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Reportaje:Elecciones en Brasil

Los desafíos del presidente

Lula afrontará en el segundo mandato los mismos problemas del primero: economía, educación, corrupción y reforma agraria

Jorge Marirrodriga

El izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva dispondrá de otros cuatro años para enfrentarse a varios desafíos, algunos de los cuales ya formaban parte de las promesas electorales efectuadas antes de llegar a la presidencia de Brasil en 2003 y otros derivados de situaciones producidas durante su mandato.

- Educación. A pesar de lo prometido, Lula no ha conseguido modificar un sistema educativo profundamente desigual, que condena a las clases más pobres al fracaso escolar y beneficia a los ciudadanos más acomodados a la hora de acceder a la Universidad. El problema estriba en la bajísima calidad de la enseñanza primaria y secundaria pública, la que frecuentan los alumnos con menos recursos. Éstos ven muy complicado su acceso a la enseñanza universitaria, precisamente por la escasez de conocimientos.

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En paralelo, la enseñanza universitaria pública es de gran calidad, pero a ella acceden mayoritariamente los alumnos que vienen de la enseñanza privada, a los que, además, la universidad les sale mucho más barata que el periodo escolar en centros privados.

- Sanidad. Al igual que en la enseñanza, la diferencia entre la sanidad pública y la privada es abismal. Lula ha prometido más recursos para la segunda, tanto en medios, como en personal y en remuneración a los médicos. Un ejemplo puesto por el mismo presidente durante la campaña: un pediatra de la sanidad pública apenas recibe del Estado unos 40 céntimos de euro por cada niño que atiende en su consulta.

- Corrupción. La larga campaña electoral para la presidencia, con sus dos votaciones, ha puesto de lado la urgente reforma que Lula tiene que realizar en su propia formación, el Partido de los Trabajadores (PT), un partido que ha tenido cuatro presidentes, desde que el ex sindicalista ocupa el Palacio de Planalto, salpicados todos ellos por los escándalos de corrupción y financiación que afectan al partido. Lula debe además, tal y como piden algunos pesos pesados del PT como Tarso Genro, acabar con la confusión creada en los últimos años entre Estado y PT.

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El mandatario brasileño debe renovar una estructura de partido focalizada en el Estado de São Paulo y darle un carácter más nacional. La reforma es urgente, puesto que Lula ya no puede presentarse a otro mandato y el PT tiene apenas cuatro años para limpiar su imagen y consolidar a otro candidato presidencial.

- Reforma política. El actual sistema electoral genera un Congreso muy fragmentado, donde la fuerza mayoritaria se suele ver obligada a negociar con multitud de partidos la aprobación de las leyes. O anima a utilizar el atajo de los sobornos, tal y como hizo el PT. Lula quiere reformar la elección de manera que no haya una atomización del Congreso que entorpezca la labor del Ejecutiva. Por ejemplo, en el Senado elegido en estas elecciones, el PT y sus aliados ni siquiera llegarán a tener la mitad de los escaños. En total tendrán 39 de 81 senadores. Otro dato significativo: el partido con mayoría en el Congreso, el derechista Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), no ha presentado candidato a la presidencia. El problema es que para convertir en una realidad la reforma, Lula necesita el apoyo de la oposición, algo que se presenta complicado porque el Congreso es la caja de resonancia de los escándalos del PT y uno de los focos de peligro para la popularidad del presidente.

- Reforma agraria. Es una de las principales promesas con las que Lula accedió a la presidencia de Brasil y una las primeras causas que fueron motivo de deserción de algunos colaboradores. Lula prometió repartir tierras a unas 400.000 familias durante su primer Gobierno, pero diversos sectores, entre ellos el Movimiento de los Sin Tierra (MST), le acusan de haber sido muy lento en este reparto y le han dado la espalda en estas elecciones.

- Reactivación económica. Con un crecimiento económico de 2,5% -el menor del continente a excepción de Haití- y una inflación en torno al 4%, el presidente deberá tratar de incrementar el crecimiento en un momento de coyuntura internacional que, según los expertos, para Brasil es el mejor en los últimos 70 años. La reactivación económica no sólo servirá para disminuir la cifra de 30 millones de pobres, sino para dar un respiro a una clase media muy castigada y que en esta segunda vuelta ha sido cortejada por los dos candidatos.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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