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Koizumi dice adiós a un Japón nuevo

El primer ministro cede el testigo tras reestructurar el mayor sector público del mundo

Junichiro Koizumi, el político japonés que ha dado nombre a una era caracterizada por su apertura a Occidente y sus reformas desafiantes a la vieja guardia, concluye su mandato como presidente del gobernante Partido Liberal Democrático (PLD). Según los estatutos del PLD, hoy está prevista la votación interna de la que casi con toda probabilidad se alzará como ganador su más fiel escudero, el ministro portavoz, Shinzo Abe, un halcón nacionalista y tradicionalista de maneras suaves.

Desde que en 1955 el PLD comenzó a gobernar Japón, a excepción de 11 meses entre 1993 y 1994, la presidencia de este grupo es la puerta hacia la jefatura de Gobierno. Así, el candidato que hoy salga elegido por los 403 parlamentarios del partido y los 300 representantes locales será propuesto para su aprobación el próximo 26 de septiembre en sesión extraordinaria al Parlamento, donde la formación tiene mayoría absoluta en las dos cámaras.

Shinzo Abe, el sucesor, es un 'halcón' ultranacionalista de maneras suaves

Aunque Japón se enfrenta a sus comicios más importantes en los últimos años para elegir primer ministro, por la agudización de la crisis de las relaciones con sus vecinos asiáticos y la revisión constitucional hacia la que se ve abocado, la emoción y la sorpresa parece que van a estar ausentes, pues Abe parte como claro favorito entre sus correligionarios y el electorado, a lo que se suma el respaldo que le ha dado públicamente el propio Koizumi.

La falta de competencia real entre Abe, de 51 años, y los otros dos candidatos, el ministro de Exteriores, Taro Aso, de 65, y el de Finanzas, Sadakazu Tanigaki, de 61, ya ha tenido efectos negativos al haberle permitido formular sólo de forma vaga su plan de gobierno.

Abe cuenta, de acuerdo con los últimos sondeos, con el 75% del apoyo de los parlamentarios del PLD, y de un 41% de los diputados de la Cámara baja. Esos índices son superiores entre los representantes locales de los 1,06 millones de afiliados.

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Koizumi le deja una herencia de logros, que tendrá que asentar, pero también de fracasos, que deberá enmendar, coinciden en indicar los analistas.

Considerado como uno de los primeros ministros japoneses más astutos tras la II Guerra Mundial, Koizumi ha conseguido liberar a Japón de algunas de sus ataduras al haber, entre otros, comenzado a reestructurar el mayor sector público del mundo, un aparato con una intrincada estructura y activos por valor de 4,4 billones de dólares, acto que ha sido posible ejecutar políticamente por primera vez en la historia del país asiático.

Lo que se ha dado en llamar era o revolución Koizumi ha consistido también en reducir los subsidios y conminar a los bancos a liberarse del lastre por los masivos créditos incobrables, medida con la que han conseguido abandonar los números rojos.

Koizumi ha acabado con dos vacas sagradas del PLD, por ser fuente de votos: el sistema de autopistas, y el postal, que ha comenzado a dividir en corporaciones para privatizarlas.

Entre los fallos más destacados es haber tomado prestado de Reino Unido y Estados Unidos su modelo económico neoliberal de los años ochenta para aplicarlo en un país muy diferente.

A los gestos nacionalistas de Koizumi se debe, en parte, la profundización de la crisis de los lazos con China, Corea del Norte y Corea del Sur, entre los que destaca sus visitas regulares al santuario sintoísta Yasukuni, en Tokio, en el que se recuerda a los 2,5 millones de japoneses caídos en conflictos armados entre 1853 y 1945, incluidos 14 criminales de guerra del Ejército imperialista japonés en la segunda conflagración mundial.

Abe, de quien nadie duda que será el heredero de ese legado, se convertirá así en el primer jefe de Gobierno japonés nacido no sólo tras la II Guerra Mundial sino también tras la firma del tratado por el que se puso fin a la ocupación estadounidense de Japón, lo que significa que con él se terminará una época de remordimiento por el antiguo militarismo.

Es un abogado sin el carisma y los conocimientos económicos de Koizumi, así como con escasa experiencia, que ganó su primer escaño en 1993 y cobró fama política al encarnar la línea dura sobre los secuestros de japoneses por agentes norcoreanos en las décadas setenta y ochenta.

La principal apuesta de Abe es la que más preocupa a los japoneses, el cambio de la Constitución de 1947 -impuesta por EE UU después de la II Guerra Mundial en el Pacífico, que prohíbe la participación en conflictos armados en el exterior ni siquiera en operaciones de paz- para elaborar otra más acorde con el papel de Japón como segunda potencia económica mundial y la primera de Asia, donde es la democracia más estable.

Para "crear un nuevo país, la Constitución debe mostrar nuestros ideales y estar escrita por nuestra mano", ha aseverado Abe, del que se teme que se apoye en gestos populistas y nacionalistas para mantener su popularidad, al menos hasta las elecciones al Senado en julio de 2007.

Junichiro Koizumi y su sucesor, Shinzo Abe, el pasado 19 de junio tras una rueda de prensa en Tokio.
Junichiro Koizumi y su sucesor, Shinzo Abe, el pasado 19 de junio tras una rueda de prensa en Tokio.AFP

El poder de las dinastías políticas

Los tres candidatos a sustituir a Junichiro Koizumi en la presidencia del Partido Liberal Democrático (PLD) y en la jefatura de Gobierno proceden de dinastías políticas, algo habitual en Japón, donde 146 de los 480 miembros del Parlamento tienen ese origen.

Así lo revela un estudio del diario Asahi, que recuerda que la proporción de los clanes entre los miembros del PLD, en el Gobierno casi sin interrupción desde 1955, es la más llamativa: 111 de sus 296 diputados del Parlamento pertenecen a familias políticas.

A diferencia de otras democracias estables, en Japón los hijos heredan de sus progenitores los distritos electorales e ideologías, pues hay que tener equipo y dinero para hacerse con una base política, lo que el vástago hereda de los seguidores de su padre.

El abuelo de Shinzo Abe, el ministro portavoz, Nobusuke Kishi, fue miembro del Gobierno en la II Guerra Mundial, y, luego, primer ministro. Su padre, Shintaro Abe, fue titular de Exteriores. Abe heredó el escaño de su progenitor cuando murió en 1991.

El propio Koizumi ha comenzado a privatizar el servicio postal japonés, reto que se había propuesto ya su abuelo, Matajiro Koizumi, cuando fue ministro de Comunicaciones.

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