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Alto el fuego en Oriente Próximo

Líbano cede a las presiones sirias y asegura que no habrá 'cascos azules' en la frontera

Damasco ha bloqueado la entrada en su territorio a los vehículos de transporte libaneses

Guillermo Altares

La guerra quizás ha acabado, pero Israel mantiene el embargo marítimo y terrestre contra Líbano, cuya economía pasa por momentos críticos tras 33 días de bombardeos. Por eso el Gobierno de Beirut se ha tomado en serio las amenazas de Damasco de cerrar sus fronteras en caso de que se desplieguen cascos azules en la línea de demarcación entre los dos países, y ha tratado de dar garantías al presidente sirio, Bachar el Asad. Las amenazas de Siria son un problema más para la comunidad internacional ante el inmediato despliegue de nuevos cascos azules.

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Hezbolá no se ha desarmado e Israel se ha otorgado el derecho a realizar ataques, como ocurrió hace una semana en el valle de la Bekaa, para impedir que el Partido de Dios reciba nuevas municiones. Irán ha utilizado a Siria para enviar armas a la milicia chií, y muchos analistas creen que si Damasco decide no colaborar, la misión de paz puede complicarse.

"Sólo el Ejército libanés se encargará del control de sus fronteras con Siria y de ninguna manera se desplegarán efectivos internacionales. Se trata de ideas lanzadas por Israel y EE UU, pero Líbano no recibe órdenes de nadie", manifestó ayer el ministro de Información, Ghazi Aridi. El Consejo de Ministros ya había anunciado el jueves que no habrá tropas de la Fuerza Interina de Naciones Unidas para Líbano (FINUL) en los puestos fronterizos y que sólo pedirán "asistencia técnica" a Alemania para mejorar los sistemas de vigilancia en la frontera.

"El Ejército libanés se ha desplegado en la frontera y no tiene intenciones hostiles hacia Siria. Al contrario, queremos relaciones amistosas", ha declarado, por su parte, el primer ministro, Fuad Siniora. Pero, desde la retirada de las tropas sirias en abril de 2005, dos meses después del asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri, las relaciones entre el Gobierno de Beirut, mayoritariamente antisirio, y el de Damasco no han sido precisamente excelentes.

En julio del año pasado, Siria, el único país junto a Israel que tiene fronteras terrestres con Líbano, decidió impedir durante una semana el paso de camiones, lo que provocó pérdidas calculadas en unos 250.000 euros al día. De hecho, los bloqueos son ahora hacia los dos lados. La radio local Voz de Líbano Libre informó ayer de que las autoridades sirias han impedido la entrada en su territorio de los camiones procedentes de Líbano. Según la emisora, 30 camiones libaneses se encuentran bloqueados en la frontera. Damasco no ha dado a conocer los motivos de la medida, que no afecta, por el momento, a los automóviles privados. Mientras siga el embargo -e Israel reiteró ayer que no tiene intención de levantarlo mientras no lleguen los refuerzos- la frontera con Siria se ha convertido en un elemento vital para el país, aunque por ahora no haya ningún problema de aprovisionamiento.

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Aunque el Gobierno de Damasco ha insistido en que la medida no tiene nada que ver con los roces de los últimos días, Siria anunció el jueves que iba a dejar de suministrar energía eléctrica a Líbano -un país que sufre constantes cortes de luz- "a causa del estado de la red siria". La prensa libanesa no ha podido dejar de relacionar los dos acontecimientos; de hecho, un portavoz del Ministerio de Energía afirmó que no era la primera vez que ocurría y que no había "motivos políticos" detrás de la medida.

Un motorista se acerca a un control del Ejército libanés en la ciudad fronteriza de Wazzaui, en el sur del país.
Un motorista se acerca a un control del Ejército libanés en la ciudad fronteriza de Wazzaui, en el sur del país.AP

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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