho, "pero al final, al ver las dificultades con las que se encontraban las familias, terminaron llevándoles hasta comida".

Los escollos que Aguaviva, antes que Foz-Calanda, tuvo que salvar para que las familias se adaptasen, los ha reflejado Ariadna Pujol en un documental que se estrena ahora en los cines españoles. La falta de integración y la diferencia cultural planean sobre la película. Pero a Aguaviva, igual que a Foz-Calanda, siguen llegando familias de inmigrantes. "Unas se fueron, incumpliendo su contrato, y ya hemos ganado dos juicios. Pero siguen llegando. Vienen los hermanos, los padres, los primos...", explica el alcalde de Aguaviva. "Ahora lo hacen por su cuenta", constata el de Foz-Calanda.

Andrea y Marcelo fueron los primeros de su familia en llegar a Foz-Calanda. Los padres de ella les siguieron. Otra de sus hermanas se había ido a vivir a Alcañiz, a 20 kilómetros de allí. "Nos habló del proyecto de Aguaviva mi hermano, que se enteró cuando estaba en España como ilegal", explica Andrea.

Ellos han solucionado bien su situación. Junto a otra pareja de vecinos, también inmigrantes, han abierto en Alcañiz la franquicia de una empresa de mensajería en la que todos trabajan. Además, cuentan con la ayuda de sus padres para cuidar a los niños.

"El apoyo de la familia es muy importante". Angélica y su esposo David han sido los penúltimos en llegar a Foz-Calanda. Empiezan ahora el periplo que los otros ya han pasado. Llegaron hace nueve meses desde A Coruña. "Ambos nos quedamos sin trabajo, y los padres de David ya estaban en España, así que hicimos la valija y vinimos. Como somos de San Carlos de Bariloche, en la Patagonia, deseábamos para nuestros hijos una vida en el campo".

A él le va bien. Trabaja en el mantenimiento de grifos de cerveza por el Bajo Aragón. Ella aún no tiene trabajo. De lo suyo, auxiliar de farmacia, es difícil que encuentre algo. Ésa es una de las principales dificultades a las que se enfrentan inmigrantes y lugareños. "En el pueblo no hay empleos para las mujeres. Las puertas están cerradas. Tengo fuerza, ideas, ganas...". Pero eso no basta. La tristeza se deja ver a través de los ojos despiertos de Angélica, que no pierde de vista a Flo, su hija menor, mientras chapotea en la piscina. Más tarde, Carlos, el padre de Andrea, resume sin saberlo la inquietud de Angélica con un refrán argentino: "Pueblo chico, infierno grande". Sin transporte público, el coche se convierte en el único medio para salir del pueblo. Si, como Angélica, se carece de él, las dificultades para trabajar aumentan.

"No tratamos demasiado con la gente del pueblo", explica Natalia, "pero es porque trabajamos fuera del pueblo". El padre de Natalia, también argentina, se trasladó a la zona, a Alcañiz, y acaba de abrir un locutorio con conexión a Internet. Charla con Andrea, mientras su esposo, Diego, lo hace con Marcelo. De su charla se desprende que tampoco se ven mucho entre ellos. "No hacemos piña los argentinos. Nosotros somos muy de estar en casa", explica el padre de Andrea.

"Tampoco tenemos costumbre de ir al bar y eso les sorprende a los lugareños. Aquí es el lugar de encuentro, pero, si no lo hacía en mi país, cómo lo voy a hacer aquí".

Mientras hablan, Rodrigo, un octogenario, se acerca de la mano de su esposa a dar un beso a Natalia. "¡Es más maja esta chica! Es la que nos ha llevado a la piscina estos años". Porque así, saltando del trabajo en la piscina al aula de clases de inglés o el trabajo con los ancianos, es como ha estado Natalia hasta que abrió el locutorio.

Los niños sí son un ejemplo de integración. Han compartido escuela y ahora campo de fútbol y balón. "Mis niños son focinos", dice Andrea. "Llegamos el 27 de agosto de 2002, no se me olvidará nunca, y a los trece días estaban bailando jotas. Se les nota hasta al hablar". Andrea se queda pensativa. "Dios, hasta el sonido de la voz es distinto. Sé que ya no volveré a ser la misma. Ahora soy una mujer dividida. Antes, España era sólo un punto en el mapa, igual que Italia, Francia o Alemania. Ahora ya no. Aunque me vuelva a la Argentina seguiré partida en dos. España ahora es el lugar donde mis hijos hicieron la primaria, donde celebraron sus cumpleaños, donde jugaron y crecieron... Ya nunca volveré a estar entera. Esté donde esté", suspira.

Hijos de inmigrantes en Foz-Calanda (Teruel).
Hijos de inmigrantes en Foz-Calanda (Teruel).MIGUEL ÁNGEL SÁNCHEZ

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