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El mejor interlocutor para lograr la paz

René Préval, ingeniero agrónomo de 63 años, casado y con dos hijos, inscribió su candidatura a la presidencia de Haití en el último momento al frente de un movimiento, La Esperanza, de reciente creación. Su regreso a la política después de una retirada tranquila en Marmalade, la tierra de sus ancestros, sorprendió a más de uno. Muchos creían que estaba cómodo con su negocio de muebles de bambú, con el que, aparentemente, no se ha hecho millonario.

Hijo de un antiguo ministro de Agricultura, Préval se educó en Bélgica, adonde se refugió con su familia, que huyó de la dictadura de François Papa Doc Duvalier (1957-1971). Pasó los primeros años de la década de los setenta en EE UU y regresó a Haití en 1975 para regentar una panadería. Entró en política de la mano del sacerdote Jean Bertrand Aristide, fundador del movimiento Lavalas (Avalancha). Previamente, presidió un comité para investigar las desapariciones de opositores al régimen dictatorial de los Duvalier. Tras la victoria de Lavalas en las elecciones de diciembre de 1990, Aristide le nombró primer ministro y posteriormente ministro de Interior y de Defensa. Pasó a la clandestinidad tras el golpe militar del general Raoul Cédras que derrocó a Aristide en septiembre de 1991, y estuvo exiliado en México.

Una sangrienta revuelta

En las presidenciales de 1995 presentó su candidatura por la Organización Política Lavalas (OPL) y ganó ampliamente, aunque con escasa participación. En febrero de 1996 recibió la banda presidencial de Aristide, que había recuperado el poder con el apoyo de EE UU. Préval cumplió íntegramente su mandato que, según sus adversarios, ejerció bajo la sombra de Aristide. El antiguo sacerdote fue elegido de nuevo presidente, pero en febrero de 2004 fue derrocado en medio de una sangrienta revuelta.

Aparentemente, Préval no mantiene relación alguna con Aristide, exiliado en Suráfrica, aunque los partidarios del presidente depuesto le vitorean como su sucesor. Su primer desafío será desarmar a los grupos irregulares, fieles a Aristide, que controlan los barrios más miserables de Puerto Príncipe y han sembrado el terror en los últimos meses. Los chimères, como se les conoce popularmente, hicieron campaña a favor de Préval. El nuevo presidente puede ser, a priori, el mejor interlocutor para lograr la paz, una misión en la que deberá demostrar capacidad de diálogo, coraje y firmeza.

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