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Los mandos de los 'marines' en Irak hicieron la vista gorda sobre la matanza de Haditha

El Pentágono revela que los jefes de la Segunda División fueron negligentes en la investigación

El Pentágono lleva a cabo dos investigaciones sobre lo ocurrido en la localidad de Haditha, a 240 kilómetros al noroeste de Bagdad, el 19 de noviembre de 2005, donde hubo una matanza de 24 civiles iraquíes, incluidos mujeres y niños, horas después de que un marine muriera por la explosión de un artefacto cerca de su convoy. Una de las investigaciones trata de averiguar qué pasó; la otra intentar aclarar si alguien se preocupó de saberlo o de ocultarlo. Sobre esta segunda, el número dos del Pentágono en Irak, teniente general Peter Chiarelli, cree que hubo negligencia en algunos mandos, según The New York Times y la CBS, y que jamás se investigaron las incoherencias de las explicaciones dadas por los soldados ni otras decisiones sospechosas.

Jamás se investigaron las incoherencias de las explicaciones dadas por los soldados

Las fuentes, de las que no se citan los nombres, indican que el teniente general Chiarelli ha determinado que los mandos de la Segunda División de Marines y del Equipo de Combate del Segundo Regimiento ignoraron las contradicciones, inconsistencias y justificaciones del informe inicial de las muertes en Haditha hecho por los soldados que estuvieron allí, y recomienda que se adopten "medidas disciplinarias" contra algunos de sus mandos, porque nada más ocurrir la matanza, ya había señales claras de que el relato de los marines tenía muy poco que ver con la realidad. "Chiarelli llega a la conclusión de que algunos oficiales incurrieron en negligencia en el cumplimiento de su deber", pone el diario en boca de una fuente militar.

El general dijo oficialmente el pasado viernes, a través de su oficina, que había terminado de revisar la investigación realizada sobre las acciones y omisiones de los mandos de los marines implicados -al menos hay un teniente coronel y dos capitanes-, pero no ofreció ningún detalle sobre sus conclusiones. La investigación y el informe de Chiarelli pasarán ahora al general George Casey, responsable militar en Irak, y al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, antes de hacerse públicos, y el objetivo del teniente general es que haya una "total y completa transparencia".

La decisión sobre las posibles sanciones, si las hay, depende del general Casey, tanto por lo que se refiere a los oficiales implicados como a sus superiores en Irak. El informe es una revisión administrativa de procedimientos, y no es fácil que desemboque en un proceso penal con sanciones; si así fuera, sería la primera vez que ocurriría con altos mandos de tropas de combate desde el comienzo de la guerra.

"Lo que algunas de estas personas hicieron no era un delito ni nada ilegal, pero, administrativamente, el general Chierlli quiere que se revisen sus acciones", según otra fuente militar citada por la agencia Associated Press.

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A primeras horas de la mañana del 19 de noviembre de 2005, Miguel Terrazas, un marine del Primer Regimiento que conducía un blindado en la localidad de Haditha -un bastión de la insurgencia en la provincia de Anbar, oeste de Irak- murió a consecuencia de la explosión de un artefacto en la cuneta; otros dos marines resultaron heridos. Los soldados dijeron después que creyeron estar sufriendo una emboscada y que su deber era repeler el ataque, registrar las casas cercanas y tratar de localizar a los responsables. Según esa versión, 24 iraquíes murieron como consecuencia del supuesto enfrentamiento, 15 de ellos por la explosión de bombas.

Pero los vecinos de Haditha denunciaron después a la prensa que todos los muertos eran civiles, y que sólo uno de ellos estaba armado: cinco iban en un taxi sobre el que se realizaron disparos y otros 19 estaban en sus casas; entre ellos había 10 mujeres y niños y un anciano en una silla de ruedas. Los marines contaron que atacaron viviendas que les parecían sospechosas con granadas y disparos indiscriminados; investigadores del Ejército, sin embargo, luego determinaron que en las casas no había muchos destrozos y en los cuerpos de las víctimas tampoco aparecían heridas de metralla o de balas perdidas.

Lo que este segundo informe del general Chiarelli investiga es por qué los mandos de los marines, a la vista de las claras contradicciones entre el relato de los soldados y lo que los propios investigadores encontraron, no trataron de aclarar lo ocurrido. Las explicaciones dadas hasta ahora señalan que aunque 48 horas después de la matanza se supo que los iraquíes habían muerto como consecuencia de heridas de arma de fuego, y no de la explosión de bombas, se consideró como "algo no inusual en el desenlace de un enfrentamiento", y que "no había ninguna razón para sospechar que los civiles habían sido asesinados deliberadamente".

El general Chiarelli considera claramente insuficientes estas explicaciones, y de ahí la valoración de negligencia a la hora de investigar más a fondo. En su informe se dice también que el pago oficial de 38.000 dólares (29.500 euros) a las familias de 15 de las víctimas iraquíes como compensación era una clara señal de que era necesario averiguar lo ocurrido, y que se dejó pasar por alto a pesar de la advertencia del responsable de hacer los pagos.

Aún no ha sido completado el informe para determinar si los marines respondieron a un supuesto ataque de acuerdo con las normas de combate o si, furiosos por la muerte de su compañero -y de otros seis marines caídos previamente en la misma zona- desencadenaron una represalia a sangre fría contra los vecinos.

Pero todo indica que el relato inicial es una fabricación; para el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, "tiene todas las apariencias de ser un terrible crimen"; para el congresista demócrata y veterano ex marine Jack Murtha, "los soldados reaccionaron desmesuradamente y mataron a los civiles a sangre fría". Los mandos del batallón implicado han sido relevados de sus tareas en abril por "falta de confianza en su capacidad de liderazgo".

El general George Casey (con uniforme más claro) con el coronel de <i>marines</i> Stephen W. Davis, el pasado febrero en Irak.
El general George Casey (con uniforme más claro) con el coronel de marines Stephen W. Davis, el pasado febrero en Irak.AP

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