_
_
_
_
_
Reportaje:Guerra en Oriente Próximo

Temor a la influencia política de Hezbolá

Las fracturas de la sociedad libanesa afloran bajo la marea de solidaridad que ha unido a todos contra Israel

Ángeles Espinosa

Decenas de jóvenes, chicos y chicas de todas las comunidades religiosas, se afanan en la Universidad de Saint-Joseph preparando paquetes de ayuda para el sur de Líbano y para quienes han huido de los bombardeos israelíes. "Es otra forma de resistir: defendiendo la identidad libanesa", asegura Riad al Asad, el coordinador del centenar de ONG que participan en el esfuerzo. Pero tras esta imagen de solidaridad nacional empiezan a aflorar las fracturas de la sociedad libanesa. "No quiero que este país se convierta en una república islámica", señala Jad Akhaui, expresando el miedo de muchos libaneses al triunfo de Hezbolá.

"Nos sentimos rehenes de ambas partes: de Hezbolá, porque ha iniciado una guerra que ni queríamos ni nos ha consultado, y de Israel, porque ha culpado al Gobierno libanés, que no tiene nada que ver", dice Akhaui, uno de los impulsores de la revolución de los cedros y que ahora ha puesto sus dotes de publicista al servicio del Gobierno de Fuad Siniora. Akhaui, como la mayoría de quienes apoyaron aquella protesta, teme que Hezbolá salga reforzado de su desafío a Israel y quiera ver reflejado su triunfo en la escena política libanesa.

"Queremos ser como el resto del mundo, pero ¿cómo vamos a desarrollarnos cuando tenemos gente con una mentalidad del siglo XV?", se queja C. Z., una profesora de baile que preferiría que la gobernara Israel antes que Hezbolá. "Si llegan a hacerse con el poder, se acabará el bailar y nadie podrá volver a tomar una cerveza en Líbano", manifiesta, sin dejarse convencer por las palabras de Hasan Nasralá. El líder de Hezbolá ha dicho que "no hay que tener miedo de [su] victoria porque será la de todos los libaneses".

C. Z. es una cristiana maronita y su actitud podría explicarse en las divisiones sectarias que han marcado la historia reciente de este país. Durante la guerra civil (1975-1990), parte de la comunidad cristiana (liderada por el luego asesinado presidente Bachir Gemayel) se alineó con los esfuerzos de Israel para expulsar a la OLP de Líbano. Pero en esta ocasión, las diferencias desbordan esas líneas. Muchos libaneses de clase media que han logrado salir adelante gracias al renacimiento económico de los últimos años se declaran hartos de la guerra y responsabilizan a Hezbolá.

La situación es más grave ahora en la medida en que las raíces son más profundas. El objeto de las discrepancias no es una entidad extranjera como la OLP, sino que el conflicto gira en torno a un grupo libanés que para buena parte de la población (no exclusivamente chií) representa la resistencia nacional a la opresión y la interferencia extranjera en sus asuntos.

"No son los chiíes contra el resto de las comunidades", dice Raed Charafeddine, sobrino del imán Musa Sáder (figura clave del chiísmo libanés que desapareció en Libia en 1978) y representante de un chiísmo ilustrado cuya existencia pasa a menudo inadvertida. Charafeddin discrepa de quienes atribuyen las distintas posiciones a una fractura socioeconómica.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

"Líbano está dividido en dos campos políticos, uno pro y otro anti-Estados Unidos. Los intereses de los primeros coinciden en parte con los de Israel (acabar con Hezbolá), y los segundos se hallan más próximos de Irán y Siria", defiende este analista.

Sin embargo, todas esas divisiones se superponen en cierta medida. El sur chií, más religioso y menos favorecido en lo económico, y su prolongación en los suburbios meridionales de Beirut (adonde su población ha emigrado) son claramente más pro-Hezbolá que la región central del país, más urbana y desarrollada, donde se concentran la mayoría de suníes, drusos y cristianos. Las disensiones se hicieron evidentes el año pasado cuando cientos de miles de libaneses (musulmanes y cristianos) se manifestaron contra la interferencia siria tras el asesinato del primer ministro Rafik Hariri. La llamada revolución de los cedros fue contestada de inmediato por Hezbolá.

La brutalidad de la respuesta israelí a la captura de los dos soldados por Hezbolá sólo ha congelado momentáneamente esa pugna. Los dirigentes políticos no están capitalizando la expresión espontánea de solidaridad que se ha producido en todo el país con los afectados por los bombardeos. Su lenguaje se ha endurecido y muchos libaneses temen que, cuando finalmente llegue el alto el fuego, sus diferencias se traduzcan en un nuevo enfrentamiento interno. "Ha sido una oportunidad perdida", concluye Charafeddin.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_