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Túnez desencadena una campaña contra el pañuelo islámico

La policía obliga a las jóvenes a quitarse el velo y a veces se lo arranca

El Ramadán, el mes de ayuno en el mundo musulmán, brinda la ocasión a los más fervientes de mostrar su pureza y hacer alarde de símbolos religiosos. Por eso es más difícil la compra de alcohol, por eso las mujeres visten aún más recatadas y se colocan con frecuencia sobre su cabello el hiyab (pañuelo islámico), mientras los hombres se dejan crecer la barba.

Este año Ben Alí, el presidente de Túnez, el país más laico del norte de África y una de las dictaduras más férreas del mundo árabe, ha decidido poner coto a esas manifestaciones externas del fervor religioso. Y lo ha hecho de forma contundente.

Sanaa, una joven estudiante de la Universidad de Túnez-Cartago, no lleva el velo, pero se paseaba, a la salida de la facultad, con compañeras que sí cubren sus cabezas. "Dos policías les amonestaron en la calle hasta que se quitaron el hiyab", recuerda Sanaa indignada, "y les advirtieron de que si se lo volvían a poner serían expulsadas de la universidad".

A veces los agentes no se anduvieron con tantos miramientos y, sin mediar palabra, arrancaron los pañuelos a las transeúntes.

No se conoce aún ningún caso de estudiante obligado a abandonar su carrera, pero abundan los testimonios de jóvenes conducidos a comisaría. "Allí, bajo coerción, se les obliga a firmar un documento comprometiéndose a renunciar al hiyab", añade Sanaa por teléfono.

Fue el propio Ben Alí quién dio, la semana pasada, el pistoletazo de salida de esta campaña recalcando que es necesario "distinguir entre las ropas sectarias, importadas sin ser invitadas (...) y los vestidos tradicionales tunecinos, símbolos de una identidad con profundas raíces en la historia".

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A continuación, uno tras otro, los dirigentes del partido gubernamental y los ministros aprovecharon las charlas públicas de las veladas del Ramadán para arremeter contra el velo "símbolo de una afiliación política que se esconde detrás de la religión", según denunció Rafic Belhaj, el titular de Interior.

Los medios de comunicación, todos ellos controlados por el régimen, abundan en el mismo sentido. "Para el islam la piedad es el mejor vestido", recalca en La Presse el escritor Olga Youssef. "El Corán no impone ninguna vestimenta específica", insiste el profesor Taoufik Ben Ameur.

Dos circulares

El instrumento jurídico de la represión anti-hiyab es la circular administrativa 108 de 1990 -promulgada poco después de la ilegalización del partido islamista Ennahda- que prohíbe a las mujeres llevar el velo, sobre todo en edificios administrativos, completada en 2002 con otra que veta la barba. Funcionarios y empleados de empresas públicas perdieron su trabajo por no acatarlas, pero hasta ahora no se había aplicado en la calle.

Khadija Cherif, socióloga de 52 años, presidenta de la Asociación Tunecina de Mujeres Demócratas, ha luchado toda su vida contra el velo islámico. "Porque estamos por la igualdad, porque es una manera de encerrarse", explica por teléfono.

Cherif constata con amargura: "Tiende a generalizarse un pañuelo que nada tiene que ver con el que se colocaban nuestras abuelas". "Es en parte debido a la influencia externa de los imanes de las televisiones árabes vía satélite", prosigue, "pero también es achacable a razones internas porque se convierte en una protesta política contra el régimen e incluso contra Occidente". "No hay sondeos de opinión, pero las motivaciones que dan las jóvenes son de esa índole", asegura.

Aunque ha combatido el hiyab Cherif, frecuentemente agredida en la calle por agentes de paisano, se subleva "contra esa manera represiva y autoritaria de intentar acabar con el fenómeno" propiciada por el régimen de Ben Alí. "Actuando así vulnera, una vez más, la libertad individual".

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