_
_
_
_
_
Reportaje:Condena al ex dictador iraquí

Un proceso rodeado de muertes

La máxima "más allá de toda duda razonable" no parece haberse aplicado durante el juicio al dictador iraquí derrocado

Guillermo Altares

No todos los días un ex dictador se enfrenta a un proceso en su propio país tras haber sido depuesto del poder. Normalmente, los tiranos mueren en la cama, fusilados o ante la justicia internacional. Por eso el proceso en Irak contra Sadam Husein, condenado ayer a muerte en Bagdad, despertó tanto interés, y suspicacia, entre los juristas de todo el mundo; interés por la magnitud de los crímenes del sátrapa mesopotámico, suspicacia por el temor a que el juicio no se desarrollase dentro de las garantías necesarias, por la pena de muerte y por la influencia de EE UU. El clima de violencia en el que se encuentra sumido Irak también ha tenido una siniestra influencia sobre el juicio: en total 10 personas relacionadas de una forma u otra con el tribunal han sido asesinadas.

Las bandas de asesinos chiíes no han dudado en matar a tres letrados de Sadam
Más información
Bush dice que la sentencia contra Sadam es un "importante logro" hacia la libertad de Irak
Los jueces condenan a Sadam Husein a la horca por crímenes contra la humanidad

"Uno de los grandes problemas ha sido el fracaso para defender y proteger a los abogados defensores", señala Richard Dicker, responsable del programa de Justicia Internacional de Human Rights Watch. "No creo que podamos decir que el juicio no ha sido justo, pero tampoco podemos decir que lo haya sido. Hay que esperar a estudiar los argumentos en los que se basa la sentencia, aunque tenemos muchas dudas porque hemos identificado fallos muy graves en el procedimiento, además de los asesinatos que han rodeado el proceso", prosigue Dicker, entrevistado por teléfono en Nueva York.

La jurista Jessica Almqvist, experta en derechos humanos y justicia internacional de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE), mantiene que "la mayoría de las ONG internacionales coinciden en que no se han alcanzado los estándares necesarios". "Las medidas de seguridad han sido insuficientes, la independencia de los jueces ha quedado en tela de juicio, el Gobierno iraquí ha tenido intervenciones directas, no se han investigado alegaciones de torturas por parte de los acusados, el tribunal no ha compartido toda la información con la defensa", señala.

Otro problema, reconocen los expertos consultados, es que la famosa frase "culpable más allá de toda duda razonable" no se ha aplicado en el búnker de la Zona Verde, donde se celebra el proceso. Uno de los aspectos más criticados en el estatuto del Tribunal Especial Iraquí es que para condenar a un acusado a muerte basta con que los magistrados estén "satisfechos" con las pruebas, sin necesidad de que sea "más allá de toda duda razonable".

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

No es la primera vez que un proceso se lleva a cabo en medio de un clima de amenazas insoportable, pero la violencia desatada y la anarquía que reinan en Bagdad no parecen el mejor marco para que tenga lugar un juicio justo: los terroristas suníes amenazan a jueces, fiscales, testigos y funcionarios, mientras que los escuadrones de la muerte chiíes no han dudado en asesinar a tres abogados defensores. "Hay muchos procesos en la historia que han tenido lugar en medio de la violencia, pero si los que crearon este tribunal hubiesen sabido que casi iba a estallar una guerra civil sectaria en medio del proceso, hubiesen hecho las cosas de otra forma", afirma por teléfono Michael P. Scharf, director del Centro de Justicia Internacional de la Universidad Case, en Cleveland, y que participó en la formación de los jueces que componen el tribunal de Sadam.

Un día después del comienzo del juicio, el 20 de octubre de 2005, el abogado Saadun Sughaiyer al Yanabi fue sacado de su oficina en Bagdad y asesinado en la calle. El 8 de noviembre, Adel al Zubeidi, miembro del equipo de defensores, fue acribillado cuando se desplazaba en su coche. El 21 de junio, el letrado Jamis al Obeidi fue sacado de su casa, torturado y asesinado en público en la populosa barriada chií de Ciudad Sáder, mientras una multitud gritaba: "¡Que venga Sadam a salvarle!". Nadie ha sido detenido por esos crímenes. Un familiar de uno de los jueces fue asesinado en septiembre, mientras que hace tres semanas fue tiroteado el hermano de uno de los fiscales. Otras cinco personas relacionadas con el tribunal -entre ellos un padre y un hijo que eran funcionarios- han sido asesinadas durante los 282 días que duró la vista oral.

Casi nadie dudaba de que Sadam sería condenado a muerte. Una vez conocida la sentencia, los abogados de Sadam pueden recurrir ante un tribunal formado por nueve jueces, en un proceso que puede prolongarse. Pero, como explica Anthony Dworkin del proyecto Crímenes de Guerra, Sadam tiene 69 años y la pena de muerte en Irak no se aplica a partir de los 70 años. El dictador, que los cumple el 28 de abril, estará entonces en el límite.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_