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Elecciones en Italia

Berlusconi dice que los italianos deben elegir entre la libertad y el comunismo

El primer ministro cierra la campaña con nuevas promesas de bajar los impuestos

Enric González

Si la campaña electoral italiana hubiera durado un poco más, Silvio Berlusconi habría acabado prometiendo la abolición universal de los impuestos. Terminó anoche, y sólo le dio tiempo a ofrecer, en las horas finales, la supresión del impuesto sobre la recogida de basuras. El centro-derecha cerró la campaña en Nápoles con un mitin en el que Il Cavaliere hizo un compendio de futuras rebajas fiscales y pidió el voto "en nombre de la libertad". Proclamó que el momento era "tan histórico como en 1948", cuando Italia apostó por la Democracia Cristiana y dejó al Partido Comunista en la oposición.

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Berlusconi concluyó su discurso en Nápoles con la palabra que había marcado un proceso electoral tenso, a veces grotesco y de importancia crucial: "Venceremos", prometió, "porque nosotros no somos coglioni", un insulto que puede traducirse en castellano por gilipollas y que lanzado contra la izquierda (en realidad, contra los que no voten por él) se ha convertido en un movimiento de protesta contra el primer ministro.

Berlusconi, flanqueado por Gianfranco Fini (de la Alianza Nacional) y Roberto Maroni (de la Liga Norte), subió al estrado de la plaza napolitana del Plebiscito con el ánimo ya muy caldeado: "No debo de hacer grandes discursos", arrancó, "porque aquí todos formamos parte del ejército de la libertad. Sólo os pregunto: ¿queréis ser gobernados por quien ha sido cómplice de la peor tiranía que recuerda la historia?, ¿por quien ha idolatrado a Stalin, Lenin, Mao y Pol Pot?, ¿por quien toda la vida ha estado en el bando equivocado?, ¿por quien quiere impedir que realicemos grandes obras públicas?, ¿por las togas rojas y por quien usa la justicia para eliminar a los adversarios políticos?, ¿por quien pondrá impuestos sobre vuestras casas y sobre lo que esperáis dejar a vuestros hijos?, ¿por quien odia todo aquello en lo que creéis?".

Varios miles de personas aplaudieron con entusiasmo a Berlusconi, cuya intervención duró solamente 22 minutos. Tenía aún que moverse, que hablar ante cualquier micrófono que se le pusiera por delante, que apurar los minutos que faltaban hasta medianoche para convencer a los indecisos que, según él, decantarían la balanza en las elecciones del domingo y el lunes.

El sondeo mágico

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Durante toda la jornada se había mostrado convencido de la victoria y había invocado por enésima vez un sondeo que atribuía al centro-derecha una ligera ventaja. Nadie sabía de dónde había sacado Il Cavaliere ese sondeo mágico. Los sondeos reales, que todos los partidos siguieron encargando para saber cómo andaban (la publicación estaba prohibida), permanecían muy cercanos a la situación de dos semanas atrás, con una ligera ventaja del centro-izquierda y más del 10% de indecisos, según confirmaron fuentes de ambas coaliciones.

El centro-derecha confiaba en que los italianos valoraran más su propio bolsillo que las arcas nacionales, y machacó una y otra vez la cuestión de los impuestos. Silvio Berlusconi anunció el lunes, en el último minuto de su debate con Romano Prodi y por sorpresa, la supresión del impuesto sobre bienes inmuebles para la vivienda de residencia. Eso supondría una pérdida de recaudación para los municipios cercana a los 3.000 millones de euros. Ayer, también a última hora y para sorpresa de sus propios aliados, añadió a esa oferta la supresión del impuesto sobre la recogida de basuras, que mermaría la recaudación en al menos otros 3.500 millones de euros.

El voto del miedo

La coalición berlusconiana invocó también el voto del miedo. En su mitin de Nápoles, Il Cavaliere dijo que el domingo y el lunes los italianos se enfrentaban "a una elección de campo y de destino: entre nuestra Italia y la Italia de la izquierda, de los impuestos, de los insultos, de las mentiras, de la puerta abierta a los inmigrantes, de los antiglobalización que queman la bandera de potencias amigas, de quienes prohíben el crucifijo en las escuelas".

Berlusconi contaba con que las homilías dominicales le ayudaran a recuperar su desventaja frente a Prodi. Sandro Bondi, ex comunista, católico practicante y coordinador nacional de Forza Italia (además de asistente personal de Il Cavaliere, hasta el punto de vivir con él y de hacerse cargo de su correspondencia privada), envió una carta a todos los párrocos del país en la que recordaba que la Casa de las Libertades se basaba en "valores fundamentales" como el respeto a la vida y a la familia, y que en temas tan sensibles para la Iglesia católica como la regularización de las parejas de hecho y la eutanasia estaba en bloque por el no. La Unión Democristiana de Centro (UCD) también envió millones de SMS con el siguiente mensaje: "Con tu voto eliges entre los gays y nuestras familias, entre la vida del embrión y los experimentos".

Antes de abandonar el estrado y Nápoles, Silvio Berlusconi hizo un balance positivo de sus cinco años de Gobierno, "el Gobierno más estable y duradero en más de medio siglo", dijo: "Recibimos como herencia una gran deuda pública, pero hemos conseguido rebajar los impuestos, aumentar las pensiones, crear puestos de trabajo e iniciar grandes obras públicas. Eso lo sabéis muy bien. Pedimos a los italianos que nos otorguen su confianza para seguir trabajando duro".

Silvio Berlusconi, con sus socios Gianfranco Fini (izquierda) y Pier Fernando Casini, en su último mitin ayer en Nápoles.
Silvio Berlusconi, con sus socios Gianfranco Fini (izquierda) y Pier Fernando Casini, en su último mitin ayer en Nápoles.REUTERS

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