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Reportaje:La situación en Latinoamérica

El comandante, contra el banquero

Daniel Ortega, apoyado por Venezuela, se disputa la presidencia de Nicaragua con un multimillonario a quien respalda EE UU

Francisco Peregil

Los Gobiernos de Venezuela y Estados Unidos se están echando un pulso en Nicaragua. Y el resultado se conocerá muy pronto. En las elecciones presidenciales que se celebran hoy en este país de 5,5 millones de habitantes, Venezuela apoya al comandante Daniel Ortega, líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y EE UU al ex banquero multimillonario Eduardo Montealegre, de la derechista Alianza Liberal Nicaragüense (ALN). Ortega, a sus 61 años, es el favorito en la mayoría de las encuestas. Y Montealegre, con 51, ocupa el segundo puesto. Pero si Ortega no consigue vencer por más del 35% de los votos y con cinco puntos de ventaja sobre su segundo rival, habrá una segunda vuelta dentro de 45 días. Y entonces, sus posibilidades serían pocas, porque Ortega es el candidato que más rechazo provoca en el país.

A pesar de llevar 16 años sin gobernar, Ortega ha mantenido su poder en la sombra
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Los partidarios del comandante aseguran que en Nicaragua nunca hubo necesidad de acudir a la segunda vuelta, y, por tanto, el favorito vencerá hoy por más del 35%. Sus rivales, sin embargo, sostienen que Ortega ha perdido en los últimos 16 años contra la derecha tres elecciones en las que siempre partía como favorito en los sondeos.

Tímido, sencillo, duro y paciente a la hora de escuchar. Así describen tanto sus amigos como algunos rivales al hombre que gobernó Nicaragua desde 1980 a 1990, en una década de guerra frente a la guerrilla de la contra marcada por la muerte de más de 30.000 personas. El comandante Ortega insiste en que nunca pudo gobernar un país en paz. Y pide otra oportunidad. Sus discursos están plagados de referencias a Dios, al amor y la reconciliación. En esa línea de connivencia espiritual con la Iglesia, se casó hace un año con Rosario Murillo, después de convivir durante varios lustros y haber criado juntos a ocho hijos, y votó por la abolición de la ley que autorizaba el aborto en caso de que peligrase la vida de la madre. Fue cambiando los legendarios colores sandinistas del rojo y el negro por una especie de rosa y ha colocado como segundo en su lista electoral, candidato a la vicepresidencia, a Jaime Morales Carazo, 70 años, ex banquero y antiguo jefe de la contra.

Bajo esta piel de cordero, Ortega ha tratado de evitar cualquier tipo de confrontación. Ni ha concedido entrevistas ni ha participado en debates. "Su comportamiento ha sido más el de un presidente que el de un candidato a la presidencia", indica el director del diario popular Hoy, Rolando Flores. La persona que ha diseñado la estrategia electoral es Rosario Murillo, su segunda esposa y madre de Zoilamérica Narváez, hijastra de Ortega. Zoilamérica, de 30 años, conoció al comandante a los 12 años. Y en 1998 lo acusó de haber abusado de ella desde que tenía 14. El comandante Ortega renunció a su inmunidad como parlamentario para someterse a un juicio. La juez Juana Méndez lo declaró inocente hace cinco años. Pero no faltaron las voces que acusaban a la juez de ser una sandinista a las órdenes de Ortega.

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La declaración de Rosario Murillo, madre de Zoilamérica, a favor de Ortega, resultó determinante para que su partido lo apoyara. "Rosario es una poeta, una intelectual reconocida, pero usaba mucho a Daniel para conseguir cosas que le interesaban a ella. Terminó enemistada con la mayor parte de los intelectuales de este país. Pero Rosario nunca había tenido tanta influencia política hasta las elecciones presidenciales de 2001", señala el periodista Carlos F. Chamorro. "Y yo creo que ese protagonismo creciente lo adquirió porque ella le salvó la vida a Daniel en la crisis de Zoilamérica. Ella vino a decir: 'mi hija es una loca'. En teoría ejerce de secretaria de comunicación, pero tiene un nivel de centralización muy grande. Hay mucha gente que la detesta".

Ni las acusaciones de pederastia, ni los casos de corrupción en los que se vieron envueltos los sandinistas en sus 10 años de poder, ni el reparto pactado de poder con la derecha, ni su relación con Castro y con Chávez... nada de eso impide que Ortega cuente con un tercio de los votantes nicaragüenses con una fidelidad a prueba de escándalos. "Pero Ortega nunca tuvo carisma", explica Sergio Ramírez, el que fuera vicepresidente durante los 10 años del Gobierno de Ortega. "No se parece en nada a un revolucionario como el Che Guevara. Tiene un estilo demasiado profesoral. En cualquier momento te comienza a explicar que Estados Unidos invadió Nicaragua en 1912. Pero si lo observas hablando, llevándose el dedo a la frente, ves que imita a Castro. Porque aquí se aprendió muy bien a imitar a Fidel Castro".

A pesar de que lleva 16 años sin gobernar, en realidad el comandante Ortega siempre ha mantenido su reducto de poder en la sombra. Sobre todo, desde que en el año 2000 pactó con el ex presidente derechista Arnoldo Alemán (1997-2002), el estadista al que la ONG Transparencia Internacional sitúa como el noveno más corrupto del mundo en los últimos 200 años, el reparto de tribunales, fiscalías y comités electorales. "Ortega ha alcanzado la madurez del político latinoamericano que se sabe todas las trampas. El de la revolución era un Ortega más impulsivo, más sincero, más imprudente", comenta Sergio Ramírez.

Aquel pacto de hace seis años con Arnoldo Alemán ha contribuido a que por primera vez en la historia de Nicaragua la izquierda y la derecha acudan divididas a las urnas. La izquierda tendrá que elegir entre el comandante Ortega y Edmundo Jarquín, un economista que pasó gran parte de los últimos 20 años fuera de Nicaragua y que ha sido el único candidato que durante la campaña se ha pronunciado a favor del aborto cuando peligra la vida de la madre. Y la derecha habrá de escoger o bien a José Rizo, el hombre a quien apoya Arnoldo Alemán, o bien a Eduardo Montealegre, el banquero que se ha desmarcado de Alemán pero que trabajó junto a él varios años y fue su secretario de la Presidencia. También ha ocupado la cartera de Exteriores y de Hacienda. La oposición le recuerda que, cuando era ministro, participó en una emisión de bonos que endeudó al país con más de 400 millones de dólares. Durante su adolescencia estudió francés en París, y en 1976 se graduó como economista en la Universidad de Brown, en Estados Unidos. En la década de los ochenta, mientras Ortega reclutaba soldados con el servicio militar obligatorio para luchar contra la guerrilla, Montealegre trabajaba en EE UU para la compañía Shearson Lehman Hutton. En 1990 fue gerente y accionista del Banco de Crédito Centroamericano (Bancentro). Ha declarado un patrimonio de cinco millones de euros.

La administración de George W. Bush ha expresado su apoyo expreso a Montealegre. Y a sólo dos semanas de las elecciones, el ministro estadounidense de Comercio, Carlos Gutiérrez, advirtió de que un triunfo de Ortega pondrá en riesgo las relaciones de Washington con este país y ahuyentaría el comercio y la inversión. "El Frente ha aceptado la derrota por tres veces consecutivas y ahora que puede ganar, Estados Unidos se pronuncia en contra. ¿De qué clase de democracia hablamos? ¿La que quiere Estados Unidos o el pueblo nicaragüense?", se pregunta Morales Carazo, segundo en la lista de Ortega.

Por su parte, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha apoyado al comandante Ortega suministrando petróleo a los alcaldes del Frente a precios especiales. Los primeros 304.000 litros de gasóleo ya los recibió en persona el propio Ortega el pasado 7 de octubre. Por supuesto, el acto quedó fielmente grabado y difundido por el canal de televisión con que cuenta el Frente en Nicaragua.

"Montealegre cree que todo nace, se desarrolla y muere en Estados Unidos", comenta el director de El Nuevo Diario, Danilo Aguirre. "Y Ortega no cree en las libertades. Habla de crear asambleas populares para controlar a las jerarquías. Pero la democracia participativa no es eso: es tener unas instituciones fuertes y unos jueces independientes".

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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